La ciudad-convento

Después de Roma, Sevilla es la ciudad que posee más conventos. Actualmente se mantienen en pie casi una veintena, pero la cifra llegó a ser mucho mayor en tiempos pasados. Por esta razón, cabe preguntarse a qué se debió dicha proliferación. La respuesta se halla  en los siglos XV y XVI, y más concretamente, en el comercio con las Indias, que convirtió a Sevilla en la capital del mundo tanto por sus riquezas como por su elevado número de habitantes. Por aquel entonces, el tráfico de mercancías era incesante, al igual que el de personas, puesto que todos querían conocer el Nuevo Mundo.

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Un genio apellidado Murillo (I)

Con el permiso de muchos otros pintores de gran talento, podría decirse que los dos mejores pinceles que ha dado Sevilla son los de Velázquez y Murillo. Del primero ya hablamos en profundidad hace algún tiempo, (pueden repasar los dos artículos que le dedicamos pulsando aquí y aquí), y ahora ahondaremos en la biografía del segundo. Bartolomé Esteban Murillo –así se llamaba- debió de nacer en las postrimerías de 1617, ya que fue bautizado el 1 de enero de 1618 en la Parroquia de la Magdalena. Su familia, como tantas otras de su tiempo, era muy numerosa, hasta el punto de que él era el menor de catorce hermanos. Su padre alternaba dos profesiones que hoy nos parecen diametralmente opuestas, pero que en su día estaban estrechamente relacionadas: las de cirujano y barbero. Lo mismo cortaba el pelo que practicaba una sangría o sacaba una muela. Por su parte, su madre procedía de una familia de plateros.

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La Casa de la Moneda sobrevive a duras penas

Casa MonedaUna vez culminada la Reconquista (1492), los Reyes Católicos quisieron reorganizar todo lo relacionado con la acuñación de monedas y decidieron que sólo siete cecas de las que operaban en España prosiguieran su actividad. Una de las elegidas fue la Casa de la Moneda de Sevilla, que cambió su ubicación para estar más cerca del Guadalquivir, y por tanto, de lo que llegaba de las Indias. Así las cosas, las nuevas dependencias se levantaron concretamente en las huertas de las Atarazanas, entre la Torre del Oro y la Torre de la Plata, trayecto que era recorrido a diario por los mercaderes más acaudalados.

Y justo allí, los metales más preciados eran convertidos en marcos y doblones para el sostenimiento de la economía española… y mundial, pues no hay que olvidar que eran tiempos de continuos descubrimientos en América. Ya en el siglo XVIII, fue reformada profundamente por el arquitecto Sebastián Van der Borcht, quien mejoró su aspecto exterior (le incorporó la gran portada que hace las veces de acceso principal) y acabó con los problemas estructurales y y de filtraciones derivados del terremoto de Lisboa.

La Casa de la Moneda de Sevilla tuvo una actividad frenética hasta el siglo XIX, pero a partir de entonces fue perdiendo vitalidad progresivamente. De hecho, en 1868 dejó de tener una función fabril y fue dividida en tres partes, las cuales fueron vendidas a sendos particulares: Ildefonso Lavín, José Marañón e Inocencio Ocho. Sólo una década más tarde quedó en manos de un único propietario, que llevó a cabo reformas integrales para darle un uso residencial. Sin embargo, pronto sus instalaciones fueron abandonadas y hubo que esperar hasta bien entrado el siglo XX para que se iniciara una restauración que perseguía recuperar su fisonomía original. Desgraciadamente, las últimas obras a las que ha sido sometido el edificio han generado muchísima polémica. Tanto es así que la Junta de Andalucía acusa al arquitecto de un delito contra el patrimonio histórico por “alterar gravemente” su estructura y levantar un ático inexistente. 

El Colón sevillano

rodrigodebastidasLos libros divulgativos de Historia tratan de simplificar los acontecimientos más relevantes para que puedan ser comprendidos con facilidad. Por eso todos sabemos que Cristóbal Colón descubrió América en 1492, pero es evidente que una sola persona no pudo llevar a cabo semejante empresa. De hecho, está más que demostrado que el genovés no llegó a conocer muchos de los países que conforman el continente y la tarea de explorarlos correspondió a otros hombres. Y uno de ellos fue un sevillano que respondía al nombre Rodrigo de Bastidas.

Nacido en lo que hoy es Triana, Rodrigo de Bastidas acompañó a Colón en su segundo viaje a las Indias en 1493. Ocho años más tarde consiguió la licencia necesaria para poder rastrear por su cuenta nuevas tierras, zarpando desde Cádiz al mando de dos naves (San Antón y Santa María de Gracia). Fue el primero en divisar las costas colombianas y panameñas después de haber recorrido todo el litoral venezolano, y si no avanzó más fue porque sus barcos empezaron a flaquear y se vio obligado a atracar en Santo Domingo, donde los españoles tenían su base de operaciones. Una de sus naves naufragó, pero la otra, la que almacenaba el oro, logró resistir, y quizás por ello fue acusado de negociación ilegal con los indígenas.

Pese a todo, fue declarado inocente y entregó su botín a la Corona, razón por la cual se le fue asignada una pensión vitalicia, procedente de la producción anual de una provincia que él mismo había descubierto (Urabá). Regresó a España y vivió de las rentas con cierta comodidad, pero su cabeza seguía estando en América, de ahí que decidiera volver sobre sus pasos en 1525. Fue entonces cuando fundó la ciudad de Santa Marta (Colombia), donde era respetado por todos menos por su mano derecha, Juan Villafuerte, quien, ávido de poder y riquezas, orquestó una conspiración en su contra. Herido de consideración y sin poder fiarse de nadie, Rodrigo de Bastidas emprendió la huida en busca de un lugar seguro, pero sólo llegó a Santiago de Cuba, donde falleció en 1527. 

La vida en los corrales de vecinos (I)

Antes de que se levantaran las casas adosadas, las urbanizaciones privadas y los bloques de pisos, Sevilla se caracterizaba por sus corrales de vecinos. Como buena parte del patrimonio hispalense, tuvo su origen en la época de dominio árabe, y más concretamente, en los adarves (callejones sin salida) y corralaces (patios) típicos de esta cultura. Hay que decir que no son exclusivos de nuestra ciudad (se extendieron por toda la zona occidental de Andalucía), aunque en Sevilla proliferaron más que en ningún otro sitio debido a su posición estratégica como puerto de entrada y salida para Las Indias. Fue precisamente durante el siglo XVI cuando se convirtieron en la mejor manera de combatir el incesante crecimiento demográfico.

Cabe destacar que los corrales de vecinos no surgieron de la noche a la mañana por la brillante ocurrencia de un arquitecto. No. Aparecieron casi de forma accidental al transformar antiguos conventos y casas señoriales en viviendas comunales. Dado que estos espacios estaban desocupados y muchas personas no tenían ni sitio ni dinero para edificar sus propias casas, propietarios e inquilinos encontraron en esta fórmula la solución ideal para atajar el problema, aunque visto desde otro prisma también podría entenderse como un buen ejemplo de especulación inmobiliaria. El caso es que, debido al éxito que adquirieron, con el paso de las décadas sí que se construyeron corrales de vecinos desde cero potenciando sus virtudes y puliendo algunos de sus inconvenientes, pero su génesis, como hemos mencionado anteriormente, fue más espontánea que otra cosa.

¿Cómo eran exactamente? Pues eran unos patios relativamente amplios con forma rectangular que estaban rodeados por viviendas. El suministro de agua lo garantizaba la fuente o el pozo que se encontraba justo en el centro como símbolo de equidad, aunque los periodos graves de sequía y las averías en las cañerías obligaban a los huéspedes a salir de su hogar en aras de obtener el bien más preciado del mundo. Casi todos los corrales tenían dos plantas que no se diferenciaban prácticamente en nada. Es decir, ambas eran simétricas y estaban atestadas de pequeñas habitaciones o salas en las que vivían familias enteras. No disponían de aseos individuales, por lo que todos debían acudir a hacer sus necesidades a un rincón del patio habilitado para tal efecto. Tampoco había duchas y la gente se bañaba en barreños o palanganas. Asimismo, la zona para lavar la ropa también era colectivo. Teniendo en cuenta todas estas características, es normal que la vida en los corrales de vecinos fuera muy peculiar. De eso, de las personas que habitaban en ellos y de las que se conservan actualmente hablaremos en el siguiente artículo.

La Historia de América en papel

Tras el descubrimiento de América y la elección de Sevilla como puerto de referencia, los comerciantes sevillanos tomaron por costumbre hacer sus tratos alrededor de la Catedral, y cuando la lluvia hacía acto de presencia, no dudaban en acceder al templo para proseguir con sus quehaceres. Obviamente, el cabildo catedralicio no deseaba que su sede se convirtiera en un centro de negocios y por ello instaló cadenas y contrató alguaciles para impedir el paso. De esta manera, a las autoridades de la ciudad no les quedó otra que poner en marcha la construcción de una lonja en sus cercanías. El edificio resultante, de planta cuadrada y dos pisos, es lo que hoy conocemos como Archivo de Indias.

Durante más de un siglo fue empleado con fines estrictamente mercantiles, pero en 1785 el rey Carlos III decidió darle una utilidad totalmente distinta. El objetivo del monarca era centralizar toda la documentación sobre las colonias españolas en un único lugar y tener a buen recaudo la brillante historia de la conquista. José de Gálvez y Gallardo y Juan Bautista Muñoz fueron los encargados de plasmar su idea y muy pronto empezaron a recibir y organizar las escrituras. Como no podía ser de otro modo, el inmueble fue rehabilitado para convertirse en una especie de gigantesca biblioteca.

Conforme fue pasando el tiempo, el Archivo de Indias fue recolectando ingentes cantidades de manuscritos y ganando en relevancia. Tanto es así que, hoy día, su colección ocupa nada más y nada menos que nueve kilómetros lineales de estanterías. En otras palabras, conserva 43.000 legajos, 80 millones de páginas y 8.000 ilustraciones relacionados con el Nuevo Mundo. Algunos de sus textos más valiosos están firmados por Cristóbal Colón, Fernando de Magallanes, Hernán Cortés, Francisco Pizarro, etc. También guarda la solicitud de un puesto de trabajo en América de Miguel de Cervantes, el original de la Bula de demarcación de Alejandro VI, numerosos planos de ciudades incipientes, etc. Es tal su riqueza documental, que ningún investigador de la Historia de América podría escribir una sola línea sin haber acudido antes al Archivo de Indias de Sevilla.

Los cañones olvidados

A día de hoy, Sevilla no es un referente nacional a nivel industrial, aunque eso no quiere decir que no haya tenido peso específico en dicha materia en determinados periodos de la historia. De hecho, la ciudad siempre mantuvo una estrecha relación con la metalurgia, prácticamente desde que esta tecnología se extendió por Europa, especializándose sobre todo en el arte de fundir metales con fines militares. Eso explica el incuestionable auge que tuvo durante siglos la Real Fábrica de Artillería, ubicada en el barrio de San Bernardo. Su historia, como la de todos los edificios emblemáticos de Sevilla, no tiene desperdicio.

Para situar su origen hay que hablar inexorablemente de la Fábrica de Bronces de Sevilla, que fue su antecesora. Vio la luz en 1565 gracias a la inversión privada de la familia Morel, quienes, con un taller y un par de hornos, consiguieron un notable éxito empresarial vendiendo campanas y cañones y recibiendo otros encargos de gran magnitud como la fundición de El Giraldillo. Tan productivo era el negocio que Felipe III ordenó nacionalizarlo en 1634 para ponerlo al servicio del interés público y le sacó mucho partido gracias al inagotable comercio con las indias, logrando que muchas personas se instruyeran en el oficio y la ciudad se extendiera hacia su lado.

En 1757, Carlos III, quien siempre mostró cierta predilección por la industria, ordenó la construcción del edificio que hoy que conocemos como Real Fábrica de Artillería porque el anterior se había quedado pequeño para el ingente volumen de trabajo. La excelente organización de la nueva planta permitió fundir un sinfín de piezas de artillería que fueron destinadas principalmente a América, donde muchos colonos, entre ellos los estadounidenses, libraban batallas para conseguir la independencia. “Las piezas de artillería que salen de tan famoso establecimiento tienen una reconocida superioridad sobre casi todas las de Europa”, escribió Álvarez Miranda en el siglo XIX. Una centuria más tarde, se realizaron importantes remodelaciones para adaptarse a los últimos avances y se cimentaron nuevas factorías que funcionaron como anexos.

Una vez finalizadas la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, las tareas de la Fábrica de Artillería fueron reduciéndose progresivamente hasta tal punto que en 1992 cesó su actividad. Por suerte, sus dependencias fueron utilizadas por la Delegación de Defensa, pero ésta las abandonó en 2010 y desde entonces el edificio está completamente en desuso e incluso ha sufrido algún que otro robo. El Ayuntamiento está estudiando distintos proyectos para rehabilitarlas y es posible que en los próximos meses se ponga en marcha alguno de ellos. Sería una buena noticia, ya que, aunque todo lo que huela a beligerancia no despierte demasiada simpatía, la historia no se puede cambiar. Es más, se debe hacer todo lo posible por conservarla materialmente y no olvidarla.

Archivo General de Indias

Avenida de la Constitucion.

 

Tlfno.: 95 421 12 34

 

El Archivo General de Indias se ubica en la antigua Casa de la Lonja. Los planos del monumento, terminados a fines del siglo XVI, son de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial. Alli se alojan fondos documentales relacionados con la conquista y colonizacion de la America espanola, en 35.793 legajos, asi como mapas, cartas, ejecutorias, autografos y otras multiples curiosidades.

 

 

 

 

 

DIAS

HORAS

ACTIVIDAD

Lunes-Viernes

10:00 – 13:00

Visita

Lunes-Viernes

08:00 – 15:00

Investigacion

Sabado-Domingo

Cerrado

 

Ruta desde La Giralda a la Plaza de San Francisco

Ruta desde la Giralda a la Plaza de San FranciscoEste recorrido comienza en la Giralda. A los pies de la torre se encuentra el acceso a la Catedral de Sevilla, dónde se puede visitar la Capilla Real, que data de 1951, y la cúpula de Hernán Cortés II donde reposa la Virgen de los Reyes,  patrona de la Archidiócesis de Sevilla. En la Catedral, también descansan los restos de Cristóbal Colón en un sepulcro diseñado por Arturo Mélida en 1891. El edificio alberga numerosos lienzos de artistas tanto españoles como extranjeros que pueden observarse durante la visita.También recomendamos detenerse en la Sacristía de los Cálices, dónde se guardan reliquias cristianas de importante valor de culto, histórico y artístico. Hay que cruzar el Patio de los Naranjos para alcanzar la puerta que conduce a la Giralda, la antigua torre de la mezquita sobre la cual fue construida la Catedral. El Alminar almohade data de 1184 y su base está armada con piedras de antiguos edificios romanos. El campanario ofrece una de las vistas más magníficas de la ciudad.

Desde allí, hay apenas unos metros hasta los jardines del Real Alcázar. Se puede llegar por la Plaza del Triunfo. El Real Alcázar es el palacio más antiguo del mundo que sigue siendo utilizado como residencia real; la Puerta del León, llamada así por el león de cerámica que se encuentra sobre el paso, señala el ingreso. Al atravesar los diferentes patios de estilo mudéjar se observan jardines, fuentes, cúpulas y esculturas que, a medida que han sido instaladas allí, fueron enriqueciendo el aspecto y el valor histórico y cultural del edificio.

 

 

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