La universalidad de la cucaña

Ya sea por televisión, en las páginas de los periódicos o ‘in situ’, todos los años por estas mismas fechas vemos a osados jóvenes que intentan caminar sobre un palo ensebado en el río Guadalquivir. Casi todos acaban en el agua precipitadamente, pero algunos logran atravesarlo por completo y conseguir el banderín. Hablamos, como es lógico, de la tradicional cucaña que se celebra con motivo de la Velá de Santa Ana. No obstante, conviene aclarar que este juego no es ni exclusivo ni originario de Triana y su universalidad resulta abrumadora.

La cucaña nació en el sur de Italia, concretamente en Nápoles, donde era muy popular durante los siglos XVI y XVII. La idea inicial consistía en recrear la erupción del Vesubio en una plaza y el éxtasis llegaba cuando del cráter artificial manaban distintos manjares que eran recibidos como agua de mayo por los ciudadanos, ya que durante el resto del año no estaban a su alcance por cuestiones monetarias. Más que la habilidad, por aquel entonces primaba la velocidad con la que la gente se hacía con las viandas, aunque las tornas se fueron cambiando poco a poco. De hecho, el volcán terminó siendo sustituido por un poste alto y la complejidad para obtener los premios aumentó.

El éxito del juego hizo que se extendiera rápidamente a España y Sudamérica, donde se realizaron algunas modificaciones. Por ejemplo, en algunos puntos de nuestro país el palo se colocó de forma horizontal y la celebración se trasladó a muelles (Santa Cruz de Tenerife), rías (Ondárroa, Guipúzcoa) y ríos (Gualdaquivir), siendo el equilibrio el atributo más importante. En algunos pueblos como Paterna de Rivera (Cádiz) o Higuera la Real (Badajoz) lo fundamental es la coordinación, ya que la tarea recae en grupos que forman montañas humanas para alcanzar la ansiada cima. Las recompensas suelen ser generalmente jamones, embutidos y animales, aunque las hay de todo tipo. En América Latina, la cucaña también causa furor, especialmente en Chile, pero sin olvidar las manifestaciones de Bolivia, Perú, Brasil, Ecuador, Uruguay, Venezuela, etcétera.

Velázquez: el pincel de Sevilla (Parte II)

En tierras transalpinas vio todo lo que quiso ver, ya que gracias a las las credenciales que llevaba consigo pudo contemplar las obras más bellas del arte italiano, incluso las que estaban fuera del alcance de la gente corriente. Por descontado que no se olvidó de visitar el Vaticano y allí quedó anonadado con los frescos de Miguel Ángel y Rafael. Así pues, tras un año recorriendo el país de norte a sur, asimilando todo el Renacimiento italiano, Velázquez regresó a España y comenzó su periodo más prolífico. Había alcanzado una madurez extraordinaria y pintaba con pinceladas rápidas y sueltas, lo que los entendidos conocen como estilo abocetado, y un buen ejemplo de ello es ‘La rendición de Breda’. Sus avances técnicos le hicieron prosperar aún más en la corte y en 1643 ya no sólo tenía el privilegiado cargo de Ayudante de Cámara, sino que era también uno los pocos confidentes del rey.

Sin embargo, unos años después, una serie de trágicos acontecimientos hicieron tambalear su posición. Su suegro falleció; su protector, el archiduque de Olivares, fue apartado de la corte; la reina Isabel y el príncipe Baltasar también perecieron; hubo revueltas en Cataluña y Portugal… Se sintió tan abrumado por lo que le rodeaba que pidió permiso para volver a Italia, esta vez, con el propósito de adquirir obras de arte para el monarca. Pero lo más importante que hizo en este segundo viaje fue retratar con maestría al Papa Inocencio X y El resultado fue tan exitoso que otros miembros de la curia papal también quisieron posar para él. Según apuntan algunas teorías, Velázquez también aprovechó su estancia en Roma para entablar una relación amorosa que terminaría dándole un hijo ilegítimo, y es muy posible pintara la erótica ‘Venus del espejo’ inspirándose en su amante. Sea como fuere, Felipe IV se impacientó con su prolongada ausencia y le ordenó volver a España en 1651.

Con 52 primaveras a sus espaldas, Velázquez se encontraba ya en la última fase de su vida y tenía ya casi tantas obligaciones burocráticas como pictóricas tras haber aceptado el puesto de Aposentador Real. No obstante, esto no le impidió realizar en esta época dos de sus obras más conocidas: ‘Las meninas’, en la que se autorretrató junto a Margarita de Austria y sus sirvientes, y ‘Las hilanderas’, un lienzo enigmático en el que aparecen cinco mujeres preparando lana. Cuando empezó a intuir que su final estaba cerca, el sevillano se afanó en ingresar en la Orden de Santiago, pero su petición fue rechaza al comprobarse que no tenía linaje noble. Tuvo que recurrir a sus dos amigos más poderosos, el monarca español y el Papa, para que ser admitido. Con la tranquilidad que le daba haber conseguido todo lo que se había propuesto en su juventud, en 1660 cayó enfermo y falleció. Nos dejó un legado de 125 obras y Manet le describió siglos después como “el más grande pintor que jamás ha existido”.

La perenne tradición de visitar belenes

El origen de los belenes se puede situar en la Nochebuena de 1233, día en el que a San Francisco de Asís se le ocurrió representar un pesebre viviente en una cueva de Greccio (Italia) después de haber peregrinado a los lugares sagrados del cristianismo. A partir de entonces, la idea fue extendiéndose por todo el país transalpino y llegó a España en el siglo XVI. En un principio sólo se ilustraba el nacimiento del Niño Jesús, pero poco a poco se fueron cambiando las personas por figuras e introduciendo todos y cada uno de los detalles de la historia, por muy superficiales que pudieran parecer a simple vista. Es precisamente esa minuciosidad a la hora de concebirlos lo que ha convertido a Sevilla en un referente del belenismo.

Es más, los libros dicen que la Catedral de Sevilla fue el lugar en el que se reprodujo por primera vez la iconografía completa, un dato que nos lleva a entender por qué la tradición de visitar belenes está tan arraigada en nuestra ciudad. La costumbre se transmite de generación,y los niños que hoy se deleitan al contemplarlos son los mismos que dentro de unas décadas llevarán a sus hijos a hacer lo propio. Y así, mientras entonan villancicos, les conducirán por las calles del centro de Sevilla para explicarles cómo y dónde se produjo el alumbramiento, enumerarles los visitar belenes sevillaregalos que le hicieron los Reyes Magos, mostrarles la ubicación del clásico caganer y transmitirles un sinfín de conocimientos navideños hasta que los pies digan basta.

La oferta ha sido, es y a buen seguro seguirá siendo bastante amplia. Hoy día se pueden visitar belenes de bella factura como el de la Catedral, el del Arquillo del Ayuntamiento, el napolitano de Cajasol, el del Ateneo, el de El Corte Inglés, el de Círculo Mercantil (en la calle Sierpes), el de la Plaza Virgen de los Reyes, el del Convento de Santa Rosalía (calle Cardenal Espínola)… Y todo ello, sin contar los de muchas hermandades, los que se exponen en la provincia y los que se colocan en las propias casas, algunos de ellos elaborados artesanalmente con una escrupulosidad a la altura de los más populares.

Inmovilizados 17.400 kilos de embutido por incumplir las normas de calidad

jamónEntre otras infracciones, se comercializaban productos de cerdo blanco de Italia como ibéricos. Facua exige conocer la identidad de la empresa implicada.La Consejería de Agricultura y Pesca ha inmovilizado 17.400 kilos de embutidos y otras piezas (jamón, paleta y caña de lomo) que una empresa sevillana tenía a la venta sin cumplir con las normas de calidad establecidas en el Real Decreto 1469/2007 y presentar defectos en el etiquetado. Entre otras infracciones, se ha comprobado que estos productos no reúnen los requisitos exigidos para su comercialización como ibéricos ni en lo que se refiere a su certificación, ni en cuanto a las garantías de trazabilidad, según un comunicado de la junta de Andalucía. La Consejería ha detectado además que la empresa comercializaba productos cárnicos de cerdo blanco procedente de Italia bajo la denominación de ibéricos.

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La cinta andaluza ‘Yo, también’, galardonada en el Festival de Cine Europeo de Lecce (Italia)

La película ‘Yo, también’, participada por Canal Sur Televisión, que posee los derechos de Antena de la cinta, ha sumado tres nuevos premios en el Festival de Cine Europeo de Lecce, capital situada en la región italiana de Apulia.

   Según un comunicado de la entidad, ‘Yo, también’, de los directores Antonio Naharro y Álvaro Pastor bajo la producción de Alicia Produce y Promico Imagen, ha recibido el Premio Especial del Jurado, ex aequo, con la producción eslovena ‘9:06’, además del Premio Especial del Público y el Rotary Club Gallipoli, dotado con 5.000 euros.

   Desde su estreno en el Festival de San Sebastián en septiembre de 2009, donde ganó dos Conchas de Plata a la mejor actriz –Lola Dueñas– y al mejor actor –Pablo Pineda–, la película continúa acumulando numerosos galardones dentro de su ya «extenso» palmarés, fruto de su «extraordinaria» aceptación en los

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