En los campos de concentración de la Alemania nazi murieron alrededor de 11 millones de personas. Más de la mitad eran judíos, y junto a ellos sufrieron y perecieron polacos, eslavos, negros, gitanos, musulmanes, apátridas, homosexuales, retrasados mentales, minusválidos, etcétera. Pues bien, según los datos del Ministerio de Justicia, dentro de ese heterogéneo grupo se encontraban 4.400 españoles, de los cuales, 75 eran sevillanos. Desde el punto de vista meramente estadístico, se trata de una cifra irrisoria en comparación con la magnitud del genocidio, pero cuando se hace referencia a tragedias humanas, no hay nada irrelevante.
Teniendo en cuenta que España no intervino en la Segunda Guerra Mundial, la pregunta inevitable es cómo terminaron allí, y la
respuesta está en la Guerra Civil. Miles de republicanos se refugiaron en Francia antes, durante y sobre todo después de la contienda nacional, y cuando Hitler invadió el país vecino unos años más tarde, tomaron partido en la resistencia. Pese a todo, los alemanes terminaron imponiéndose y capturaron a muchos de ellos. Dado que las relaciones entre España y Alemania eran relativamente buenas, Hitler consultó a Franco sobre qué hacer con aquellos prisioneros. Y el Caudillo se lavó las manos.
Sin el amparo de ningún Estado, casi todos ellos fueron trasladados al campo de Gusen (Austria), dependiente del de Mauthausen, donde realizaron trabajos forzados y convivieron durante el tiempo que pudieron en la más absoluta miseria. Gracias al avance de las tecnologías, hoy es posible consultar a través de internet los registros de defunciones, documentos que aguardaron durante décadas sus familiares para tener, al menos, un amargo consuelo al que agarrarse. Estos mismos archivos revelan que los sevillanos que vivieron en sus propias carnes el Holocausto procedían tanto de la capital como de la provincia, concretamente de localidades como Estepa, Lora del Río, Constantina, Cazalla de la Sierra, Peñaflor, etc. La historia de cada uno de ellos es única, pero todas tienen el denominador común de la injusticia.