¿Se han preguntado alguna vez qué significa el vocablo ‘NO8DO’ que aparece en el emblema mayor de Sevilla y de dónde procede? La respuesta no es sencilla, pero trataremos de explicarla de la mejor manera posible. Para empezar, diremos que este lema es muy parecido a los que aparecen en los escudos de armas de otras ciudades europeas y que tiene una base religiosa, pues toma las sílabas iniciales de la expresión latina ‘Nomine Domini’, que traducida al español viene a ser ‘en el nombre de Dios’. Sin embargo, la madeja (8) que está situada entre ambas abreviaturas ha dado pie a múltiples interpretaciones y la mayoría de ellas ven en este símbolo algo más que un simple nexo.
Ya en el siglo XVII, Diego Ortiz de Zúñiga escribió un libro en el que daba por hecho que el NO8DO era un jeroglífico que jugaba con su pronunciación popular (No-Madeja-Do ), que se escribiría correctamente como ‘No me ha dejado’. Esta deducción, elaborada sin fundamentos sólidos, sirvió como punto de partida para una leyenda muy extendida y que tiene como protagonista a Alfonso X el Sabio. Éste sufrió una rebelión liderada por su propio hijo (Sancho IV) y cuando se sintió derrotado sólo encontró refugio en Sevilla, ciudad que finalmente fue amnistiada. Así, el rey decidió crear un lema como señal de agradecimiento a la única capital que no le abandonó y de esta manera oficializó el NO8DO.
Otra teoría asegura que este criptograma (‘No me ha dejado’) hace referencia a la ayuda divina de la Virgen María que recibió Fernando III para conquistar Sevilla y expulsar a los musulmanes. Otro monarca mucho más cercano en el tiempo, Alfonso XIII, dio un discurso en Sevilla en 1926 mientras se ultimaban los detalles de la Exposición Iberoamericana y su conclusión final versó sobre la leyenda expuesta anteriormente: “Al señor Alcalde de Sevilla, le ruego que en mi nombre dé las gracias a la ciudad por la cariñosa acogida que nos ha dispensado. Decid a los sevillanos que si un rey Alfonso dio a Sevilla el galardón de que en su escudo pusiera la frase ‘No me ha dejado’, otro rey Alfonso dice que él nunca dejará a los sevillanos”.
El pasado sábado 11 de mayo de 2013 tuvo lugar una salida extraordinaria de la Virgen de los Reyes con motivo de la celebración del Año de la Fe. El recorrido fue el mismo que el de cada 15 de agosto, pero no fue una procesión al uso, ya que imperaba el ritual del rosario de la aurora. De esta manera, el cortejo estuvo formado nada más y nada menos que por 400 personas y los costaleros hicieron un esfuerzo para acompasarse a la estructura de los rezos. No hubo banda de música, ni cera, ni autoridades en la presidencia, pero sí megafonía y solemnidad religiosa durante dos horas que se hicieron cortas para sus devotos.
No es la primera vez que mencionamos a Pedro I y probablemente tampoco será la última. Como recordarán, en el siglo XIV este rey de Castilla era apodado por sus detractores como ‘El Cruel’ y por sus defensores como ‘El Justiciero’, fiel reflejo de que no dejaba a nadie indiferente. Sus andanzas por Sevilla dieron pie a varias leyendas y la que hoy nos ocupa tiene que ver con un asunto de honor. Una noche, mientras paseaba solo por el centro de la ciudad, se topó con uno de los Guzmanes, familia que apoyaba a su hermano bastardo en la lucha por el trono, y el encuentro fortuito terminó con un choque de espadas. Pedro I acabó con la vida de su oponente, creyendo que nadie le había visto, pero se equivocaba, pues una anciana que miraba por su ventana distinguió perfectamente el chasquido de sus rodillas, conocido problema de nacimiento que le hacía caminar con dificultad.
más, algunos de sus coetáneos aseguraban que el imaginero jiennense, en su interior, se sentía tremendamente orgulloso de esta obra, más que de ninguna otra, hasta el punto de que cada Jueves Santo tenía una silla reservada en la puerta de la iglesia para ver su salida procesional. Además de ser su autor, probablemente fue también su primer devoto. Se decía, incluso, que los costaleros viraban el paso hasta donde se encontraba, un gesto que se repite ahora cuando pasa por la escultura que fue dedicada al autor en la Plaza de El Salvador.
Más allá del propio crimen, lo verdaderamente significativo de esta historia que entremezcla la leyenda con la realidad es que un joven escultor presenció la escena. Hablamos del utrerano Francisco Antonio Ruiz Gijón, que quedó tan impresionado con la agonía del gitano en sus últimos momentos de vida, que decidió inspirarse en él para tallar el Cristo de la Expiración. Esta imagen fue un encargo de una corporación que acababa de fundarse en las afueras de Triana y que compartía sede con la Virgen del Patrocinio, de más antigüedad. En cualquier caso, poco después, en 1689, ambas hermandades se fusionaron en una sola y establecieron el Viernes Santo como día de salida penitencial.
Simbolizaba un campo de batalla y los generales practicaban en el tablero sus estrategias militares. Consciente de que este divertimento no era su fuerte, Al Mu’tamid pidió a su protegido, Ibn Ammar, que le representara en la partida. Fue una sabia decisión, ya que tras un intenso duelo mental, su discípulo proclamó el jaque mate. Alfonso VI respetó el pacto, retiró su ejército y se llevó el tablero y las piezas de ébano y sándalo como amargo recuerdo de su derrota.
curiosas y ávidas de morbo. Cuenta la leyenda que, cuando las llamas se apoderaron de la pira, el aire caliente levantó la falda de la mujer, dejando sus partes íntimas a la vista de la muchedumbre, que lo celebró con vítores. Sin embargo, el júbilo se transformó en un silencio expectante cuando una de las personas que presenciaba el ‘espectáculo’ decidió salir en su ayuda. Se trataba de Leonor Dávalos, criada de la ajusticiada, quien no pudo reprimir el impulso de proteger el honor de su señora.
algunos vigilantes de seguridad, tanto en el pasado más lejano como en el no tan lejano, se negaron a hacer las rondas en solitario ante el temor de ser abducidos. Ya en tiempos más recientes, el propio Plácido Fernández Viagas, antiguo presidente de la Junta de Andalucía, reconoció haber vivido una experiencia paranormal dentro del edificio, lo cual deja a las claras que no estamos ante unos testimonios aislados, independientemente de que se crea en la parapsicología o no.
Fue inaugurado en 1852, es decir, en pleno Romanticismo, como respuesta al crecimiento demográfico y las necesidades de la ciudad de concentrar en un mismo lugar a todos los fallecidos. Anteriormente los sevillanos eran enterrados principalmente en iglesias o en cementerios improvisados, tales como el de El Prado de San Sebastián, el de Los Pobres, el de los Canónigos o el de San José (Triana). A diferencia de estos, el nuevo estuvo bien organizado desde el primer momento a través de la alineación de cipreses, el árbol fúnebre por excelencia, aunque también hay muestras de palmeras, laureles, romeros, cedros, etc. Todo el recinto se encuentra presidido por la regia figura del Cristo de las Mieles, cuya leyenda ya abordaremos en otro momento.