El barbero más universal

‘El barbero de Sevilla’ no es una ópera cualquiera, sino una de las más representadas en el mundo. Inspirada en la obra de Beumarchais que lleva el mismo nombre, fue compuesta por el italiano Gioachino Rossini en 1883 y estrenada en el Teatro Argentina de Roma, donde ocurrió absolutamente de todo. Cuentan las crónicas que uno de los intérpretes rompió una de las cuerdas de su guitarra, otro se resbaló, cayó el suelo y continuó cantando con la nariz ensangrentada, un gato negro atravesó el escenario en medio de la función… Hay quien dice que el estreno fue saboteado por la competencia y otros piensan que se estrenó demasiado pronto; sea como fuere, acabó en desastre.

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El vínculo de Mozart con Sevilla

Wolfgang Amadeus Mozart no necesita presentaciones, ya que está considerado como uno de los músicos más influyentes de la historia. Sin embargo, no todo el mundo sabe que, pese a no haber viajado nunca a Sevilla, ambientó dos de sus óperas en nuestra ciudad (‘Las bodas de Fígaro’ y ‘Don Giovanni’, ésta última inspirada en Don Juan Tenorio). Por esta razón, Sevilla decidió homenajearle con un monumento que fue inaugurado bajo una lluvia torrencial el 5 de diciembre de 1991, coincidiendo con el bicentenario de su muerte. Aquel mismo día, la Sinfónica de Sevilla dio un concierto en la Catedral ante nada más y nada menos que 9.000 personas e interpretó la famosa pieza del austriaco ‘Requiem’.

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El jardín olvidado

Dicen que las mejores esencias se guardan en frascos pequeños, y esta afirmación le viene como anillo al dedo al Jardin de la Caridad, ya que, pese a tener unas dimensiones muy modestas, consigue embelesar a todo el mundo. Para el que ande despistado, hablamos de un jardín con más de cien años de historia que está situado junto al Teatro de la Maestranza. Fue el Hermano de la Mayor de la Hermandad de la Caridad quien, a finales del siglo XIX, solicitó dichos terrenos al Cabildo Catedralicio para que el hospital que lleva el mismo nombre tuviese una zona verde.

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La actriz de la copla

marifetrianaNo todo el mundo sabe que Marifé de Triana nació en Burguillos (1936), aunque si adoptó el nombre del barrio con más solera de Sevilla para su apellido artístico no fue por casualidad, sino porque vivió buena parte de su infancia allí. Y además, en su salsa, pues su carácter encajaba a la perfección en aquel arrabal, que encontraba motivos para la alegría incluso en plena posguerra. Su padre, que era contratista de obras públicas, murió cuando ella solo tenía 9 años y al poco tiempo decidió dejar los estudios para intentar labrarse un hueco en el mundo del espectáculo. Sin embargo, aún era demasiado pequeña para ganar dinero, los ingresos escaseaban en casa y su madre hasta se vio obligada a vender la máquina de coser. Y cuando ya no había nada más que vender, tomó la determinación de llevarse a sus cinco hijos a Madrid.

María Felisa Martínez López, que era como realmente se llamaba Marifé, se ganó su primera oportunidad de una manera un tanto peculiar. Un día acompañó a su hermana mayor, costurera de profesión, a casa de unos clientes para tomar medidas de unas cortinas y durante la espera se puso a canturrear emulando a Juanita Reina. La sirvienta del hogar se quedó asombrada y en cuanto llegaron los propietarios instó a la niña a repetir su demostración. Y fue entonces cuando su anfitrión ocasional, el señor Lombardía, utilizó sus contactos y le gestionó una actuación en Radio Nacional de España de la mano del locutor David Cubedo, que fue quien le puso el sobrenombre.

Esa aparición pública le valió para introducirse en varias compañías que hacían giras por el territorio nacional y en una de ellas el promotor Juan Carcellé le ofreció estrenarse en solitario en el Coliseo de Price (Madrid), donde se ganó al público. Llegados a este punto, las discográficas se pelearon por ella y con razón, pues en cuanto la canción ‘Torre de arena’ empezó a sonar en las radios se convirtió en un éxito rotundo. Tras este vinieron otros ‘hits’ como ‘La loba’, ‘13 de mayo’, ‘Romance de Zamarrilla’ o ‘Quién dijo pena’, por lo que su ascensión a la fama fue meteórica. Tanto es así que los críticos la catalogaron como ‘La actriz de la copla’ por su capacidad para emocionar y transmitir sentimientos a través de la música.

Marifé de Triana falleció hace solo unos meses a la edad de 76 años y fue homenajeada a través de distintos actos, destacando especialmente el que tuvo lugar en el Teatro de La Maestranza. Antes de morir también recibió varias distinciones, entre ellas la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo  en 2011.

Caridad del Guadalquivir

Originariamente, la Hermandad del Baratillo sólo ponía un paso en la calle: el de la Virgen de la Piedad con el Cristo Hdad del Baratillode la Misericordia en su regazo, tallas ambas del escultor sevillano Emilio Pizarro de la Cruz. Con el transcurso de los años se fueron incorporando las figuras de San Juan, María Magdalena y los Santos Varones, pero llegó un momento en el que los hermanos sintieron la necesidad de contar también con otro paso que estuviera presidido por una imagen mariana. Este deseo se hizo realidad a partir de la Semana Santa de 1926, aunque existen distintas teorías para explicar lo sucedido en los primeros años.

Una versión asegura que durante un tiempo la Virgen de la Piedad dejó su lugar a María Magdalena en el misterio y fue trasladada al paso de palio, mientras que otras fuentes señalan que la que se mecía entre los varales era otra virgen, concretamente, la primera que realizó el entonces adolescente José Rodríguez Fernández-Andes. En cualquier caso, lo que está fuera de toda duda es que, cinco años después, en 1931, este mismo autor concluyó la Virgen de la Caridad que hoy conocemos, la cual, durante un periodo breve, adoptó la advocación de Soledad. Su belleza, que está fuera de toda duda y se distingue de las demás por la frontalidad de su rostro, sus cejas fruncidas y sus labios entreabiertos, encandiló desde el primer momento a todo El Arenal.

Y no hablamos de un barrio cualquiera, sino de uno de los de más solera de nuestra ciudad. No en vano, tiene una ubicación privilegiada, a medio camino entre Triana y el centro histórico y cerca de todo lo que huele a sevillanía. Precisamente su proximidad a la Real Maestranza de Caballería ha establecido un fuerte vínculo entre la hermandad y los toreros, aunque artistas de otros campos también han sentido la tentación de acercarse a la Hermandad del Baratillo ‘motu proprio’. Uno de ellos, Paco Lola, miembro del grupo Albahaca, adaptó una de sus canciones como marcha procesional y fue así como vio la luz ‘Caridad del Guadalquivir’, una de las composiciones más exitosas de los últimos tiempos, la cual se ha ganado formar parte de la banda sonora de nuestra Semana Santa.

La Catedral del Toreo

Aunque nos parezca una tradición contemporánea, lo cierto y verdad es que los orígenes de la tauromaquia se remontan a la antigua Roma, cuando se introducían a los uros (una raza bovina que ya quedó extinguida) en los circos para que fuesen cazados por los nobles a los ojos del público.  En la Edad Media, este tipo de animales también formaban parte de espectáculos festivos en sitios abiertos y a veces, como es lógico, generaban el caos debido a su bravura. Quizás fueron los incidentes los que provocaron que el hombre probase a enfrentarse a ellos a caballo y está documentado que en el siglo XVI, Carlos I de Inglaterra y su mano derecha, el Duque de Buckingham, participaron en un rejoneo durante su visita a España. No obstante, siempre hubo escuderos a pie que distraían al toro o lo guiaban hacia el lugar ideal para que el valeroso caballero tuviera el honor de matarlo.

De forma progresiva y constante, el arte del toreo fue evolucionando hasta tal y como lo conocemos hoy pese a la firme oposición de algunos prelados y monarcas. En Sevilla, la historia de la tauromaquia está estrechamente ligada a la de la Maestranza. Tras dar Felipe V su permiso, la orden de la Real Maestranza de Caballería decidió edificar en 1733 su propia plaza en el monte del Baratillo, la primera que tuvo forma ovalada en Real Maestranza de caballeríanuestro país (anteriormente eran rectangulares). Antes de que se levantara ya había corridas en la capital hispalense, pero fue su construcción la que aglutinó la afición de los sevillanos por los toros. Obviamente, su aspecto actual no tiene nada que ver con el de entonces. Poco a poco fueron incorporándose a la estructura (que inicialmente fue de madera y posteriormente de piedra) las dependencias, los palcos, la Puerta del Príncipe, la cubierta, la solería, los pasillos interiores, etc.

A principios del siglo XX, el arquitecto Aníbal González llevó a cabo una profunda remodelación del coso y no sólo cambió la piedra por el ladrillo, sino que cimentó de nuevo todo el tendido con una pendiente más suave y elegante. El resultado fue impecable y ya en aquel momento era consideraba como lo que es hoy día: la plaza más bella e importante de España y la mayor cuna de toreros del mundo. Por su arena han pasado las grandes figuras de la tauromaquia, tales como Joselito el Gallo, Pepín, Juan Belmonte, el Niño de la Palma, Chicuelo, Pepe Luis Vázquez, Cagancho, Curro Romero, Carlos Arruza, Manolete, José Tomás… Se puede afirmar sin miedo al error que ningún diestro ha sido encumbrado en su profesión sin salir a hombros de la Maestranza. Por eso la llaman la ‘Catedral del Toreo’.

La metamorfosis de la Feria

Resulta paradójico que la Feria de Abril, una de las manifestaciones más castizas de Sevilla, fuese promovida inicialmente por un catalán (Narciso Bonaplata) y un vasco (José María de Ybarra) en 1846. Ambos, a la sazón concejales de la ciudad hispalense, habían oído de hablar de las dos ferias anuales (una en abril y otra en septiembre) que se celebraban siglos atrás durante el reinado de Alfonso X el Sabio y remitieron una propuesta al Cabildo Municipal para recuperarlas. El alcalde, Conde de Montelirio, trató de convencerles de que esa idea estaba condenada al fracaso porque ya existía una muestra de mucho tirón en Mairena del Alcor, pero tras la insistencia de los dos ediles terminó dando su brazo a torcer. Eso sí, sólo autorizó una de ellas: la primaveral.

 

Así pues, durante los días 19, 20 y 21 de abril de 1847 se celebró la primera edición en el Prado de San Sebastián, que en esos momentos formaba parte de la periferia de la ciudad. Alrededor de sus 19 casetas se comerció con chacinas, dulces, vinos, licores, y sobre todo, con ganado. Al fin y al cabo, la feria había sido concebida principalmente para la compra y venta de caballos, bueyes, carneros, toros…y las escasas fotografías que se conservan dan buena fe de que el terreno se convirtió por momentos en una especie de dehesa densamente poblada. El éxito fue rotundo y las crónicas cifraban una asistencia aproximada de 75.000 personas sumando a autóctonos y forasteros.

 

Desde su concepción, la Feria también estuvo estrechamente ligada a los acontecimientos taurinos y las mejores corridas se reservaban para esas fechas. Por aquel entonces ya era una estampa habitual que los aristócratas y los ganaderos más prósperos se desplazaran desde el Real hasta la Plaza de la Maestranza en carruajes. Se puede decir que esa es una de las pocas cosas que no han cambiado, ya que con el paso del tiempo la fiesta ha ido evolucionado y desmarcándose de lo que fue en su origen. Una de las razones que explican la metamorfosis es que fue seduciendo a todos los sevillanos independientemente de su condición social. Y claro, al disparase la demanda, la oferta no sólo se multiplicó, sino que también se diversificó. Así, fue necesario construir una pasarela (el origen de lo que hoy es la Portada) que servía como paso elevado y evitaba aglomeraciones, se habilitaron zonas de baile, se fomentaron las comidas en grupo, se instalaron atracciones de ocio… hasta transformarse en lo que hoy conocemos como la Feria de Abril de Sevilla.

Un teatro onírico

Cuando se dice que Sevilla “tiene mucho arte”, la frase no sólo hace referencia a la simpatía de su gente, sino también al hecho de que esta ciudad ha sido cuna de grandes artistas y parada obligatoria para los genios que no nacieron aquí. Así pues, no es de extrañar que en la capital hispalense coexistan tantos teatros de calidad: Central, Quintero, La Cuadra, Lope de Vega, La Fundición, Alameda, Maestranza, etc. Hoy hablaremos de éste último, ya que está considerado uno de los mejores teatros vanguardistas de España. Su construcción partió de un concurso convocado 1986 por la Diputación de Sevilla, que era la propietaria del solar, con la idea de crear un centro cultural polivalente que fuese capaz de albergar eventos de diversa índole.

El proyecto ganador, el de Aurelio del Pozo y Luis Marín, tuvo bastante consideración con el pasado de la zona y permitió conservar la fachada del antiguo edificio del Cuartel de la Real Maestranza de Artillería que se ubicaba allí mismo, y esa es la explicación de por qué el teatro adoptó ese nombre. Las obras, que tuvieron un presupuesto de 1.600 millones de las antiguas pesetas, se prolongaron durante varios años y dieron como resultado un hermoso edificio cilíndrico con capacidad para 1.800 espectadores. El 2 de mayo de 1991 fue inaugurado por la Reina Sofía y sólo unos días después se celebró el primer espectáculo: un espectacular concierto de ópera que reunió nada más y nada menos que a Jaime Aragall, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, José Carreras, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Pilar Lorengar y Juan Pons. O lo que es lo mismo, la crème de la crème.

Gracia a su acústica regulable, el recinto puede acoger representaciones teatrales, de flamenco, ballet, zarzuelas, ópera, música clásica… En resumen, todo lo que nuestros sentidos más refinados pueden imaginar y soñar. Y todo ello, sin olvidar que es sede de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Hay que decir también que el Teatro de la Maestranza le debe mucho a su privilegiada ubicación. Y es que, habiendo sido levantado en un barrio tan carismático como El Arenal y teniendo ‘vecinos’ tan prestigiosos como la Plaza de Toros, la Catedral, el Real Alcázar, la Torre del Oro y el río Guadalquivir, el éxito estaba prácticamente garantizado.

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La ópera más joven del Maestranza

teatroUn batallón de escolares alumbra su versión sui géneris del cuento ‘Hänsel y Gretel’. El Teatro de la Maestranza acogerá este sábado dos pases de la ópera Hänsel y Gretel, una adaptación del popular cuento de hadas en tres actos que llega al cartel del coliseo del Paseo de Colón con una singularidad: en su producción han participado un batallón de escolares que han podido empaparse de lo que cuesta producir una ópera desde la trastienda, algo que, a tenor de sus declaraciones, les ha dejado un poso tan positivo que tienen todas las papeletas para, cuando sean mayores, engordar el patio de butacas del Maestranza o de cualquier otro teatro.Y en buena medida, de eso se trataba, de crear cantera y hacerles más atractivas y asequibles y menos elitista las concepciones que traían de casa antes de que el profesor les propusiese participar en esta iniciativa «pionera a escala nacional», como recalcaron ayer sus adalides.

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