Revisión al puente de Las Delicias

El puente de las Delicias fue construido entre 1988 y 1990 con vistas a la Exposición Universal de 1992 y tenía un objetivo muy claro: sustituir al viejo puente de Alfonso XII.

Por aquello de respetar el pasado, ambos puentes convivieron un par de años, si bien la mayor funcionalidad del nuevo terminó por enterrar al antiguo.

Situado entre el puente del V Centenario y el de Los Remedios, cruza el río desde la avenida Cardenal Bueno Monreal hasta la avenida Juan Pablo II y tiene una particularidad muy específica: es levadizo.

En realidad, los ingenieros que lo diseñaron (Leonardo Fernández Troyano y Javier Manterola Armisen) lo concibieron como un doble puente móvil con tableros independientes, uno para el tráfico rodado de automóviles y otro (que va en paralelo) para el tráfico férreo de mercancías.

Cuando ambos se levantan, posibilitan la entrada de grandes embarcaciones en la ciudad.

La estructura del puente de las Delicias se asienta sobre dos grandes pilares centrales que tienen forma de barca no por una cuestión arquitectónica, sino como un guiño al extinto puente de barcas de Triana.

En la parte hueca de los mismos, se encuentra toda la maquinaria necesaria para el accionamiento de la parte móvil, la cual ha sufrido varias averías recientemente.

muelle de las delicias
Muelle de las Delicias

La última de ellas se produjo el pasado mes de marzo, cuando estuvo seis días inoperativa e impidió no sólo la llegada de barcos, sino también la salida de los que ya se encontraban en la capital hispalense.

Por esta razón, la Autoridad Portuaria ya ha sacado a licitación un proyecto para mejorar su funcionamiento y evitar los fallos eléctricos e hidráulicos que, ocasionalmente, han impedido su apertura en los últimos tiempos.

El presupuesto rondarán el millón de euros y los trabajos deberían concluir entre finales de 2016 y principios de 2017.

Un tesoro oculto en Tomares

El pasado 27 de abril sucedió algo inesperado en el municipio sevillano de Tomares. Concretamente, en el Parque del Olivar del Zaudín, donde se estaban realizando unas obras de canalización.

Allí lo rutinario se convirtió en extraordinario cuando los operarios descubrieron accidentalmente nada más y nada menos que 600 kilos de monedas romanas, o lo que es lo mismo, decenas de miles de ellas.

Estaban guardadas en 19 ánforas, y, aunque hay algunas bañadas en plata, la mayoría son de bronce y pesan entre ocho y diez gramos.

“Se trata de un hallazgo que, aún por estudiar y analizar, ya podemos calificar de una importancia enorme. Es un conjunto único con poquísimos paralelos.

Desde luego, en la historia del Imperio Romano y del Bajo Imperio Romano en España, no conocemos nada similar”, ha afirmado Ana Navarro, directora del Museo Arqueológico de Sevilla”.

Las ánforas halladas no son como las que se utilizaban para transportar vino y aceite. De hecho, son más pequeñas, por lo que puede que fuesen diseñadas específicamente para guardar dinero. ¿Y por qué estaban almacenadas en un mismo lugar?

Si bien aún es pronto para afirmarlo con rotundidad, las primeras hipótesis apuntan a que ese dinero se estaría recolectando para el pago de impuestos imperiales o para sufragar los gastos de las tropas, y que, por motivos que

Tesoro encontrado en Tomares, Sevilla
Tesoro encontrado en Tomares, Sevilla

se desconocen, nunca llegó a ser entregado.

Las monedas datan de los siglos III y IV después de Cristo, incluyen figuras de los emperadores Maximiliano y Contantino en el anverso, y alegorías romanas -como la abundancia- en el reverso.

Aunque el paso del tiempo y el polvo han dejado su huella en ellas, hay indicios que sugieren que estaban recién acuñadas cuando se introdujeron en las ánforas, por lo que nunca habrían entrado en circulación.

Después de encontrarse semejante tesoro, algunas voces reclaman una excavación más minuciosa en la zona, aunque lo cierto es que las obras en el parque se han reanudado. Eso sí, con mucho más cuidado y con los cinco sentidos en alerta.

El puente de piedra que nunca existió

Tan cierto es que Sevilla no sería lo que es sin el Guadalquivir, como que el río ocasionó grandes quebraderos de cabeza a los antiguos regidores, ya que durante siglos fue imposible construir un paso firme entre las dos orillas. Y en este sentido, hay un dato que lo dice todo: desde la inauguración del puente de barcas en 1171 hasta que se levantó el puente de Triana en 1852, no se produjo ningún avance significativo en este terreno. Es decir, durante casi siete siglos, todo el tránsito dependió de una infraestructura de madera que se averiaba constantemente y era incapaz de soportar las crecidas del Guadalquivir.  

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Una venta con alma taurina

Quién le iba a decir a Carlos Antequera, el que fuera mozo de espadas del torero Antonio Fuentes, que la venta que abrió en 1916 iba a llegar a nuestros tiempos. El caso es que sus contados ahorros le permitieron comprar unos terrenos cercanos al río Guadaira y al estadio del Betis, justo donde daba la vuelta el tranvía, y allí levantó un establecimiento para que los viajeros pudieran recargar las pilas antes de adentrarse en la ciudad. Casi sin pretenderlo, su negocio fue acercándose a su antigua profesión, hasta el punto de convertirse en fonda para toreros y ganaderos, así como en establo para los animales.

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La baranda de la calle Betis

El tema de la baranda de la calle Betis es realmente espinoso. Por un lado, todos queremos pasear por lugares seguros, sobre todo, después de haber sido testigos indirectos del trágico accidente de Sylwia Rajchel, una joven polaca de 23 años que perdió el equilibrio al intentar hacerse un ‘selfie’ y cayó trágicamente al río, donde murió ahogada. Y por otro, todos queremos pasear por lugares bonitos y contemplar las mejoras vistas sin tener que hacer más esfuerzos de los estrictamente necesarios. Desafortunadamente, ambas cosas parecen estar reñidas en el asunto que estamos tratando.

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Un teatro con sabor añejo

En la provincia de Sevilla hay un teatro con 2.000 años de historia. Y no, no hemos puesto un cero de más por error. Nos referimos al Teatro de Itálica, la obra civil más antigua de esta provincia romana. Fue construido en la época de Augusto sobre el Cerro de San Antonio, en el término municipal de Santiponce, y originalmente contaba con una capacidad para 3.000 espectadores. En él se representaban esporádicamente obras trágicas y cómicas, casi todas ellas encaminadas a resaltar la figura del emperador y ridiculizar a sus enemigos, aunque también había momentos para espectáculos musicales y de mimos.

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Luz verde al paseo fluvial

Empezó siendo una mera idea, posteriormente se transformó en un proyecto concreto, y ahora está a punto de empezar a convertirse en realidad. Hablamos del paseo fluvial que irá desde el Puente del Alamillo hasta el de Triana, el cual acicalará todo el entorno de la Torre Pelli. Su edificación ya ha sido aprobada por el Ayuntamiento de Sevilla por vía de urgencia, por lo que las obras no tardarán en comenzar. En cuanto a su diseño, cabe reseñar que ha corrido a cargo del prestigioso arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra, quien se ha propuesto vertebrar toda la orilla del río con un espacio atractivo y natural.

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Un genio apellidado Murillo (II)

Si Murillo está considerado como uno de los mayores exponentes del Barroco español se debe, en gran parte, a la llegada de Francisco de Herrera ‘El Mozo’ a Sevilla en 1655. Podría decirse que fue él quien trajo este movimiento artístico a nuestro país tras haberlo estudiado detenidamente en Italia, donde pasó varios años de su vida. Y una vez en la capital hispalense, pintó varias obras que impresionaron a Murillo, creando en el artista sevillano la necesidad de aprender las últimas tendencias del momento. No es de extrañar, por tanto, que a partir de entonces Murillo abriera su mente de par en par e iniciara una nueva etapa marcada por sus frecuentes viajes y sus acercamientos a otros autores. Y en este sentido, el holandés Anton Van Dyck fue uno de sus grandes referentes, sobre todo en lo que a retratos se refiere.

Una vez que tomó nota de lo mejor de cada uno, Murillo desarrolló un estilo propio, heterogéneo e inimitable, si bien muchos autores posteriores quisieron imitarle. Eso sí, sin éxito. Ya en vida gozó de una excelente reputación, pero fue tras su muerte (Cádiz, 1682) cuando su legado cobró más relevancia si cabe, de ahí que los principales museos de Europa se emplearan a fondo para conseguir o retener sus más preciadas obras. Ahora Murillo vuelve a estar en el candelero porque Sevilla quiere conmemorar por todo lo alto el cuarto centenario de su nacimiento.

Está previsto que entre septiembre de 2017 y junio de 2018 se ponga en marcha una serie de actos “con vocación universal”, según afirmó recientemente el alcalde Juan Ignacio Zoido. En concreto, se realizarán nueve exposiciones, talleres de investigación, un simposio internacional, actuaciones musicales… convirtiéndose el Museo de Bellas Artes en la sede central del evento, pero ni mucho menos en la única. De hecho, está confirmado que el Alcázar, el Palacio Arzobispal y el Convento de Santa Clara también acogerán algunas de las muestras. Si las previsiones se cumplen, el ‘año Murillo’ puede convertirse en el acontecimiento cultural más importante celebrado en Sevilla desde la Expo 92.

Un auditorio faraónico

Una de las piedras angulares del proyecto Sevilla Park es la construcción de un auditorio. Pero no un auditorio cualquiera, sino uno faraónico. La idea es que se convierta en el más grande de España, superando el aforo del Palau Sant Jordi de Barcelona (17.900 espectadores) y el del Palacio de los Deportes de Madrid, ahora llamado Barclaycard Center (15.500). En un principio, estaba planificado que el recinto hispalense pudiese albegar a 20.000 espectadores, pero los promotores se han vuelto más ambiciosos con el paso de los meses y pretenden ir un paso más allá, de ahí que en estos momentos estén barajando la cifra de 24.000.  

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