En Sevilla pasamos del blanco al negro en un abrir y cerrar de ojos. Si hace unos meses repasábamos las inundaciones históricas y las nevadas que se habían producido en nuestra ciudad, ahora nos toca hablar del periodo de sequía que atravesamos. Y es que a nadie se le escapa que, después de unos años de bastantes lluvias, las precipitaciones han empezado a brillar por su ausencia e incluso nos cuesta recordar cuándo fue la última vez que salimos a la calle con el paraguas en la mano por temor a un buen chaparrón. Pues bien, los datos son demoledores y dejan una conclusión muy clara: estamos viviendo el invierno más seco de los últimos setenta años.
Por descontado que el problema de la sequía no es exclusivo de Sevilla. Sin ir más lejos, en ciudades como Barcelona o Málaga han trascurrido 50 días sin ver caer nada del cielo. Lo que ocurre es que en la capital hispalense tenemos una especial sensibilidad hacia este fenómeno climatológico, ya que aún permanecen en nuestras retinas las restricciones de agua de las décadas de los ochenta y noventa, las imágenes de los pantanos bajo mínimos, la de los camiones cisternas llegando a algunos
municipios, etc. Eran tiempos no demasiado lejanos en los que abrir el grifo por la noche no servía absolutamente para nada.
Por suerte, salvo sorpresa mayúscula, no llegaremos a ese extremo. Y eso que el último trimestre ha sido el segundo más seco en Sevilla desde que se tienen datos, con sólo 20 milímetros cúbicos registrados, pero gracias a los avances en ingeniería, que permiten una administración del agua mucho más eficiente que antaño, la situación no es dramática. Además, los expertos auguran una primavera lluviosa, y aunque no conseguirá salvar las cosechas, sí permitirá apagar el sonido de la alarma en los embalses. Ahora sólo falta cruzar los dedos para que las predicciones se cumplan… y den una tregua durante la Semana Santa y la Feria de Abril.