Pese a las firmes amenazas de la Unesco, la Catedral, el Archivo de Indias y el Real Alcázar no entrarán en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro este año. Ya comentamos en su momento que la polémica construcción de la Torre Pelli había puesto en entredicho este prestigioso sello, pero al final el sentido común ha terminado por imponerse. También ha influido, todo hay que decirlo, la defensa a ultranza de nuestra ciudad que realizó Juan Ignacio Zoido durante el debate del último Comité celebrado en San Petesburgo (Rusia), convenciendo a todos los países que pregonaban inicialmente la incompatibilidad entre el rascacielos y los tres monumentos más importantes de la ciudad. No en vano, las enmiendas fueron aceptadas sin ningún voto en contra.
Como argumentos, Zoido expuso que la Torre Pelli está situada lejos del centro de la ciudad y separada por un río, incidió en la legalidad de su
edificación y recordó los beneficios que acarreará para los sevillanos tanto en términos de riqueza. Así pues, cumplido el objetivo, se puede decir que todo ha quedado en un susto y que Sevilla ha salvado un ‘match ball’ decisivo de cara a su imagen en el exterior. No obstante, el alcalde ha tenido que comprometerse a no construir en el futuro ningún edificio más de gran altura en las cercanías del casco antiguo y, como muestra de buena voluntad, organizará en el capital hispalense un encuentro internacional de expertos para abordar el concepto de paisaje histórico urbano y arquitectura moderna.
Así las cosas, la controversia del impacto paisajístico de la Torre Pelli quedará reducida al ámbito local y el rascacielos seguirá creciendo a buen ritmo. De hecho, está previsto que en un plazo de dos meses alcance su techo, es decir, los 178 metros de altura planificados por el arquitecto César Pelli. Y cuando llegue ese momento, desde su cúspide se podrá divisar el Coto de Doñana y el mar en días de buena visibilidad. Sin duda, una experiencia que resultaría utópica de no haberse levantado semejante edificio.