La artista que dijo no a Hollywood

Hoy vemos como algo natural que algunos actores españoles protagonicen películas estadounidenses y a todos se nos vienen a la mente los rostros de Antonio Banderas, Penélope Cruz, Javier Bardem, etc. Sin embargo, no siempre fue así. Debido al hermetismo inicial del cine americano y a la barrera del idioma, entre otros factores, durante varias décadas pocos tuvieron la oportunidad de cruzar el charco para exhibir sus dotes en la interpretación. Pues bien, Antoñita Colomé, sevillana y trianera para más señas, no fue la que rompió el hielo, pero sí la primera que rechazó trabajar en Hollywood.

Hija de un sombrerero, soñó con ser artista desde que tuvo uso de razón, como prácticamente todas las niñas de su barrio. No obstante, en aquellos tiempos, los de la primera mitad del siglo XX, para progresar en el mundo de las artes escénicas era obligatorio trasladarse a Madrid y eso fue lo que hizo siendo aún muy joven. En la capital de España recibió la formación que le permitió debutar en el Teatro Eslava y conseguir grandes papeles en el cine, en cintas como ‘El hombre que se reía del amor’, ‘La señorita de Trevélez’, ‘La rueda de la vida’, etc. Alcanzó tal grado de éxito que los directores más importantes del momento, como Florián Rey, Benito Perojo, Edgar Neville, se ‘peleaban’ entre ellos para contar con ella en sus proyectos.

Pero antes de ser una estrella consolidada, un cazatalentos de la Paramount la descubrió y convenció para que viajara a Estados Unidos, concretamente a los estudios de Jointville, donde se rodaban películas de habla hispana. Allí intervino en ‘Un caballero de frac’, de Roger Capellani y en ‘Las luces de Buenos Aires’, junto a Carlos Gardel, obteniendo muy buenas críticas. Esto propició que recibiera una propuesta formal para instalarse en Hollywood, pero en una decisión sorprendente que dejó a las claras su marcada personalidad y su arraigo a nuestra tierra, declinó y regresó a España para terminar de labrarse un nombre, algo que logró con creces.

Su trayectoria profesional sufrió un inevitable paréntesis por el estallido de la Guerra Civil y mientras silbaron las balas vivió en Francia, pero una vez que la paz se restableció volvió sobre sus pasos y continuó su carrera. En Sevilla, sus películas causaban furor en los cines de verano y muchas mujeres trataban de imitar sus peinados, su maquillaje, su manera de vestir, etc. Antoñita Colomé era, en esencia, un icono. Una vez retirada, volvió a Triana para vivir buena parte de su tercera edad, pero cuando ya no pudo valerse por sí misma se marchó a Madrid al cuidado de su hija. Allí falleció en 2005, dejando tras de sí una huella imborrable. Sin ir más lejos, estos últimos días se le ha recordado durante la Velá de Santa Ana, celebrándose una mesa redonda en honor a ella.

Sevilla le abre las puertas al séptimo arte

Sevilla ha sido desde siempre una mina de oro para los cineastas. Buena prueba de ello es que los hermanos Lumiére, los máximos responsables de la invención de la técnica para captar imágenes en movimiento, enviaron a un emisario a la capital hispalense en 1898 con el objetivo de filmar la Semana Santa y algunas corridas de toros. Por aquel entonces el cine era meramente documental, pero bastaron unas décadas para que se convirtiera en una de las grandes industrias del entretenimiento. Y llegados a ese punto, los estadounidenses tomaron la delantera sin perder de vista a la capital de Andalucía. Así, la primera película de Hollywood que se rodó en Sevilla fue ‘El diablo es una mujer’ (1935), dirigida por Josef von Sternberg y protagonizada por Marlene Dietrich.

Desde entonces a esta parte, los preciosistas lugares y monumentos de Sevilla han servido como escenarios para más de 600 películas nacionales y foráneas de todo tipo: adaptaciones de obras literarias (‘Fortunata y Jacinta’, ‘Don Juan Tenorio’, ‘Alatriste’), de ciencia ficción (‘El ataque de los clones’, ‘El viento y el león’), polémicas (‘Nadie conoce a nadie’), superproducciones (‘El reino de los cielos’, ‘Noche y día’, ‘La conquista del paraíso), dramáticas (‘Siete Vírgenes’, ‘Grupo 7’), y un largo etcétera. Pero si hubo una cinta rodada en las calles de nuestra ciudad que tuvo un rotundo éxito a nivel internacional, esa fue ‘Lawrence de Arabia’ (1962), de David Lean, con emplazamientos tan significativos como la Plaza de España, la Casa de Pilatos o el Casino de la Exposición.

Como dato anecdótico, cabe destacar que algunos directores no consiguieron el permiso oficial para ambientar sus obras en Sevilla y se las arreglaron para recrear la ciudad en platós, como fueron los casos de ‘El gato montés’ (1936) y ‘Sangre y arena’ (1922).  Situaciones como esas ya no se darán, ya que el Ayuntamiento de Sevilla se ha propuesto dar facilidades a los productores para generar ingresos, potenciar el séptimo arte y poner a Sevilla más si cabe en el escaparate mundial. De esta manera, tiene previsto aprobar una nueva ordenanza que eximirá de la tasa fiscal a los rodajes que creen empleo para los sevillanos. Una vez que entre en vigor, la tentación de filmar en la ciudad más bella del mundo estará presente en todos los cineastas.