Pese a tener el centro de la ciudad a tiro de piedra, los trianeros siempre prefirieron hacer vida en el barrio antes que cruzar el Guadalquivir. Este simple razonamiento permite entender por qué en Triana existen tantas tradiciones, a cada cual más arraigada. Sin ir más lejos, hasta mediados del siglo XIX la Semana Santa de Triana era independiente de la de Sevilla y el dato que lo ilustra es que sus hermandades hacían estación de penitencia a la Iglesia de Santa Ana y no a la Catedral. Según apuntan los historiadores, Triana ha dado cobijo a doce hermandades, aunque sólo cinco han ‘sobrevivido’ a nuestros tiempos (La Estrella, San Gonzalo, La Esperanza de Triana, El Cachorro y La O). Esta última fue la primera en cruzar el puente de barcas en 1830.
Cuando se trata del Rocío, los trianeros se congregan en torno a una única hermandad, la de Triana, que roza los dos siglos de historia, es la sexta en antigüedad de todas las filiales y despierta una gran devoción. No es de extrañar por tanto que miles de peregrinos acompañen al Simpecado por los caminos hasta la ermita. También Triana celebra su
propio Corpus Christi alfombrando sus calles con romero para que procesionen sobre ellas las imágenes de El niño Jesús, San Francisco de Paula, Santa Justa y Rufina, la Inmaculada Concepción y el Santísimo Sacramento. Asimismo, desde el comienzo del nuevo milenio, el distrito también presume de su Cabalgata de Reyes, la cual reparte ilusión, caramelos y regalos cada 6 de enero.
Religión al margen, la gran fiesta del barrio es la Velá de Santa Ana, si bien hay que recordar que tiene su origen en la romería que enaltecía la festividad de la patrona. Actualmente el pregón sirve como pistoletazo de salida a unos días repletos de luces, actuaciones musicales, gastronomía andaluza, competiciones deportivas, distinciones, etc. Y todo ello, sin olvidar la popular Cucaña, que consiste en atravesar el resbaladizo mástil de un barco para alcanzar el banderín y, de esta manera, lograr un premio. Para quienes no lo consiguen, el chapuzón en el río es irremediable.