El Porvenir de un cementerio

porvenirrEl cementerio más grande que ha tenido Sevilla a lo largo de su historia estuvo emplazado en lo que hoy conocemos El Porvenir. No fue un proyecto faraónico, ni mucho menos, sino una respuesta improvisada a las incontables epidemias que se produjeron durante la Edad Media. La más mortífera fue la peste bubónica, conocida popularmente como ‘peste negra’, la cual se extendió por toda Europa a mediados del siglo XIV y dejó a la población seriamente diezmada. “No hay suficientes vivos para enterrar a los muertos”, escribieron algunos testimonios. No es de extrañar, por tanto, que aquella necrópolis hispalense creciera sin orden ni control.

Dicho cementerio estuvo operativo hasta el siglo XIX, fecha en la que fue relevado por el de San Fernando. Ya a principios del XX, y tras un largo periodo de inactividad, los terrenos, que por aquel entonces eran propiedad de dos familias acaudaladas, fueron adquiridos por el Ayuntamiento de Sevilla. El motivo: edificar un nuevo barrio que bordeara a la Exposición de Iberoamericana de 1929. Inicialmente acuñó el nombre de San Sebastián, el mismo que habían tenido previamente tanto el campo santo como la ermita que se encontraba en sus proximidades, pero poco después pasó a llamarse El Porvenir, en un claro guiño a la ‘ciudad del futuro’ que se había proyectado.

Así se explica también que una de las calles fuera bautizada como ‘Progreso’, mientras que otras de las primeras vías recibieron nombres relacionados con la muestra que estaba a punto de celebrarse (Río de La Plata, Brasil, Montevideo, Exposición, etcétera). Algunos de los arquitectos más reputados que participaron en la Exposición Iberoamericana (incluido Aníbal González) quisieron dejar su sello en el barrio a modo de villas y edificios de gran valor (como la fábrica de La Catalana de Gas), propiciando el despegue definitivo de El Porvenir. Además, en el epílogo de plena Guerra Civil, fue fundada allí la Hermandad de la Paz, creando un arraigo más profundo si cabe entre sus vecinos.  

La adolescencia del Estadio Olímpico

OlimpicoEl Estadio de La Cartuja, conocido popular y erróneamente como Estadio Olímpico por haber sido concebido para albergar más pronto que tarde unos Juegos Olímpicos, cumplió recientemente 15 años. Es decir, se encuentra en plena adolescencia, esa etapa de la vida en la que se empieza a madurar lentamente después de muchas travesuras.

Su gestación costó nada más y nada menos que 120 millones de euros y su nacimiento fue celebrado por todo lo alto con unos Campeonatos del Mundo del Atletismo (1999). En sus primeros cumpleaños se llevaron a cabo actos de primer nivel, como finales de la Copa del Rey de 1999, de la UEFA y de la Copa Davis, pero sus ‘padrinos’ (Betis y Sevilla) desecharon la idea de trasladarse definitivamente a su domicilio y su niñez fue muy diferente a como estaba prevista. Tanto es así que los espectáculos deportivos fueron espaciándose cada vez más en el tiempo y al estadio no le quedó otra que ampliar sus horizontes.

Así se explica que, para paliar unas deudas astronómicas, la Sociedad Estadio Olímpico (sus padres de adopción) organizara conciertos, exposiciones, congresos e incluso rodajes de películas. Todo valía con tal de intentar cubrir los gastos de la hipoteca y el mantenimiento. Sin embargo, los números seguían sin cuadrar, de ahí que en 2007 se realizara una ampliación de capital para reorientar la vida profesional del estadio, que iba camino del abandono.

Afortunadamente, sus nuevos gestores han transformada las fuertes pérdidas en unos incipientes beneficios gracias a una política de austeridad y eficiencia. Su plan de actuación se ha basado en reducir el personal (actualmente sólo trabajan ocho personas en el estadio), fomentar el alquiler de los locales (supone el 75% de los ingresos) y apostar por los eventos musicales (antes de que finalice el año actuarán David Bisbal y Extremoduro). Sin ayuda pública pero con la lección bien aprendida, el estadio parece haber sentado la cabeza rumbo a su madurez. 

Santa Justa: el salto a la alta velocidad

santa justaSi hace algunas semanas repasábamos la historia de la estación de Plaza de Armas, hoy le toca el turno a su sucesora: Santa Justa. Fue concebida a mediados de los ochenta para operar con líneas de alta velocidad, las cuales empezaban a implantarse poco a poco en España después de haberlo hecho de manera exitosa en otros países europeos. Además, por aquel entonces existía otro motivo de peso para iniciar su construcción: la celebración de la Exposición Universal de 1992, la cual iba a atraer a millones de turistas. Así las cosas, se le encomendó al prestigioso estudio Cruz y Ortiz, liderado por dos arquitectos sevillanos, la tarea de levantar una estación ferroviaria de primera calidad.

El resultado fue una enorme infraestructura de 80.000 metros cuadrados elaborada con ladrillo, acero y vidrio. El conjunto se organiza en torno a 12 vías (seis de ancho ibérico y otras seis de ancho internacional), siete andenes de 525 metros de longitud y un amplio vestíbulo que ofrece servicios de todo tipo, desde los inexcusables puntos de información, taquillas, consignas y aseos, hasta otros más complementarios como pueden ser cajeros automáticos, alquiler de coches, quioscos de prensa, cafeterías, restaurantes, etcétera. Vista desde fuera, la estación llama la atención por su fachada elíptica y sus amplias zonas de aparcamiento, las cuales, en momentos de gran afluencia de público, incluso se quedan pequeñas.

Aun así, Santa Justa tiene la ventaja de estar perfectamente conectada con las líneas de autobuses C1, C2, 28, 32 y Especial Aeropuerto, sin olvidar los espacios reservados para taxis. Además, está previsto que en un futuro el Metro llegue hasta sus inmediaciones, si bien actualmente la parada más cercana está a un kilómetro de distancia (Nervión). Y en lo referente a sus conexiones con el exterior, cabe reseñar que ofrece servicios de larga distancia a través de trenes AVE y Talgo (Madrid, Barcelona…), y otros de media distancia a través de MD y Avant (resto de Andalucía y Extremadura). 

El precio de blasfemar

hombredepiedrasevillaEn mayor o menor medida en función del contexto histórico, blasfemar siempre ha estado prohibido. O como mínimo, mal visto. De hecho, se sigue creyendo que toda palabra injuriosa contra Dios lleva aparejada un castigo y hay leyendas que corroboran este dogma. Una de ellas tiene como escenario a Sevilla, y más concretamente, el barrio de San Lorenzo. En la calleja larga y angosta que discurre entre Santa Clara y Jesús del Gran Poder, llamada ‘Hombre de piedra’ (antes ‘Buen Rostro’), sucedió en el siglo XV una escena realmente asombrosa que dio origen a su nombre actual.

En el interior de una taberna se encontraban varios amigos bebiendo vino y mostrándose muy efusivos por los efectos del alcohol. Con todo, pudieron distinguir el sonido de una campanilla acompañado de voces susurrantes. Era una comitiva encabezada por un el cura párroco, quien portaba la caja del Viático para dar la última comunión a un enfermo terminal. Tras él, un nutrido grupo de feligreses rezaban con velas y faroles en sus manos.

Pese a que no eran especialmente devotos, los compadres dejaron sus vasos, dieron por concluidas sus jocosas conversaciones y se arrodillaron al paso del cortejo como señal de respeto. Todos menos uno de ellos, llamado Mateo el Rubio, el matón del barrio, quien decidió hacer gala una vez más de su valentía y rebeldía. Creyendo que estaba por encima del bien y del mal, no sólo se negó a inclinarse, sino que se mofó de todos los creyentes con acusaciones muy graves. “Lo que hacéis es cosa de beatas”, llegó a afirmar. Y, de manera fulminante, un rayo cayó sobre él, hundiéndole las rodillas en el suelo y convirtiendo su cuerpo en piedra, el cual permanece allí como muestra del poder divino. La ciencia, obviamente, tiene otra teoría, y atribuye estos restos arqueológicos a una estatua romana de las que solían instalarse en las termas.

La hombría de los garrochistas de Utrera

garrochistasSólo los apasionados de la Historia tienen constancia de la decisiva participación de un grupo de utreranos en la Batalla de Bailén (1808), una de las más importantes de la existencia de España. No en vano, supuso la primera derrota de las tropas napoleónicas en campo abierto, la huída de José I Bonaparte y el regreso forzado de su hermano menor (Napoleón) a la península ibérica para intentar consolidar su posición dominante.

Podría decirse que en Utrera nació lo que hoy conocemos como guerra de guerrillas, es decir, el hostigamiento continuado al enemigo con maniobras rápidas, sorpresivas y, hasta cierto punto, rudimentarias. No en vano, cualquier cosa servía para atacar a los franceses o afrancesados, ya fuese una pala, una azada o una piedra. Todo lo que causara daño era válido y el éxito de las escaramuzas llegó a oídos de los generales españoles, que decidieron instalar allí un cuartel general. Con todo, cabe aclarar que no es que en La Campiña hubiese un movimiento perfectamente organizado para expulsar a las fuerzas de ocupación, pero sí una fuerte convicción de que eso era justamente lo que había que hacer.  

Así se explica que, durante la Guerra de la Independencia, un grupo de utreranos y jerezanos sin experiencia militar se ofrecieran como voluntarios para intervenir en la Batalla de Bailén. Fueron denominados como ‘garrochistas’ y pusieron a disposición de la causa sus propios caballos. Vestían como lo que eran, hombres de campo, y utilizaban como armas las lanzas de conducir el ganado. Pero tras una apariencia un tanto grotesca, el escuadrón escondía una valentía y una fiereza fuera de lo común, hasta el punto de que sus cargas contra los franceses se hicieron famosas en aquellos tiempos y han llegado a nuestros días para ser recordadas por siempre.  

Aquellos cines de verano

cine veranoTodo el mundo sabe que los cines de verano causaban furor en Sevilla. Quienes peinan canas tendrán recuerdos en primera persona, mientras que los que aún gozan del privilegio de la juventud a buen seguro que habrán oído historias y anécdotas de sus padres y abuelos. Y es que en aquellas calurosas noches de los años sesenta y setenta no había mejor manera de divertirse que acudiendo a una de las numerosas terrazas hispalenses que proyectaban películas bajo las estrellas. Los nombres de los cines hacían referencia a la zona en la que estaban ubicados: Santa Catalina, Alfarería, Avenida, Osario, Trinidad, Miraflores, Alfonso XII, Estrella, Candelaria, Palmera, Pagés del Corro, San Gonzalo, y un largo etcétera.

Obviamente, no eran cines como los de ahora, pero tenían un encanto especial. Sus pantallas blancas marcaban el horizonte y podían ‘bailar’ tímidamente si el viento hacía acto de presencia. Sus sillas de enea no eran tan cómodas con las butacas de ahora, pero entonces nadie se quejaba de ellas, mientras que el suelo no estaba cubierto por una moqueta, sino por el albero más mundano, que era ideal para enterrar pipas y todo tipo de cáscaras sigilosamente. Y es que comer durante la proyección era algo innegociable. De hecho, era habitual que todas las películas tuvieran una pausa (el llamado ‘intermedio) para fomentar el consumo en el ambigú y en el puesto de chucherías.  

Los límites de la sala los marcaban cuatro largas paredes encaladas, en las que convivían las enredaderas con alguna que otra lagartija. Los cines de verano de Sevilla alcanzaron su culmen en 1982, coincidiendo con la celebración del Mundial de Fútbol en España, y a partir de entonces comenzó su rápido declive debido al ‘boom’ urbanístico y la difusión del vídeo comunitario, entre otros factores. Con todo, la nostalgia de aquellas noches estivales sigue estando muy presente en Sevilla, de ahí que este año se haya habilitado un cine de verano en un lugar tan emblemático como el Parque de María Luisa. De martes a domingo y hasta el 31 de agosto, allí se reproducirán películas de distintas temáticas a las 22:15 horas de forma totalmente gratuita.   

Los detalles de la Puerta del Perdón

PuertadelperdonLa originalidad de la Puerta del Perdón de la Catedral de Sevilla no reside precisamente en su nombre, pues tiene ‘tocayas’ en ciudades como Santiago de Compostela, Burgos, Toledo, Ciudad Real o Jaén, pero sí en otros rasgos que le hacen ser diferente a todas las demás. Si nos centramos en el templo hispalense, hablamos de la puerta más antigua y la única que perteneció a la vieja mezquita almohade. Fue construida a finales del siglo XII bajo el mandato del califa Abu Yusuf y ha llegado a nuestros tiempos en buenas condiciones, si bien las distintas remodelaciones han cambiado parte de su fisonomía.

La Puerta del Perdón es muy fácil de identificar porque hace las veces de acceso principal al Patio de los Naranjos desde la calle Alemanes. A diferencia de las otras puertas que tienen la misma denominación, nunca estuvo relacionada con indulgencias ni con actos de expiación de ningún tipo. Es más, según el catedrático Alfonso Jiménez, en un principio tuvo un uso militar, ya que los almohades quisieron separar la mezquita de la ciudad levantando unas murallas, proyecto que no terminó de cuajar y fue reemplazado por el célebre patio.

Está documentado que en la parte superior de la puerta sobresalía una azotea y que debajo de ella había dos habitaciones que se alquilaban con regularidad hasta la época de los Reyes Católicos. Dichos elementos se perdieron, pero otros perduran, como el arco túmido y el pórtico en sí, cuyas dos enormes hojas fueron elaboradas con madera de cedro, revestidas de bronce y decoradas con motivos de lacerías. Además, contiene inscripciones árabes que repiten versos del Corán, tales como “el poder pertenece a Alá” o “la eternidad es de Alá”, y unos aldabones de un valor incalculable, pues podrían ser las muestras más antiguas de la orfebrería sevillana. Quizás por ello, hace algunos años los originales se trasladaron al Museo de la Catedral y en su lugar fueron colocadas unas réplicas fidedignas.

Morón, un punto estratégico (II)

moron--644x362Lejos de caer en el olvido, la Base Aérea de Morón de la Frontera ha ido adquiriendo relevancia para Estados Unidos con el paso del tiempo y nada hace indicar que esa tendencia vaya a cambiar. Buena prueba de ello es que hace escasos años los norteamericanos implantaron en dicha base una fuerza de reacción rápida para hacer frente a cualquier contingencia que pudiera surgir en África. Con todo, su ubicación estratégica no sólo permite desplegar tropas con suma rapidez al continente negro, sino también a cualquier parte del mundo, tal y como ha quedado corroborado a lo largo de la historia.

Y es que el Pentágono ha utilizado la Base Aérea de Morón en todas las crisis internacionales desde la Guerra Fría hasta la actualidad (Vietnam, Los Balcanes, Palestina, Irak, Libia, etc.). Como muestra, un botón: durante la operación que culminó con la caída de Sadam Husein en 2003, más de 7.000 soldados estadounidenses pasaron por la localidad sevillana y tres años más tarde su torre de control llegó a gestionar más de 1.000 vuelos. Otros factores que explican la permanencia de las tropas estadounidenses en Morón es la presencia de una de las pistas de aterrizaje y despeje más grandes de Europa, así como la ausencia de restricciones de ruido (está muy alejada de las zonas residenciales e industriales).

Obviamente, tampoco podemos pasar por alto el factor más importante, que no es otro que el político, puesto que las relaciones entre la Casa Blanca y La Moncloa han sido excelentes durante las últimas décadas, especialmente durante los gobiernos del Partido Popular. Sin ir más lejos, Mariano Rajoy autorizó en abril de 2013 el despliegue en territorio español de una fuerza de 500 marines y ocho aeronaves estadounidenses, y meses más tarde, durante su entrevista con Obama, conoció de primera mano la intención de Estados Unidos de prorrogar y ampliar su presencia en Morón. Paradójicamente, para el ejército español esta base no se encuentra entre las más relevantes, de ahí que operen en ella los cazas Eurofighter Typhoon (como el que se estrelló hace sólo unas semanas) y no los F-18, que son los que han participado en los últimos conflictos bélicos.  

Morón, un punto estratégico (I)

moron¿Por qué España cedió a Estados Unidos la base de Morón de la Frontera  en 1953? ¿Por qué la siguen compartiendo los ejércitos de ambos países 60 años después? En este espacio trataremos de responder a ambas preguntas, a sabiendas de que hay versiones oficiales y no oficiales para todos los colores. En cualquier caso, podemos afirmar sin miedo al error que el Aeródromo Militar Vázquez Sagastizábal (su nombre original) tiene su origen 1941, cuando fue construido para reforzar la defensa de un país, España, que se había desmoronado durante la Guerra Civil. Tanto es así que, pese a sus afinidades con el Eje, no participó directamente en la II Guerra Mundial, la cual estalló sólo un mes y medio después de la rendición republicana, aunque sí lo hizo de manera indirecta.

Por un lado, envió a la División Azul con la coartada de que estaba formada por voluntarios que querían ayudar al Tercer Reich; y por otro, suministró wolframio, acero, mercurio y zinc a los nazis de manera encubierta a cambio de oro, según reveló un informe oficial de Washington desclasificado recientemente. Estos materiales contribuyeron al fortalecimiento de las tropas de Hitler, de ahí que los norteamericanos quisieran ‘ajustar cuentas’ con Franco al término de la contienda. El trato al que llegaron ambas partes para limar asperezas se puede resumir de la siguiente manera: bases aéreas a cambio de hacer la vista gorda.

De esta manera se explica que, en el contexto de la Guerra Fría, España, como muchos otros países, prestara a Estados Unidos cuatro bases militares: la naval de Rota (Cádiz) y las aéreas de Torrejón de Ardoz (Madrid), Zaragoza y Morón de la Frontera (Sevilla). Eran tiempos en los que Estados Unidos tenía a más de 250.000 soldados desplegados por toda Europa para intimidar a la Unión Soviética, una cifra que actualmente se ha reducido a 80.000. De hecho, presencia norteamericana en Torrejón de Ardoz y en Zaragoza ya es inexistente, pero en Morón de la Frontera, paradójicamente, ha aumentado. ¿Por qué? Lo explicaremos en el siguiente artículo. 

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