El techo de Andalucía

Una vez edificadas sus últimas plantas, la Torre Pelli se ha convertido en el edificio más alto de Andalucía gracias a sus 178 metros de altura. Le ha arrebatado el primer puesto a las Torres de Hércules de Los Barrios (Cádiz), un moderno centro de negocios que alcanza los 126 metros y fue inaugurado en octubre de 2009. El tercer puesto en el ranking regional lo ocupa la Torre Laguna (Almería), un enorme inmueble de 105 metros que alberga tanto viviendas como oficinas. Su construcción, como la de casi todos los edificios imponentes, generó mucha polémica e incluso llegó a los tribunales, aunque las obras pudieron finalizarse en 2011.

Continuar leyendo «El techo de Andalucía»

El contador de verdades (II)

chaves nogalesIILa trayectoria profesional de Manuel Chaves Nogales no siempre fue reconocida públicamente. De hecho, fue concluir la guerra civil y su nombre, como el de muchos otros republicanos, se convirtió en tabú en la España franquista. Pero la gran diferencia con respecto a otros exiliados es que su memoria tampoco volvió con la transición democrática, quizás porque ya llevaba demasiado tiempo muerto (1944). Ha sido en la última década cuando, verdaderamente, se ha realzado su figura con publicaciones de todo tipo (artículos, libros, documentales…) y, como suele decirse, más vale tarde que nunca.

Dicen sus biógrafos que tenía el don de la ubicuidad: siempre estaba en el lugar y en el momento preciso. Así, conoció la Francia ocupada por los nazis, la Rusia comunista, el desierto africano bajo influencia española y el Londres bombardeado. Escribía sin ambages y con un lenguaje que encandilaba a los más exigentes y al mismo tiempo era accesible para los menos apegados a la lectura. Era republicano, de izquierdas y de talante moderado, pero no se casaba con nadie. Si tenía que denunciar lo absurdo de una política del gobierno de Azaña o las injusticias que sufría el proletariado, lo hacía, de ahí que llegara a granjearse en las altas esferas el apodo de ‘el crítico insobornable’.

Tampoco le intimidaba el creciente poder de Hitler. Tanto es así que, tras entrevistar a su ministro de propaganda y mano derecha, Joseph Goebbels, no dudó en calificarle como “ridículo e impresentable”, palabras que le valieron para ser incluido en la lista negra de la Gestapo. Además, advirtió a la sociedad de la existencia de los campos de concentración cuando la razón humana aún no había digerido que aquello pudiese ser verdad. Antes, en plena guerra civil, se alineó firmemente del lado rojo, aunque terminó realmente asqueado de la contienda en general. Buena prueba es su libro  ‘A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España’, en el que culpó a “la peste del comunismo y del fascismo” de los males de España, apostillando con una frase memorable: “Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos: para un español quizá sea eso un lujo excesivo».

Cuando los sublevados cercaron Madrid, Chaves Nogales huyó a Francia y poco después a Londres, donde falleció poco antes de que finalizara la II Guerra Mundial. Sus restos aún descansan en la capital inglesa, pero su historia sigue viva en su ciudad natal, Sevilla. No en vano, un documental sobre su persona, elaborado por una productora sevillana y titulado ‘El hombre que estuvo allí’, ha sido nominado recientemente para los Premios Goya. 

El prolífico Maestro Quiroga

maestro quirogaA Manuel López-Quiroga Miquel dejaron de llamarle muy pronto por su nombre y durante toda su madurez fue conocido como el ‘Maestro Quiroga’. Nació en Sevilla el 30 de enero de 1899 y aunque aprendió el oficio de su padre, que era un artesano grabador, su verdadera pasión era la música. Un organista le introdujo en ella y al poco tiempo ya era el encargado de tocar el órgano de la Iglesia de los Jesuitas. No satisfecho con sus innegables cualidades innatas, quiso aprender de los mejores y por eso ingresó en el Conservatorio Municipal para estudiar solfeo y piano con Rafael González, composición con Eduardo Torres y armonía con Luis Mariani.

A los 24 años estrenó su primera obra, la zarzuela ‘Sevilla, ¡qué grande eres!”, título que refleja perfectamente su arraigo a la ciudad, y a renglón seguido presentó ‘El cortijo de las matas, Presagio rojo’, que cosechó un éxito rotundo. En 1929 hizo las maletas y se mudó a Madrid para progresar como artista y ampliar su agenda de contactos. En la capital de España instruyó a principiantes y se dedicó a componer sin pausa. Buena prueba de ello es que a más de 5.000 canciones llevan su firma y muchas de ellas causaron furor en la España de la posguerra.

Cabe destacar que el Maestro Quiroga se hacía cargo exclusivamente de la música, pero siempre estuvo rodeado de los mejores letristas (Antonio Quintero, Salvador Valverde, Rafael de León) y vocalistas (Juanita Reina, Estrellita Castro, Concha Piquer) para crear conjuntamente piezas excelentes, tales como ‘María de la O’, ‘Tatuaje’,’ La Zarzamora’, ‘La Parrala’, etcétera. En pleno auge de la copla, sus acordes también llegaron al cine, y más concretamente, a las películas folclóricas que proliferaron entre 1940 y 1960. Una década después fue nombrado Consejero de Honor de la Sociedad General de Autores de España y siguió recibiendo distinciones por sus méritos hasta que falleció en 1988.    

La actriz de la copla

marifetrianaNo todo el mundo sabe que Marifé de Triana nació en Burguillos (1936), aunque si adoptó el nombre del barrio con más solera de Sevilla para su apellido artístico no fue por casualidad, sino porque vivió buena parte de su infancia allí. Y además, en su salsa, pues su carácter encajaba a la perfección en aquel arrabal, que encontraba motivos para la alegría incluso en plena posguerra. Su padre, que era contratista de obras públicas, murió cuando ella solo tenía 9 años y al poco tiempo decidió dejar los estudios para intentar labrarse un hueco en el mundo del espectáculo. Sin embargo, aún era demasiado pequeña para ganar dinero, los ingresos escaseaban en casa y su madre hasta se vio obligada a vender la máquina de coser. Y cuando ya no había nada más que vender, tomó la determinación de llevarse a sus cinco hijos a Madrid.

María Felisa Martínez López, que era como realmente se llamaba Marifé, se ganó su primera oportunidad de una manera un tanto peculiar. Un día acompañó a su hermana mayor, costurera de profesión, a casa de unos clientes para tomar medidas de unas cortinas y durante la espera se puso a canturrear emulando a Juanita Reina. La sirvienta del hogar se quedó asombrada y en cuanto llegaron los propietarios instó a la niña a repetir su demostración. Y fue entonces cuando su anfitrión ocasional, el señor Lombardía, utilizó sus contactos y le gestionó una actuación en Radio Nacional de España de la mano del locutor David Cubedo, que fue quien le puso el sobrenombre.

Esa aparición pública le valió para introducirse en varias compañías que hacían giras por el territorio nacional y en una de ellas el promotor Juan Carcellé le ofreció estrenarse en solitario en el Coliseo de Price (Madrid), donde se ganó al público. Llegados a este punto, las discográficas se pelearon por ella y con razón, pues en cuanto la canción ‘Torre de arena’ empezó a sonar en las radios se convirtió en un éxito rotundo. Tras este vinieron otros ‘hits’ como ‘La loba’, ‘13 de mayo’, ‘Romance de Zamarrilla’ o ‘Quién dijo pena’, por lo que su ascensión a la fama fue meteórica. Tanto es así que los críticos la catalogaron como ‘La actriz de la copla’ por su capacidad para emocionar y transmitir sentimientos a través de la música.

Marifé de Triana falleció hace solo unos meses a la edad de 76 años y fue homenajeada a través de distintos actos, destacando especialmente el que tuvo lugar en el Teatro de La Maestranza. Antes de morir también recibió varias distinciones, entre ellas la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo  en 2011.

Las bondades del AVE

ave¿Sevilla es especial porque siempre estuvo conectada al mundo? ¿O siempre estuvo conectada al mundo porque es especial? Responder a esta pregunta es tan difícil como resolver el enigma de qué existió primero, el huevo o la gallina. Lo que está fuera de toda duda es que desde tiempos inmemoriales la humanidad se ha afanado en llegar a Sevilla, primero a través de la Vía Augusta, posteriormente explotando la navegabilidad del río Guadalquivir y así hasta llegar a los tiempos de las autopistas, los aeropuertos y demás. Hoy, no obstante, nos detendremos principalmente en el AVE, que fue inaugurado el 21 de abril de 1992 con motivo de la Exposición Universal.

Es muy significativo que el primer tren de alta velocidad español uniera la capital del país con Sevilla y no con otras ciudades punteras como Barcelona, Valencia o Bilbao. Su velocidad punta de 300 kilométros por hora fue un avance importantísimos  en su día y 20 años después sigue estando muy lejos de la obsolescencia. Tanto es así que el 66% de los turistas que recibió Sevilla en el pasado mes de mayo llegaron a través del AVE, según datos  del Instituto Nacional Estadístico (INE). Cifras que dejan a las claras que este medio de transporte sigue siendo el preferido para los desplazamientos nacionales.

La misma fuente desvela que los viajeros que arriban en Sevilla a través de este tren son, en su mayoría, madrileños, catalanes y valencianos, al margen de los propios andaluces, obviamente. Además, el tráfico ha registrado un incremento del 20% con respecto al año anterior gracias, en gran medida, a la bajada de precios que la compañía Renfe puso en marcha hace sólo unos meses. Atrás quedaron aquellos tiempos en los que atravesar Despeñaperros era una odisea tanto para la gente del norte como para la del sur. 

O’Donnell en blanco y negro

Retomamos nuestro recorrido histórico por el callejero de Sevilla haciendo una parada en O’Donnell.  Antiguamente se llamaba calle de la Muela y reunía al gremio de los sombrereros en unos tiempos en los que casi todo el mundo llevaba algo en la cabeza. Con el tiempo también se convirtió en el foco del espectáculo, ya que en sus locales se instalaron los principales teatros de la ciudad, como por ejemplo el Gran Kursa o el inolvidable Café París, y también los cines más vanguardistas, como es el caso del Palacio Central, del que hablaremos detenidamente en el siguiente artículo.

Hoy día, prácticamente todos esos edificios han sido reemplazados por otros más modernos  que albergan oficinas, tiendas de ropa, restaurantes de comida rápida, etc. aunque los románticos aseguran que el aroma de lo que un día fue aún no se ha evaporado del todo. En cualquier caso, cuando hablamos de O’Donnell, hablamos de la calle con mayor actividad comercial de Sevilla, pues ya cuenta con más establecimientos que su vecina Sierpes. La mayoría de ellos venden productos textiles, aunque también podemos encontrar zapatos, joyas, productos de decoración, perfumes, libros, etcétera.

¿Y de dónde viene el nombre de O’Donnell? Pues de Leopoldo O’Donnell, militar y político español que aglutinó los títulos de Duque de Tetuán, Conde de Lucena y Vizconde de Aliaga. Ascendió al poder gracias a sus habilidades en el campo de batalla durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), en la que se alineó en el bando isabelino pese a tener a su padre y a sus hermanos en las filas del enemigo. En su agitado ‘currículum’ también consta la participación en varias sublevaciones, la residencia en el exilio durante un tiempo (Francia) y la presidencia del consejo de ministros en dos etapas. Como anécdota, cabe destacar que tras la victoria en la Guerra de África, ordenó acampar a sus tropas a las afueras de Madrid para preparar una entrada triunfal en la capital de España, algo que finalmente nunca sucedió. Sin embargo, lo que sí consiguió es que durante su prolongada estancia en esa ubicación llegaran comerciantes de zonas aledañas, y fue así como nació el barrio de Tetuán de las Victorias.

Unidos por la sangre y la comedia

Sevilla y su provincia han sido cuna de grandes escritores desde tiempos inmemoriales y hoy hablaremos de dos ellos que compartían la misma sangre: los hermanos Álvarez Quintero. Serafín y Joaquín nacieron con apenas dos años de diferencia en Utrera a finales del siglo XIX y desde pequeños empezaron a interesarse por la literatura. De hecho, siendo adolescentes ya estrenaron su primera obra en el Teatro Cervantes de Sevilla, titulada ‘Esgrima y Amor’. El gran éxito obtenido invitó a su padre a trasladarlos a la capital hispalense, donde encontraron trabajo en el Ministerio de Hacienda. Allí, entre el trajín burocrático, surgieron nuevas ideas que fueron plasmadas en la tranquilidad del hogar.

Unos años después decidieron dejar su profesión para dedicarse por completo a su vocación y se instalaron en Madrid, donde se especializaron en el género de la comedia de costumbres. Lejos de olvidar sus raíces, ambientaron casi todas sus obras en Andalucía y pusieron en relieve tanto su dialecto como sus tradiciones sin caer en los falsos estereotipos. Así, su estilo giró en torno a unos diálogos fluidos, optimistas, ingeniosos y divertidos, con pinceladas de humor.  En ocasiones se les achacó que sus composiciones carecían de crítica social, pero lo cierto y verdad es que se ganaron el reconocimiento absoluto de lectores y espectadores, así como de la inmensa mayoría de los críticos literarios.

Además de dramaturgos, los Álvarez Quintero fueron poetas (hicieron incursiones en la lírica), periodistas (colaboraron con distintas publicaciones de España e Hispanoamérica) y lingüistas (fueron miembros de la Real Academia Española). Curiosamente, siempre escribieron al alimón e incluso después del fallecimiento del hermano mayor (1938), Joaquín siguió firmando sus escritos con el nombre de los dos hasta el día de su muerte (1944). Algunas de sus obras más importantes son ‘El ojito derecho’, ‘Las flores’, ‘Mañana de sol’, ‘Las de Caín’, ‘Doña Clarines’, ‘Los Galeotes’, ‘Ventolera’, etcétera.

Las hazañas de Daoíz (II)

En 1807, la España de Carlos IV y la Francia de Napoleón Bonaparte firmaron el Tratado de Fontainebleau, que acordaba un ataque conjunto a Portugal y el posterior reparto del territorio luso. Pero las verdaderas intenciones de los galos quedaron al descubierto cuando, en lugar de atravesar sin pausa la península ibérica hasta llegar a su teórico objetivo, se acantonaron en las ciudades españolas y empezaron a controlarlas sin disimulo. Luis Daoíz tuvo que lidiar con ese grave contratiempo en Madrid, donde se concentraban el mayor número de tropas francesas. En un primer momento intentó aplacar los ánimos por las buenas, instando al gobernador a que mandara un mensaje de tranquilidad a los vecinos para hacerles ver que eran aliados. Pero los acontecimientos fueron tomando un cariz violento y ya no le quedó más remedio que pasar al plan B.

Junto a otro militar de gran prestigio, Pedro Velarde, urdieron un alzamiento general que no tuvo ningún seguimiento por el desgobierno y la tibieza que imperaba en la Corte. Sin embargo, la llama que no prendieron las autoridades fue prendida por los madrileños, quienes, hartos de soportar las vejaciones perpetradas por los soldados franceses, se rebelaron contra ellos con más corazón que cabeza. La situación se volvió insostenible y Joaquín Murat, que estaba al mando de las tropas galas, les dio manga ancha a sus hombres para que acabaran con el motín. Una de sus órdenes directas fue mandar un destacamento de 80 unidades al Parque de Artillería de Montelón para que no se fabricara más munición. Allí estaba Luis Daoíz y se armó el célebre 2 de mayo de 1808.

El enfrentamiento fue inevitable y con menos de 20 efectivos, el sevillano logró resistir y aguardar la ayuda de Pedro Velarde, que llegó con los refuerzos suficientes para conseguir la rendición de los franceses. El conflicto entre ambas naciones había estallado definitivamente y ya no había marcha atrás. Prácticamente sin tiempo para pensar y previendo la respuesta inmediata de Francia, ambos militares decidieron hacerse fuertes en el parque y reclutaron un pequeño ejército de defensa reclutando incluso a ciudadanos sin experiencia con las armas. Daoíz se situó en la puerta para dirigir cuatro cañones que hicieron estallar en pedazos a muchos enemigos durante horas. Sin embargo, la diferencia numérica de soldados y la escasez de munición terminaron por decantar la balanza del lado de los invasores.

Daoíz, con una herida en el muslo y sin soltar el sable de su mano, resistió estoicamente hasta que sus fuerzas se agotaron por completo. Unos soldados suyos corrieron el riesgo de trasladarle a su casa con la esperanza de que se recuperase, pero fue en vano. Al igual que casi todos los que trataron de proteger el parque, falleció, pero sus muertes no quedaron en saco roto, ya que sirvieron para alentar la insurrección contra los franceses en toda España.

Sus restos descansan en el Monumento a los héroes del Dos de Mayo de Madrid que se edificó en Madrid en el año 1840. Sevilla también le rindió su particular homenaje en la Plaza de la Gavidia, lugar en el que nació, primero con una placa (1852) y posteriormente con una estatua (1889) que recuerda perennemente su gallardía.

Las hazañas de Daoíz (I)

Detrás de la expresión ‘se armó el 2 de mayo’ se esconde la participación de un sevillano en un acontecimiento muy importante en la historia de nuestro país. Hablamos de Luis Daoíz, nacido en 1767 en el seno de una familia aristocrática de nuestra ciudad. Se crió en lo que hoy es la Plaza de la Gavidia, en una propiedad de sus abuelos maternos, los condes de Miraflores de los Ángeles. Estudió en el colegio jesuita de San Hermenegildo y, a instancias de su padre, ingresó en el ejército con tan solo 15 años, un hecho que no sorprende tanto si se analiza la tradición militar de su familia. No en vano, sus antepasados, oriundos de Navarra, participaron en las milicias de la Reconquista y en la célebre batalla de Las Navas de Tolosa.

Una vez expulsados los musulmanes, fueron premiados con privilegios y tierras en el sur de España, concretamente en Gibraltar, El Puerto de Santa María, Medina Sidonia, Sanlúcar de Barrameda, etc. Y si terminaron llegando a la capital hispalense fue gracias al amor que sintió su padre por la sevillana Francisca Torres Ponce de León. El matrimonio tuvo cuatro descendientes, siendo Luis el más ambicioso de todos. Buena prueba de ello es que con 25 años ya había alcanzado el grado de teniente de artillería, después de haber destacado tanto en el arte de la esgrima en la defensa de Ceuta como en la compañía de minadores en Orán (Argelia). Pero sus méritos no habían hecho sino comenzar. En 1794 participó en la Guerra del Rosellón y terminó siendo capturado por los franceses, quienes, a sabiendas de que era valioso por su poliglotía y sus conocimientos matemáticos, le ofrecieron cambiarse de bando, pero Daoíz lo rechazó de plano. Por suerte, tras la rúbrica de la Paz de Basilea, fue liberado y volvió a Andalucía.

Lejos de apartarse de la guerra, fue reclutado de nuevo para combatir a los ingleses, que habían sitiado Cádiz con una flota descomunal en 1797. Sin embargo, su astucia con una lanchera permitió hundir a varios buques del almirante Nélson y decantar la balanza del lado de la Armada española. Su éxito en las aguas le valió para conseguir condecoraciones de la Marina, ascender a capitán de artillería y embarcar en el prestigioso navío San Ildefonso rumbo a América, donde tenía la misión de defender las colonias. En 1802 regresó a la península y fue destinado a Sevilla para llevar a cabo una función científica en la Real Fundición de Bronces. Pero en cuanto las balas volvieron a silbar, se puso en marcha de nuevo con su regimiento de artillería y luchó en la Segunda Guerra de Portugal. Poco después, solicitó un traslado definitivo a Madrid y aquella decisión le permitió estar en el lugar y en el momento oportuno para pasar a los anales de la historia, pero de ese episodio ya hablaremos en el siguiente artículo.