Tener que detenerse ante un semáforo en rojo, sobre todo cuando estamos impacientes por llegar a nuestro destino, no es una sensación precisamente agradable, pero hay una zona en Sevilla en la que no nos importa esperar a que se ponga en verde: Plaza de Armas. Y todo ello se debe a una persona que se ha ganado el cariño de los sevillanos a base de arrancarnos sonrisas a cualquier hora del día durante todas las épocas del año. Su nombre, Howard Jackson, quizás no nos resulte demasiado familiar, pero su rostro es absolutamente inconfundible.
Nació hace 35 años en Liberia, pero siendo joven tuvo que abandonar su país para no sufrir los estragos de la guerra civil. En España comenzó una nueva vida, primero en Jaén como jornalero, posteriormente recogiendo ropa y vendiendo revistas, hasta llegar a su dedicación actual, que es la de vender pañuelos a los conductores utilizando sus poderes de sugestión. Uno de ellos es el de disfrazarse de mil formas diferentes, tratando de encarnar a Cleopatra, el Zorro, una monja, una geisha, un emperador romano, un mosquetero, una gitana con el traje de volantes y un sinfín de personajes conocidos. Asegura tener más de cien disfraces en su armario y comprarlos es su particular manera de invertir en el negocio.
Sin duda, lo que hace Howard tiene mucho mérito. No en vano, su memoria almacena recuerdos de familiares que murieron a sus pies, de interminables momentos de hambre y miseria, de travesías temerarias por aguas oscuras y otras ingratas situaciones. Aun así, es capaz de llegar a otra parte del mundo y animar a hombres y mujeres que han tenido una existencia mucho más placentera. Quizás ahí resida el secreto de su éxito, porque no cabe duda de que con su inimitable personalidad se ha apoderado de una pequeña parte de nuestros corazones.