A mediados del siglo XIX, los arquitectos franceses Gustavo Steinacher y Ferdinand Bennetot recibieron el encargo de sustituir el puente de barcas por uno más sólido y moderno. El antiguo sufría de lo lindo con las crecidas del río Guadalquivir y la ciudad necesitaba una conexión estable entre el barrio Triana y el centro de Sevilla. La empresa no era nada sencilla. De hecho, los romanos nunca consiguieron unir las dos orillas de forma permanente debido a los eternos problemas de cimentación, mientras que los musulmanes tuvieron que inventarse una peculiar pasarela mediante una sucesión de pequeñas embarcaciones que estaban unidas por cadenas (el puente de barcas). Más o menos cumplía su objetivo, pero precisaba de reparaciones periódicas y con frecuencia algunas personas caían al agua y morían ahogadas.
Por todo ello, se construyó el Puente de Triana, cuyo nombre oficial es Puente de Isabel II porque se inauguró durante su reinado con un vistoso desfile militar. Se tomó como espejo el extinto Puente Carrousel de París que atravesaba el Sena y se utilizaron como materiales la piedra y el hierro, prescindiendo por fin de la traicionera madera. Además, las autoridades exigieron a los contratistas que las piezas fueran elaboradas en Sevilla, razón por la cual los talleres de los hermanos Bonaplata trabajaron a destajo durante el periodo comprendido entre 1845 y 1852. El resultado fue una obra excelente tanto a nivel estético como desde el punto de vista funcional, de ahí que hoy es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
El 13 de abril de 1976 el puente fue declarado Monumento Histórico Nacional y un año más tarde fue reformado por el ingeniero onubense Juan Batanero. En dicha reestructuración se instaló un nuevo tablero y los arcos dejaron de ser pilares estructurales para convertirse en meros elementos decorativos. Por último, cabe reseñar que en el extremo del puente más cercano a Triana se encuentra la Capilla del Carmen, conocida coloquialmente como ‘El mechero’ por su forma y sus reducidas dimensiones. La edificación de este pequeño templo fue supervisada por el mismísimo Aníbal González y es sede de la Hermandad de Gloria de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros.
Con el permiso de la Catedral, la iglesia del Salvador es la más grande que hay en Sevilla. Ubicada en la plaza que lleva su nombre, empezó a construirse en 1674 sobre las ruinas de la Mezquita Mayor (que a su vez antes había sido un templo visigodo) y uno podría preguntarse por qué este antiguo edificio árabe estuvo tanto tiempo en pie si Fernando III reconquistó la ciudad en 1248. La explicación reside en que, tras un periodo en el que se permitió a los musulmanes practicar su religión allí, los cristianos, que admiraban su belleza, decidieron adaptar el santuario a sus creencias y lo convirtieron en parroquia. Tanto es así que se le otorgó la distinción de colegiata, por lo que tenía su propio cabildo.
Los sevillanos ya estamos acostumbrados, pero una de las cosas que más impresiona a los turistas que visitan nuestra ciudad por primera vez es cruzar el río Guadalquivir a través del Puente del V Centenario. Diseñado por los ingenieros José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón, fue construido con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1992 y tuvo un presupuesto cercano a los 6.500 millones de las antiguas pesetas. Fue bautizado con este nombre para conmemorar el 500 aniversario del descubrimiento de América e inaugurado el 15 de noviembre de 1991 por José Borrell, a la sazón ministro de obras públicas del gobierno de Felipe González.
Plaza de América, junto al Pabellón Real y dentro del Parque de María Luisa, fue fundado en 1879 para reunir las piezas de valor que habían sido encontradas durante las excavaciones estatales y las obras de arte que liberaron los conventos tras las desamortizaciones. Sus primeros fondos procedían casi exclusivamente de Itálica (Santiponce), los cuales fueron expuestos durante un tiempo en los Reales Alcázares, pero conforme pasaron los años se fueron incorporando más hasta convertirlo en uno de los museos de referencia en nuestro país.


En esencia, el diseño se basa en un gran rectángulo en cuyos vértices se elevan torres. Estaba previsto que todo el interior se organizara en torno a diez patios dispuestos de tal manera que aprovecharan al máximo la luz solar, aunque finalmente sólo se construyeron nueve y hoy día sólo se conservan ocho. A sus bellos jardines llegó en nuestros tiempos la escultura de Hércules que había sido expuesta durante la Exposición Universal de 1992 en el Pabellón de Andalucía, y su imponente portada fue ejecutada por Asensio de Maeda, aunque los bocetos correspondían a Miguel de Zumárraga.
En aquel amargo episodio tuvo mucho que ver el desbordamiento del arroyo Calzas Anchas. Desde hacía tiempo, se venía hablando de la necesidad de desviar su cauce pero, como casi siempre, tuvo que suceder una tragedia para que se pasara a la acción, obteniéndose por fin los permisos y la financiación correspondientes. Según las estimaciones del propio Ayuntamiento de Utrera, las lluvias causaron pérdidas por valor de 100 millones de euros (58 en los campos de cultivo, 30 en infraestructuras y servicios públicos, y 12 en casas, locales y garajes). No en vano, 400 familias se vieron afectadas y las tareas de limpieza duraron más de una semana.
cerámico con el Guadalquivir como protagonista, sin olvidar el cerramiento definitivo. Así pues, habrá que esperar hasta la primavera (debe estar listo antes de que dé comienzo la Feria de 2013) para ver plasmados los casi tres millones de euros que han sido invertidos para tal efecto. Con la idea de preservar su conservación, el Ayuntamiento ya ha anunciado que el muelle no estará abierto todo el día, sino que cerrará a las 22:00 horas para evitar actos vandálicos y la celebración de macrobotellonas.