Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, de homenaje.

Me gustaría que hoy recordáramos las sevillanas de El Pali.
O que habláramos de Sevilla, viene a ser lo mismo, como él decía.
Paco, el pali, nace en Sevilla en 1928.
En 1970 graba su primer disco de sevillanas. Es el primer solista que sepamos.

Se le conoce como el trovador de Sevilla. Sus sevillanas cantan las tradiciones de “mi tierra”.
Su voz, inolvidable, desgarrada, quedará en la memoria de todos los sevillanos.

Y por si se ha olvidado…
“Sevilla tuvo una niña
Y le pusieron Triana.”

¿Para cuándo un reconocimiento de Triana al Pali,
el primero que cantó sevillanas, por seguirillas trianeras?

¿Hasta cuándo una respuesta de su barrio de El Arenal?
“Arenal de Sevilla, y olé,
Torre del Oro”

Y no me digan que hay que morirse, porque Paco murió en 1988.
¿Falta memoria, falta agradecimiento, faltan medios?

¿No será que falta la sevillanía que a él le sobraba?

Cigarreras, toreros, aguaores, chumberos, gitanitos de la cava, capataces, mujeres con pañoleta, coches de punto, caracoles y cabrillas, búcaros finos, camarones de la Isla, los barbos, el de la nieve, el Postigo de la sal, el Postigo del aceite, el Altozano, la calle Pureza, la esperanza de Triana, las buñoleras, el maletilla, el Barranco del pescao…

¿A quién no le cantó el Pali?

A mí en esta Feria me gustaría bailar al son de sus sevillanas.

¡Espero que alguien se dé por aludido!

Y ya no valen más plaquitas de cerámica en Triana.
Se trata de un homenaje como se merece una persona, que cantó el costumbrismo de su Sevilla.
Escuchando sus letras se entiende cómo era la Sevilla de principios del XX.
Escuchando sus letras recuperamos parte de nuestra historia local.

Queda dicho.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos y de homenaje a El Pali.

 

Manuela Sosa Martin.

Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, de sevillanas inéditas.

Ya se acerca la Feria. Ya huele a pescaito.
Ya se ve el alumbrao.
Me pregunto qué pensarán, qué sentirán los extranjeros.

Les han vendido el paquete completo y aquí los tenemos, plano en mano y mirando con asombro.
Nosotros estamos acostumbrados, a la luz y a la belleza de Sevilla.
¿Nos entenderán?

El habla, no, porque mira que hablamos rápido. Cortamos las palabras. Las suplimos con gestos y damos por supuesto que los demás nos entienden.
Nosotros nos entendemos.
El que quiera aprender más que haga un curso de andaluz.

Ya se acerca la Feria y Sevilla se está llenando de gente forasta, como dice mi vecino.
O sea, forasteros, extranjeros: forastas.

Como tenemos que repasar el baile y el cante por sevillanas, os paso éstas de mi tío. Auténticamente inéditas. En primicia para los amigos de Sevilla.

“Por la canal de tu pecho
muchos suspiros salieron
salieron por tu boquita
se enredaron en tu pelo

Aquellos ojos negros
que tú tenías,
me cautivaron siempre
de noche y día.”

¿Entenderá la letra uno de Suecia?

Y como siempre mezclando las dos fiestas grandes de Sevilla

“Párala tú costalero
costalero párala.
Quiero rezarle una salve
a la Madre Celestial.

Que yo la quiero,
que yo la quiero.
La quiero como a mi madre
que está en el Cielo.”

Y seguro que el costalero para el paso, para que mi tío le cante la salve por sevillanas. ¡Seguro!
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Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.

Buenos días de picaresca sevillana.

El dueño de un cortijo de Coria del Río, le debía un favor al señor arzobispo de Sevilla.

Decidió mandarle para Navidad doce pavos vivos.

Escogió a unos de sus trabajadores del campo y le dijo: “Fulanito, mañana coges los doce mejore pavos del corral y se los llevas al arzobispo de Sevilla.

Aquí tienes la tarjeta con la felicitación y el número de pavos que le mando.

Mañana sales al alba y te plantas allí antes del mediodía.”

Coge la tarjeta y dicho y hecho.

A la mañana siguiente escoge entre los pavos los doce mejores, coge la vara y se encamina a Sevilla.

De Coria del Río a Sevilla hay doce kilómetros. En esa época los trabajadores del muelle o de la tabacalera lo recorrían como si fuera un paseo entre nubes.

Pero, claro, con los pavos hay que ir a otro ritmo y guiándoles con la vara.

A la altura de Gelves, el hombre, cansado ya de apavear. Piensa:” Hay que ver, mis chiquillos pasando hambre y el señor arzobispo con doce pavos.”

Y así dándole y dándole vueltas a la cabeza se le ocurrió la idea.

Le retuerce el cuello a un pavo, el más gordo, y lo esconde en una alcantarilla de la carretera.

Aliviado, sabiendo que sus hijos cenarían bien esa Noche Buena, canturreando por lo bajinis, llega el hombre al palacio arzobispal

Lo recibe un palaciego, le entrega la tarjeta y los once pavos.

Se iba tan feliz el hombre cuando el arzobispo en persona le hace gente;

“¡Oiga, oiga, pavero!

Mande usted, ¿ qué se le ofrece?

Pues mire que la tarjeta dice: Aquí le mando doce pavos y los cuento y solo hay once.

¡Ah, once!

Si, buen hombre once y la tarjeta dice doce.

¡Ah, doce!

Sí, y los cuento y solo hay once.

¡Ah, once!

Pero la tarjeta dice doce

¡Ah, doce!

Y así, una y otra vez.

Cansado el arzobispo le dice. Oiga, ¿no había en su pueblo otro más tonto que usted?

No señor, soy el más tonto por eso me han mandado, sirvo para pocas cosas y para no parar a los otros el amo me ha dicho que viniera yo.

Pues vaya usted, alma de Dios, y dígale a su amo que me ha mandado once pavos,

¡Ah, once!

Sí pero la tarjeta dice ahí le mando doce pavos.

¡Ah, doce!

Ande, ande váyase que no hay forma de que entienda usted nada.

No señor nada. Quede con Dios.

Vaya usted con él.”

Cuando el hombre se vio libre del arzobispo, las alpargatas echaban humo y le daban en el culo de tanto como corría.

Sacó el pavo de la alcantarilla, llegó corriendo a su casa y le dijo a su mujer:

“Esta noche los chiquillos cenan como el arzobispo, toma esta pava.

Pero, marido, este pavo,¿ por qué? Porque no sé contar y porque soy tonto

Por eso hoy cenaremos como el arzobispo”

Ni a su mujer le dijo la verdad. Lo que nace con uno, debe morir con uno

No hace falta añadir moraleja.

En cortijo grande el que es tonto se muere de hambre.

El pavero se hizo pasar por tonto y comió a cuerpo de rey,

de rey arzobispal.

¡Cuántos paveros han tenido que espabilar en nuestra tierra!

Me quedo con ellos, así comeré caliente,

Buenos días, amigos de Sevilla.

Buenos y de picaresca sevillana.

 

Manuela Sosa Martin.

Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, a la carta.

A petición de una amiga, hoy vamos a hablar de Doña María Coronel.
Hablar de ella es hablar de Pedro I, el cruel, de Doña María de Padilla, de Juan de la Serna, su esposo, de su hija Leonor, de Doña Blanca de Castilla, antes de Borbón, de Doña Aldonza, su hermana, de la Torre del Oro, y por supuesto de Sevilla.

Se conoce su nacimiento, su ascendencia, su familia, su esposo, su hija, su hermana y varios acontecimientos de su vida social.
No todos los historiadores se ponen de acuerdo.
Eran tiempos difíciles. Había guerras casi continuas por la posesión de los distintos reinos. Había amores cruzados y sobre todo hay mucha leyenda en torno a esta mujer sevillana.

Para situarnos, sin demasiadas fechas, su vida transcurre en el siglo XIV.

Como siempre, dejo a los estudiosos el análisis de la vida social y política de este siglo.
Confiando en que con tantas rencillas, tantas guerras, tantos señoríos, tanta mezcla de familias, y con tantas insidias, que a veces llegaron al asesinato, no se pierdan demasiado.
Yo recuerdo haberlo estudiado, supongo que pasaría un examen, y a lo mejor, hasta lo aprobé.
Hoy, no me apetece meterme en estos berenjenales.

Fue la primogénita de un poderoso noble castellano, Don Alfonso Fernández Coronel, y de su favorita Doña Leonor, se supone que de la familia de Guzmán el Bueno, con la que tuvo cinco hijos.
Se casa con el infante Juan Alfonso de la Serna, descendiente del rey Sabio y del rey francés Luis IX.
Parece que entre ellos había un parentesco de sangre, en segundo o tercer grado.
Tuvieron una única hija, Leonor, que falleció doncella, o mocita, o soltera, según el término empleado en cada siglo.
Se dice que, Leonor, está enterrada en Sevilla, en el convento de Santa Inés.

Yo, ya, casi me estoy perdiendo. Y eso que sólo digo lo esencial para poder conocer la existencia, no muy feliz, de esta mujer.
Para no perderme más, termino con su familia. Su esposo fue asesinado o mandado asesinar por Pedro el Cruel.

¡Y vamos con Pedrito!
Nos os cuento sus orígenes, sólo parte de su vida.
Murió asesinado por su hermanastro Enrique II de Trastámara.

Entre su nacimiento y su muerte, dejando de lado los hechos bélicos y políticos, este hombre fue un perseguidor de mujeres.
Se casó con la princesa francesa Doña Blanca de Borbón, y a los tres días de casado la abandona – no se saben las causas- la encierra en el castillo de Arevalo, y se va con su amante Doña María de Padilla.
Las consecuencias de estos hechos desencadenarán actos bélicos, asesinatos, insidias, ambición de poder, etc.
Sus amores con María de Padilla eran alternados con otros amoríos. Y tanto era el escándalo, que hasta el Papa tuvo que intervenir.

¡Si un programa de cotilleo cogiera esta historia, tendrían material para varias temporadas!

Se encapricha de Doña Aldonza, hermana de María Coronel.
La hace suya, como se decía en el lenguaje de la época, y la instala en la Torre del Oro.
Dice la leyenda que esta Torre le sirvió como escondite de sus amantes.
Mientras, a María de Padilla la tenía instalada en el Alcázar.
Y, por si esto no fuera suficiente, los partidarios de Doña Blanca de Borbón, pretendían que mantuviera relaciones conyugales con ella, y así hacerse con el reino de Castilla.

Viuda ya, Doña María Coronel, Pedro I, se encapricha de ella.
La dama no accede a su cortejo y esto emberrenchina más a Don Pedro, que usa toda su influencia como rey, y todas sus artes de seducción como hombre.

Y aquí empieza la leyenda.
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Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.

Vamos hoy con otra mujer que visitó Sevilla en el verano de 1919.
Poetisa chilena, de la que voy a contar rasgos de su belleza y de su personalidad.
Sus poemas los dejo a vuestro criterio. Podréis encontrar algunos de sus libros, en librería de viejo, y quién sabe si en Internet.

En el siglo XX, quitando a Concha Espina y a Emilia Pardo Bazán, la literatura era un mundo de hombres.
Y mira por donde, aparece en escena Teresa Wilms.
Mujer hermosa y bohemia.

Abandonó a su marido y se fugó a Buenos Aires con el poeta Huidobro.
Anteriormente había sido la amante de Max Ernest, en Paris.
Esto propició que todos los poetas empezaran a elogiar su obra, con la secreta intención de meterle mano.

Se entiende, en parte, si contemplamos sus retratos.
Según sus contemporáneos, era guapísima, bellísima y estupendísima.
De sus poemas no he oído referencias dignas de comentar. Se ve que su belleza copó su arte.

Escapó de Nueva York porque la creyeron una espía alemana. Y así recaló en España.
Los españoles creyeron que era una diosa mundana y todos querían besar al santo.
¡Somos de otra raza!

En Madrid cortó oreja y rabo.
Julio Romero de Torres la retrató al óleo.
S. M. Alfonso XXIII, que sentía fascinación por ella, le regaló una alhaja en forma de cruz.
Pero no hay duda que los mejores presentes fueron las opiniones de los poetas.

De ella dijo Huidobro:
“Es la mujer más grande que ha producido América. Perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia.”

¡Qué falta de delicadeza para las mujeres españolas!

Y el colmo, fue el comentario de Juan Ramón Jiménez, poco dado a los elogios.
En su estilo poético más puro escribió de ella:
”Tú das una cosa que no es la usual, pero que puede serlo desde que tú la tocas. Tus caminos son otros, otros que son uno, uno, en el momento mismo en que tú pones en ellos tu pie, tu planta, mística tú, diferente de todas las místicas”

¿Qué pensaría Zenobia de Camprubí, su esposa, amiga y secretaria? Y además excelente escritora y traductora de la obra de Tagore.

Teresa se suicidó en Paris a los veintiocho años.
Final muy propio de la época romántica, que aún en sus postrimerías seguía haciendo estas gracias.

Vivió intensamente la vida. Fue querida y admirada, y tomó la decisión de acabar con todo.
¿Cansada? ¿Aburrida?
¡Tonta!

Ramón Gómez de la Serna, al conocer la noticia dijo.” Fue una mujer hermosa a la que persiguieron los hombres”

Dejo, a los amigos de Sevilla, un esbozo de la personalidad de esta mujer que conquistó a todos y se perdió a sí misma.
Bella, bohemia, mística…
¿Sería feliz?

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos y de otra persona ilustre que nos visitó.

 

Manuela Sosa Martin.

Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, de Viernes Santo.

Hoy, no me atrevo a decir nada del sol y mucho menos de las nubes.
¡Vaya jugarreta! ¡Vaya tarde de Jueves Santo!

No se me ocurre más que mirarlo de forma positiva.
Se despacharon, como se dice aquí, más cafelitos y los barriles de cerveza se vaciaban con alegría.
Confío que esto haya remediado algo el sector cafeterías y bares. La gente se había echado a la calle, se había engalanado, trajeado y enmantillado y no era plan de volver a casa.

Me cuentan que las iglesias se llenaron, los Oficios estuvieron concurridos y en los bares no cabía un alfiler.
Y yo me pregunto si se llenaron para rezar, o para refugiarse.
Y si se entraba en los bares a consumir o a guarecerse de la lluvia.
Lo primero queda en el alma de los fieles. Lo segundo se notará en las cajas de los establecimientos.

Lo que no se puede negar es que Sevilla estaba en la calle. Había ansías de ver algo y se hizo lo que se pudo.

La madrugá ha sido el consuelo y la alegría de los cofrades.
Sevilla estaba en la calle, engañando el sueño y el cansancio. Con esperanza. Sintiendo el frío tan hondo como la devoción. Con las lágrimas empañando la vista, con la plegaria en los labios, con la fe en su Virgen y en su Cristo.
Aguantando la bulla. Meciéndose al ritmo de las marchas. Hablando con desconocidos. Subiendo al hombro a los pequeños para que no se pierdan ningún detalle, para que la tradición y el amor a la Semana Santa se prolongue en ellos.
Por fin, este año, ha salido la madrugá. Y los sevillanos se han quitado esa espinita.

Como nos dice Antonio Machado:
“En el corazón tenía
la espina de una pasión.
Logré arrancármela un día.
Ya no siento el corazón.
¡Ay, dulce espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada!”

Pues, sí.
Los sevillanos nos hemos sacado esa espinita, pero a diferencia del poeta, nuestro corazón sigue vivo y sintiendo la Semana Santa.

Cada uno a su manera.
Algunos por devoción y otros por el valor estético de la belleza.
Y las dos posturas son buenas.
La fe mueve montañas, y la belleza alimenta el espíritu.
¡Ojalá! (Dios lo quiera, en árabe), que la tarde no se estropee.
Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos y de Viernes Santo.

 

Manuela Sosa Martin.

Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días de Jueves Santo.
Y con sol!

“Tres días hay en el año.
que relucen más que el sol:
Jueves Santo, Corpus Cristi
y el Día de la Ascensión.”

De momento este jueves ha salido reluciente. !Qué dure!

Y qué dure porque la jornada es larga. Hoy nos vamos a echar a la calle y no va a haber quién nos recoja.

Vamos a visitar los Sagrarios, ver los Pasos en sus Templos, asistir a los Oficios- potestativo- y ver las calles llenas de cofradías, a cual más bonita.
O sea, Sevilla, en su Semana Santa.

Lo de los Oficios es para aquellos que lo sientan y a los que respeto. Pero ver Sevilla en todo su esplendor es de obligado cumplimiento.

Se picotea una mijilla por dónde se pueda y cómo se pueda.
Una tapita en un bar, por hacerle algún gasto, y si no un bocadillo de casa.
Se prepara un bolso grandecito, echamos una botella de agua, unos bocadillitos que no pringuen mucho, unas galletitas y ¡a disfrutar!
Hay que coger fuerzas y energía. Los cuerpos se quejan y además no se nutren de belleza. Son cuerpos. ¿Si fueran almas?

Y hay que coger una prenda de abrigo. ¡No se os olvide!
¡Y a la Madrugá!
A atracarse de Vírgenes, Cristos, nazarenos, penitentes, costaleros, hermanos aguaores, cirios e incienso.
¡Qué me gusta el olor del incienso!
¡Cuántos recuerdos me trae!

El incienso, que los árabes llaman alhucema.
Lo aportaron a nuestra cultura. Les debemos muchas cosas, y entre ellas ésta.
Sobre todo Sevilla. Recordemos lo que hizo por ella el rey Almutamid, el rey poeta, el primer novio de la ciudad.

Pido perdón porque mi saludo os llega hoy tarde.
Tengo una excusa.
Había unas nubes tontorronas en el cielo y he estado soplándolas, para ponerlas en fila y que desagüen a lo largo del Guadalquivir. Ahí no molestan a nadie y se van caminito de la barra de Sánlucar.
¿Creéis que me han hecho caso?
Nada. Las muy díscolas siguen ahí.
¡Ay, ay, me das más miedo que un nublao!

¡Y os dejo, os dejo! Voy a ver si las meto en vereda.
Echadme una mano, vamos a soplar todos.
¡No os vayáis a equivocar y las mandéis para la Plaza Nueva!
Hoy, está ahí el cogollito del bueno.
¡Mira qué suerte San Fernando con lo mal que me cae!
No es nada personal, es que con Almutamid nos iba mucho mejor.
¡Ay, la historia!
¡Qué me voy! ¡Qué se me rebelan las nubes!
¡Las muy, muy!

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días de sol y nubes.

Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, de Martes Santo.

Todos los días de Semana Santa son especiales en Sevilla.
Cada uno de ellos es doblemente especial para los nazarenos, si es el día que procesionan con su hermandad.

Es un día de nervios, de expectación por el clima, de regocijo devoto, de ilusión cofrade.
Es: Un día especial.
Para mí lo es el martes. Soy hermana de la Candelaria y he salido, muchos años, desde que admitieron mujeres.

Fue una decisión muy controvertida. No todas las hermandades querían admitirnos e incluso dentro de la propia hermandad los había a favor y en contra.
Recuerdo mi primera estación de penitencia con tanta emoción que aún, hoy, me dura.

Al quitarme el capirote dentro de la iglesia, algunos hermanos mi miraban con recelo, algunos con estupor, algunos con descontento, algunos me miraban sin verme. Tanta era su expresión de desprecio, que chocaba con la devoción, y con el respeto al derecho de la mujer.
Algunos aún siguen haciéndolo.

Afortunadamente para el colectivo hombre, la mayoría se sentía nuestros hermanos.
Yo había cumplido un sueño que anhelaba desde que era niña y no me importaba lo que pensaran.
¡Yo iba a salir de nazarena!

Empecé mi andadura como debe ser. Primer tramo de Cristo.
Era la primera pareja detrás de la cruz de guía.
Deciros lo que sentí, y cómo lo disfruté, me sería difícil. Coparía la página entera y eso no es.

Desde mi casa, como mandan las normas, salí vestida e investida de nazarena.
Fui por el camino más corto y haciendo honor a mis titulares, sin llamar la atención. Llevando con dignidad, con humildad y con recogimiento mi túnica nazarena.

Siempre he salido con el Paso de Cristo, Nuestro Padre de la Salud.
Y siempre me la concedió para poder acompañarlo.

Los últimos años iba delante de Él.
Oyendo su respiración, escuchando las saetas que le cantaban con esa oración honda, hecha cante, con la que canta el pueblo de Sevilla.
Y, como soy humana, luciendo con orgullo, mi cirio con contera.
Es el honor que recibimos los que llevamos años procesionando.

Ya hace unos años que no salgo.

Sigo sintiendo el mismo cosquilleo que el primer día y el Martes Santo es para mí especial.

Un día, o a lo mejor esta tarde os contaré algunas anécdotas que me pasaron.

Doy gracias a la vida por haberme permitido vestir la túnica de la Candelaria.
¡Ay, esos Jardines de Murillo!
El silencio, la oscuridad. Las dos filas de nazarenos con el cirio, en la cadera, como si fueran las antorchas que guiaran los pasos de los costaleros. Como luciérnagas en la noche de Sevilla. Como estrellas sostenidas con nuestras manos. Como un adelanto de cielo.

Y la paciencia de toda esa gente que esperaba horas hasta que pasábamos.

Hay que vivirlo. No se puede contar.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos y de Martes Santo.

 

Manuela Sosa Martin.

Los buenos días de Manuela.

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, de Lunes Santo.

Como dice el poeta:
“El clima de Sevilla en primavera es caprichoso como una mujer temprana.”

No voy a discutir con el poeta, ni soy quién.
Pero sí, el clima es caprichoso en primavera.
En Sevilla y en todos los lugares en los que la climatología separa el invierno del verano, con esta estación.

La primavera la sangre altera y la primavera altera la salida de las cofradías.
Altera y alterna.
Depende de las horas de salida y de la mayor o menor voluntad de los hermanos cofrades.
Hay algunas hermandades que ante la menor posibilidad prefieren sacar sus pasos, aunque el palio se moje o al Cristo lo duche la lluvia.
Los restauradores también tienen que vivir.

Y, como hay que vivir, hoy es día de trabajo.
Y,Sevilla seguirá con su rutina laboral.
¡Divina rutina!
Y entre trabajo e ilusiones, llegaremos al jueves.

Los hay que tienen suerte, doble, y los pasos pasan por la puerta de su lugar de trabajo. Sí, los pasos, pasan.
Entonces todos hacen una paradita y se asoman a la ventana o a la puerta.

Y de eso quería hablar.
Hay muchos nazarenos que tendrían que trabajar el día que su hermandad hace estación de penitencia.
Ya lo tienen hablado y ese día descansan, cambian el turno con un compañero o quitan el día de uno de sus vacaciones.
Lo mismo ocurre para los hermanos costaleros.

Pues de eso quiero hablar.
Este año hay quien se ha puesto el parche antes de que le salga el grano.
Hay quienes han prohibido que sus trabajadores hagan cualquier tipo de permuta.
Y la explicación ha sido clara.
En ningún lugar de la geografía española ocurre esto.
Las cofradías salen el domingo o a partir del jueves.
En el norte de España no sé, pero en Andalucía hay cofradías que procesionan durante toda la semana.

No voy a hablar ni de política económica ni de sociología. Voy a hablar de tradición y de humanidad.

O mejor, no voy a hablar de nada.
Sencillamente os lo cuento.

Hoy es lunes santo, y el sol o la lluvia, salen para todos.
Para ti solamente, no.
¡Para todos!
¡Mejor que nadie me tire de la lengua!

Buenos días, amigos de Sevilla.
Buenos días, sin distinción, para todos.

 

Manuela Sosa Martin.