Cuando viajamos a otra ciudad, sentimos la necesidad de conocer todos sus encantos maximizando el tiempo y minimizando el esfuerzo. Por ello, consultamos foros especializados, pedimos consejos a la agencia de viajes, escuchamos las recomendaciones del personal del hotel… Toda información es valiosa para que nuestra experiencia sea lo más grata posible. Sin embargo, hay veces en las que nos sentimos algo perdidos y no tenemos más remedio que recurrir a nuestro propio instinto, ése que nos puede hacer la estancia más divertida… o más frustrante, según cómo lo tengamos de desarrollado.