Solución a la Madrugada

La Madrugada llevaba años pidiendo a gritos un replanteamiento y parece que por fin han sido escuchadas sus ‘plegarias’. No era para menos, puesto que el reparto de tiempos había quedado obsoleto y las cofradías –que no paran de crecer en número- se pisaban en la calle unas con otras. El diagnóstico era sencillo, pero no así la solución. De hecho, se llegaron a presentar más de una decena de propuestas y casi todas ellas flaqueaban en algún punto. Por ejemplo, la idea de recortarle tiempo al Jueves Santo se topó con rechazo frontal de las corporaciones de este día.

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La Exaltación

exaltacionEl paso de misterio de la Hermandad de la Exaltación es uno de los más sobrecogedores de la Semana Santa de Sevilla. No en vano, representa el momento en el que Jesucristo, clavado ya en la cruz, es levantado y fijado al suelo por cuatro verdugos para su escarnio público. Asimismo, aparecen en la escena el Buen Ladrón y el Mal Ladrón (que correrían la misma suerte instantes después), así como dos centuriones montados a caballo que supervisan toda la ejecución.  Pero la iconografía no termina ahí, ya que en cada esquina del canasto surge un ángel mancebo (adulto). En el pasado contenía más figuras incluso, tales como el hombre que portaba una escalera, el que hacía sonar la trompeta para convocar al pueblo y el que vociferaba la sentencia.

Como no podía ser de otra forma, todo gira en torno al Santísimo Cristo de la Exaltación, una obra fechada en la segunda mitad del siglo XVII. Se cree que fue iniciada por el escultor Luis Antonio de los Arcos y rematada por su suegro, Pedro Roldán, tras mudarse el primero a Cádiz. No obstante, la blandura que presentan ciertas partes de su anatomía sugiere que también intervinieron otros miembros de su taller. Sea como fuere, la culminación fue portentosa. Es un Cristo de 1,77 metros de altura que mira hacia arriba y está cubierto únicamente por un paño de pureza.

Su rostro, girado hacia la izquierda y suspendido en una posición intermedia entre el suelo y el cielo, no transmite rabia ni dolor, sino más bien la actitud de quien está dispuesto a perdonar, creando una estampa muy ajustada al barroco sevillano. Para concluir, añadiremos  que el Cristo de la Exaltación fue restaurado por Ricardo Comas a principios de los ochenta, recibe culto en la iglesia de Santa Catalina (actualmente en obras, por lo que se ha trasladado temporalmente a la parroquia de San Román) y procesiona el Jueves Santo junto a la Virgen de las Lágrimas. 

Pasión, el cénit de Martínez Montañés

No existe ningún documento que acredite que Nuestro Padre Jesús de la Pasión fue tallado por Juan Martínez Montañés, pero todos los indicios hacen indicar que fue así. Es Hermandad de Pasiónmás, algunos de sus coetáneos aseguraban que el imaginero jiennense, en su interior, se sentía tremendamente orgulloso de esta obra, más que de ninguna otra, hasta el punto de que cada Jueves Santo tenía una silla reservada en la puerta de la iglesia para ver su salida procesional. Además de ser su autor, probablemente fue también su primer devoto. Se decía, incluso, que los costaleros viraban el paso hasta donde se encontraba, un gesto que se repite ahora cuando pasa por la escultura que fue dedicada al autor en la Plaza de El Salvador. 

Leyenda al margen, la imagen data de comienzos del siglo XVII y fue terminada posiblemente entre los años 1610 y 1615. Fue elaborada en madera policromada para vestir, de ahí que todo lo que no cubre la túnica esté tallado cuidadosamente y el resto de su cuerpo (brazos y torso, principalmente) quedara desbastado. Sus extremidades superiores están articuladas para permitir la sujeción a la cruz, mientras que el peso de su figura recae sobre su pierna izquierda, apoyada en una peana. La inclinación hacia ese lado transmite sensación de avance agotador por la carga que lleva sobre sus hombros.

Y qué decir de su rostro, portentoso se mire desde donde se mire, con el cabello humedecido y y el semblante abatido, donde se entremezclan los tonos claroscuros. Cuando vemos al Cristo de Pasión, ya sea en la Iglesia del Salvador o en la calle, no contemplamos una escultura, sino a una persona singular con la que es imposible no empatizar. Tiempo atrás, tras haber rezado delante de él durante un buen rato, el entonces Arzobispo de Sevilla, D. Antonio Despuig y Dameto, le detectó un “defecto” y se lo hizo saber a sus allegados: “Le falta respirar”, afirmó.