El sonido de las Tres Caídas

Corría el mes de mayo de 1980 cuando un grupo de jóvenes de la Hermandad de la Esperanza de Triana fundaron la Banda del Santísimo Cristo de las Tres Caídas. Capitaneados por Juan Ignacio Fernández Rojas (propulsor) y Manuel García Pérez (primer director), adoptaron la forma de las agrupaciones musicales que tan de moda estaban en aquellos tiempos y tocaron detrás del paso del misterio de su cofradía antes de celebrar su primer cumpleaños. No de un día para otro pero sí de manera progresiva, las cornetas y los tambores fueron imponiéndose y cambiando el estilo de la banda, sobre todo cuando Julio Vera, el alumno más aventajado de aquella nueva formación, tomó las riendas en 1986.

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La rosa de Santa Marta

Probablemente, muchos de nuestros lectores ya conocerán la relación que existe entre el periodista Iñaki Gabilondo y la Hermandad de Santa Marta, pero quizás no sepan discernir con claridad qué parte de la historia es real y qué parte de la historia pertenece a la ficción. Vayamos por partes. Corrían los años setenta cuando la corporación afincada en San Andrés decidió introducir una rosa en el paso que desfila cada Lunes Santo por las calles de Sevilla. Concretamente, debajo de la mano del Santísimo Cristo de la Caridad, representando así la última gota de sangre del Señor, la cual, tras caer al suelo, brotó de manera divina.

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La Exaltación

exaltacionEl paso de misterio de la Hermandad de la Exaltación es uno de los más sobrecogedores de la Semana Santa de Sevilla. No en vano, representa el momento en el que Jesucristo, clavado ya en la cruz, es levantado y fijado al suelo por cuatro verdugos para su escarnio público. Asimismo, aparecen en la escena el Buen Ladrón y el Mal Ladrón (que correrían la misma suerte instantes después), así como dos centuriones montados a caballo que supervisan toda la ejecución.  Pero la iconografía no termina ahí, ya que en cada esquina del canasto surge un ángel mancebo (adulto). En el pasado contenía más figuras incluso, tales como el hombre que portaba una escalera, el que hacía sonar la trompeta para convocar al pueblo y el que vociferaba la sentencia.

Como no podía ser de otra forma, todo gira en torno al Santísimo Cristo de la Exaltación, una obra fechada en la segunda mitad del siglo XVII. Se cree que fue iniciada por el escultor Luis Antonio de los Arcos y rematada por su suegro, Pedro Roldán, tras mudarse el primero a Cádiz. No obstante, la blandura que presentan ciertas partes de su anatomía sugiere que también intervinieron otros miembros de su taller. Sea como fuere, la culminación fue portentosa. Es un Cristo de 1,77 metros de altura que mira hacia arriba y está cubierto únicamente por un paño de pureza.

Su rostro, girado hacia la izquierda y suspendido en una posición intermedia entre el suelo y el cielo, no transmite rabia ni dolor, sino más bien la actitud de quien está dispuesto a perdonar, creando una estampa muy ajustada al barroco sevillano. Para concluir, añadiremos  que el Cristo de la Exaltación fue restaurado por Ricardo Comas a principios de los ochenta, recibe culto en la iglesia de Santa Catalina (actualmente en obras, por lo que se ha trasladado temporalmente a la parroquia de San Román) y procesiona el Jueves Santo junto a la Virgen de las Lágrimas. 

La Sagrada Resurrección

ResucitadoLa última imagen cristífera que procesiona en la Semana Santa de Sevilla es la de la Sagrada Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Como bien indica su nombre, representa la vuelta de Jesucristo al mundo terrenal después de haber muerto en la cruz. En el paso de misterio, de estilo neobarroco, aparece elevándose desde el sepulcro con una vitalidad contagiosa y a su lado se encuentra un ángel que anuncia al pueblo su regreso. Asimismo, en la canastilla figuran las escenas evangélicas inmediatamente posteriores a la resurrección, creando de esta manera un pasaje completo.

La hermandad encargó la talla a Francisco Buiza en 1972, especificando al imaginero que debía alejarse de los cánones tradicionales de los Rescucitados (casi siempre en actitud de bendecir con un lábaro en la mano) y escenificar el instante exacto en el que se levanta de la tumba. Para inspirarse, el autor tomó como ejemplos la imagen de un Cristo que pintó Murillo en 1655, el paño de pureza del Cristo de los Cálices de Martínez Montañés, y la solución del soporte del Resucitado gaditano de San Antonio, obra de Doménico Giscardi. Con todos estos mimbres, logró crear una escultura que transmite una enorme sensación de movimiento tanto en su cuerpo como en sus vestiduras (especialmente la mortaja).  

El Cristo, que mide 1,74 metros y se halla apoyado en una peana,  irradia alegría, esperanza, y sobre todo, vida. Recibe culto en la iglesia de Santa Marina, cuenta con un nuevo altar desde hace un par de años y procesiona el Domingo de Resurrección, si bien en 2007 la corporación intentó –sin éxito– trasladar su estación de penitencia al Sábado Santo. Cabe destacar que sale a las calles de Sevilla de madrugada (en torno a las 05:00 horas) en un ambiente íntimo y hace su entrada sobre las 14:20 en loor de multitudes.  

La Amargura

Virgendelaamargura10María Santísima de la Amargura fue tallada a principios del siglo XVIII por un autor que, a día de hoy, sigue siendo anónimo, aunque algunas teorías sostienen que fue elaborada en el taller de Pedro Roldán. Sea como fuere, Benito Hita del Castillo le realizó un nuevo cuerpo en 1763 para que pudiera tener una posición dialogante con San Juan, figura que le acompaña en el paso de palio, en la que fue la primera de sus muchas restauraciones. No en vano, en fechas posteriores pasó por los estudios de Juan Bautista Petroni (1832), Manuel Rossi (1886), Antonio Susillo (1894, tras el incendio que sufrió en la Plaza de San Francisco), Manuel Gutiérrez Cano-Reyes (1902), Emilio Pizarro de la Cruz (1912), Sebastián Santos (1933 y 1941), Juan Miguel Sánchez (1949 y 1961), Francisco Buiza (1975) y Hermanos Cruz Solís e Isabel Poza (1996).

Como bien indica su nombre, representa el pasaje en el que la Virgen camina junto a San Juan Evangelista en la Calle de la Amargura, en dirección al monte Calvario, donde tuvo lugar la crucifixión de Jesucristo. Goza de una estatura de 170 centímetros, un rostro inconfundible y unas manos sutilmente policromadas. Como rasgos distintivos, cabe destacar que lleva un pañuelo en la derecha y que las pestañas de sus párpados superiores son postizas, mientras que las de los inferiores están pintadas.

María Santísima de la Amargura fue coronada canónicamente en 1954 por el cardenal Pedro Segura y Sáenz, distinción que no había recibido ninguna otra imagen de hermandades penitenciales hasta esa fecha. Es adorada durante todo el año en la iglesia de San Juan de la Palma y cada Domingo de Ramos desfila por las calles de Sevilla, donde escucha ‘Amarguras’, la marcha que le dedicó Manuel Font de Anta en 1919, catalogada como una de las mejores piezas musicales de la Semana Santa.  

El Cristo del Soberano Poder ante Caifás

san gonzaloLa primera imagen cristífera que tuvo la Hermandad de San Gonzalo la talló José Luis Pires Azcárraga en 1944 y procesionaba de espaldas al público, como lo hace actualmente el misterio de La Bofetá, acompañada de otras seis figuras. Sin embargo, en la década de los sesenta la corporación trianera decidió encargar un nuevo conjunto escultórico a Castillo Lastrucci y traspasar su antiguo titular a una hermandad de Jerez de los Caballeros (Badajoz). Para desventura de sus hermanos, sólo catorce años después, en 1976, el deterioro del Cristo del Soberano Poder ante Caifás obligó a solicitar una nueva cabeza a otro imaginero: Luis Ortega Bru.

Así las cosas, podemos afirmar que la mayor parte del cuerpo es obra de un autor (Castillo Lastrucci) y el rostro, de otro (Luis Ortega Bru). El resultado, lejos de ser discordante, muestra una de las tallas más preciadas de la Semana Santa de nuestra ciudad. El Cristo del Soberano Poder mide 185 centímetros de altura, fue realizado en madera de pino de Flandes y está completamente anatomizado. Su disposición física, con la cabeza inclinada hacia abajo, las manos atadas y las piernas separadas, sugiere que esquiva la mirada de Caifás mientras ambos andan.

Es precisamente su caminar uno de los elementos más llamativos del Lunes Santo. La clave reside en la flexión hacia adelante de la pierna derecha y el firme apoyo de su correspondiente pie, así como la posición de la pierna izquierda, atrasada y sostenida con el impulso de los dedos del pie. De esta manera, no posee la zancada de un Nazareno, pero tampoco la estática de un Cautivo, por lo que presenta un movimiento muy personal, gracias también, en gran medida, al valioso trabajo de sus cuadrillas de costaleros. Como último dato anecdótico, cabe destacar que la cabellera del Cristo del Soberano Poder ante Caifás era rubia, si bien con las últimas restauraciones ha sido oscurecida sin llegar al color negro de la mayoría de las imágenes. 

La Virgen del Socorro

socorroEstá perfectamente documentado que el Santísimo Cristo del Amor fue tallado por Juan de Mesa, pero en relación a la autoría de otro de los titulares de la hermandad, Nuestra Señora del Socorro, sí existen dudas sobre su autoría. Hay indicios de que fue el propio Juan de Mesa quien realizó la obra original, pues, al recibir el encargo de la imagen del Cristo en 1618, también se comprometió por escrito a esculpir “una hechura de imagen de Nuestra Señora, que sea de altura de dos varas, con sus manos y brazos de goznes, hasta medio cuerpo de escultura, la cual ha de ser de tristeza acabada en toda perfección y vista de oficiales que de ello entiendan”.

Otra teoría sostiene que la restauración llevada a cabo a principios del siglo XIX fue integral, de ahí que podamos estar hablando de otra talla diferente a excepción de las manos. La firma de dicha remodelación también es confusa, pues mientras unas pistas apuntan a Juan de Astorga, otras señalan a su hijo, Gabriel de Astorga. Lo que sí está fuera de toda duda es que Castillo Lastrucci retocó la zona de los en 1934 y que la fina mascarilla actual fue realizada por Francisco Buiza en 1967.

La Virgen del Socorro, que recibe culto en la iglesia del Salvador y procesiona cada Domingo de Ramos, es una de las imágenes más finas de la Semana Santa de Sevilla y se caracteriza principalmente por su elegancia en el vestir. De hecho, su paso de palio es una de las grandes joyas de la orfebrería hispalense y parece estar hecho a la medida de sus diferentes mantos y sayas. En su día, la Hermandad de El Amor contó con un palio ‘persa’, llamado así por sus amplias caídas y la presencia de bisutería decorativa (esmeraldas verdes y rubíes rojos), elementos que provocaban un movimiento muy original y una iluminación propia. Esta pieza de José del Olmo fue vendida a la Hermandad del Sagrado Descendimiento de Carmona en 1963.  

La Cena

cenaExiste cierto consenso a la hora de señalar al Señor de la Sagrada Cena como la mejor imagen cristífera del siglo XX. Su autor, Sebastián Rojas, talló todo su cuerpo en 1955, le otorgó 177 centímetros de altura en madera policromada, le dio una postura erguida con los brazos abiertos en actitud de bendecir y una mirada al cielo. Pese a que en todos los manuales de la época se daba por sentado que debía aplicarse yeso en la cabeza y en las manos, Rojas prescindió de este material porque temía que desluciera su trabajo, de ahí que empleara en su lugar una preparación de goma laca.

Hablar del Señor de la Sagrada Cena implica, inevitablemente, hablar del apostolado que le acompaña en el paso de misterio, que es el que más figuras porta de toda la Semana Santa de Sevilla. Todo el grupo escultórico, que sale a la calle cada Domingo de Ramos desde la iglesia de Los Terceros y es de una calidad prodigiosa, fue realizado por Luis Ortega Bru entre 1975 y 1982. Representa la última cena de Jesús con sus discípulos (eucaristía), y en ella se aprecia el desconcierto de los presentes tras anunciar el Maestro que uno de ellos iba a traicionarle.   

Cada uno de los apóstoles posee su propia personalidad y rasgos que les permiten ser diferenciados fácilmente. Así, Judas Escariote está sentado casi de espaldas a la mesa y con la bolsa de monedas en su mano derecha; San Andrés tiene la boca entreabierta y cara de asombro; Santo Tomás lleva una turba en su cabeza; Santiago el Mayor, que originalmente fue tallado de pie, fue restaurado por sus desproporcionadas dimensiones y ahora aparece sentado; Simón figura con el torso adelantado a las piernas; San Pedro está situado al lado de Jesús, al que mira fijamente; San Bartolomé, Santiago el Menor y San Juan Evangelista se encuentran semiarrodillados en distintos puntos; San Judas Tadeo observa al Maestro con las manos levantadas; San Mateo deja entrever su cuello en tensión; y San Felipe, inspirado en Jesús del Soberano Poder (San Gonzalo), muestra la cabeza reclinada hacia la derecha. 

La Hiniesta

hiniesta fotoEn anteriores artículos ya enumeramos algunas de las imágenes que tuvieron que ser reemplazadas por las revueltas anticlericales que se dieron en los años treinta, y en éste, desgraciadamente, añadiremos más a la lista. Hablamos de la Hermandad de la Hiniesta, que vio cómo su Cristo de la Buena Muerte y su Dolorosa original fueron destruidos en la quema de San Julián (1932). Solo un año después, Antonio Castillo Lastrucci talló otra imagen mariana, que a su vez se perdió en el incendio que asoló a la parroquia de San Marcos en 1936. Después de dos golpes muy dolorosos para la cofradía, el mismo autor elaboró una nueva Virgen en 1937 y un nuevo Crucificado en 1938, obras que sí han llegado a nuestros tiempos.

María Santísima de la Hiniesta Dolorosa fue elaborada en madera de cedro policromada, mide 1,61 metros de estatura y tuvo un costo presupuestario de 3.000 pesetas. Su bendición tuvo lugar en septiembre de 1937 en la iglesia de San Luis de los Franceses y guarda un gran parecido con la talla original. No en vano, conserva el dulce llanto, la cabeza inclinada hacia el lado derecho, la mirada baja y los rasgos joviales de una adolescente. Además, se ajusta perfectamente a los cánones de belleza del romanticismo andaluz, dada su piel morena y sus grandes ojos oscuros.

El trabajo de Castillo Lastrucci tuvo tan buena aceptación, que poco después de que desfilara por las calles de Sevilla el escultor recibió múltiples encargos de réplicas procedentes de toda la geografía española. Y es que su bellísimo rostro, su pequeña boca con labios encarnados y el sufrimiento que transmiten sus cinco lágrimas (dos en la mejilla derecha y tres en la izquierda) encandilaron desde el primer día. Ya en 1980, la restauración de Ortega Bru se encargó de suavizar los tonos de sus mejillas y de entreabrir sus labios, dejando al descubierto sus dientes superiores. La imagen puede contemplarse durante todo el año en la parroquia de San Julián y cada Domingo de Ramos en las calles de Sevilla.