Probablemente ninguna otra ciudad del mundo sin mar haya tenido tanta relación con los barcos como Sevilla a lo largo de los siglos. Desde la lejana época tartesa, pasando por los años posteriores al descubrimiento de América, sin olvidar las atarazanas y la modernización del siglo XIX, hasta llegar a su último largo capítulo, el que va desde 1946 hasta hace tan sólo unos días. Obviamente, su historia no habría sido tan longeva si el Guadalquivir no hubiera sido el único río navegable de España, aunque ni siquiera la particularidad de su cauce ha impedido que el astillero desaparezca.
Ha habido momentos de todos los colores: de esplendor, de alegría, de incertidumbre, de desesperación, de lucha… En plena posguerra se inició la construcción de la factoría que hoy conocemos y fue como una bombona de oxígeno en términos industriales y de empleo. El mismísimo Franco vino a la capital hispalense para inaugurarla en 1953, dando el pistoletazo de salida a un enorme y ambicioso proyecto. Tanto es así que la plantilla de trabajadores llegó a contarse por miles (alcanzó la cifra de los 5.000) y en épocas de bonanza, como la de la década de los setenta, se llegaron a construir nada más y nada menos que once navíos en tan sólo un año.
Pero dicen que todo lo bueno se acaba y a partir de 1993 la actividad del astillero fue menguando sin visos de detenerse.
Comenzaron los recortes, esa palabra que tan de moda está actualmente pero que ni mucho menos es nueva, y la factoría terminó tomando el camino de la privatización sin ningún éxito. De hecho, al ser traspasada al propietario del astillero de Huelva, las cosas no mejoraron y cada vez eran más los trabajadores que eran despojados del oficio de toda su vida. Y es que la competencia de los países asiáticos, capaces de levantar barcos a la velocidad de la luz y venderlos a un precio mucho menor, redujo notablemente la demanda. En cualquier caso, los trabajadores protestaron todo lo que pudieron y más durante estos años, denunciando que la administración les había dejado de lado, pero el cierre de la planta ya es un hecho, puesto que los contratos de los últimos 58 empleados de Astilleros de Sevilla expiraron el pasado sábado 30 de diciembre en cumplimiento del ERE. Así pues, desgraciadamente, los hombres de los barcos han dicho adiós.