La Paz

lapazLa imagen de María Santísima de la Paz fue tallada en 1939 por el escultor umbreteño Antonio Illanes Rodríguez. Había sido un encargo de una hermandad de la provincia de Sevilla, pero sus rectores no quedaron satisfechos con el resultado porque se parecía demasiado a la esposa del autor. Así las cosas, poco después fue mostrada en una exposición que tuvo lugar en la calle Rioja, donde llamó la atención de algunos hermanos de la Cofradía de la Paz, que acababa de ser fundada en el barrio de El Porvenir por un grupo de militares. La corporación no dudó en adquirirla y el 25 de julio de 1939 fue bendecida por don Francisco del Castillo, a la sazón director espiritual de la hermandad.

María Santísima de la Paz mide 1,63 metros y su busto fue elaborado con madera de pino, mientras que para el candelero se empleó caoba. Sus brazos están articulados y en la mano izquierda porta una rama de olivo, símbolo universal de la paz, que tiene unas connotaciones muy especiales habida cuenta de la fecha en que ‘nació’. Para la mayoría representa a una mujer madura cuya tristeza es serena y reposada, aunque otros ven en su rostro rasgos de niñez. En todo el conjunto del paso predomina el color blanco, dotándole de una originalidad muy preciada en el mundo ‘capillita’.

Es la primera Virgen que sale a la calle en la Semana Santa de Sevilla (Domingo de Ramos) y el cortejo de su cofradía lo abre un escuadrón a caballo con lanceros, batidores, timbal, banderín y ocho músicos. Su policromía fue restaurada por Sebastián Santos Rojas en 1955, mientras que en 1979 fue Francisco Arquillo quien reparó los daños ocasionados por un fuego fortuito. Entre sus enseres más destacados, figura la saya realizada en el taller de Manuel Solano, la donada por Rosa Zambrano, la toca de salida de Fernández y Enríquez, y el manto para Besamanos de los Sucesores de Esperanza Elena Caro. 

El Cautivo de Santa Genoveva

jh85Según el Evangelio de San Mateo, Jesucristo fue abandonado por sus discípulos tras ser delatado por Judas y apresado en el huerto de Getsmaní, donde solía orar cada noche. Este pasaje es justamente el que representa la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo en el Abandono de sus Discípulos, de la Hermandad de Santa Genoveva. La talla fue realizada por José Paz Vélez en madera de pino entre julio de 1956 y febrero de 1957, coincidiendo con la fundación de la corporación, y mide 1,83 metros de altura. El autor esculpió originalmente el cuerpo entero, aunque no profundizó demasiado en los rasgos anatómicos y se centró especialmente en el rostro.

No obstante, ya en 1986, el propio José Paz Vélez restauró su obra y elaboró un nuevo cuerpo en madera de cedro, incorporando un sinfín de detalles minuciosos tanto en el torso como en las extremidades (brazos y piernas). Sin ir más lejos, su posición erguida y ligeramente inclinada hacia delante denota movimiento, mientras que las manos atadas dejan ver sus largos y finos dedos, que parecen haber perdido la vigorosidad de antaño. De igual modo, su cara expresa una incontrolable desolación por la huida de sus discípulos y sus ojos, muy abiertos, parecen mirar más hacia al interior de su alma que al mundo exterior que le rodea.

El cabello de Nuestro Padre Jesús Cautivo es ondulado, presenta algún que otro tirabuzón y está tallado con esmero, al igual que su afilada barba (siguiendo los cánones de Juan de Mesa) y sus cejas fruncidas. En su cabeza sobresalen tres potencias de oro de ley ejecutadas por Jesús Domínguez Vázquez y su tez morena se adapta con sutileza a su túnica morada con áureos bordados. La imagen, que volvió a ser restaurada en 2013, procesiona en la Semana Santa de Sevilla cada Lunes Santo y puede contemplarse el resto del año en la Iglesia de Santa Genoveva, ubicada en el barrio del Tiro de Línea. 

La Bofetá

bofeta1Sin lugar a dudas, el paso de misterio de la Hermandad de El Dulce Nombre, conocida popularmente como ‘La Bofetá’, es uno de los más originales de la Semana Santa de Sevilla. Entre otras cosas, porque la imagen de Nuestro Padre Jesús ante Anás es la única (de las que representan a Jesucristo) que aparece de espaldas al público y el realismo que transmite el episodio es sobrecogedor. Prácticamente todo el grupo escultórico es obra de Antonio Castillo Lastrucci, quien, en 1923, vio culminado su primer trabajo ‘procesional’. La talla principal, que mide 1,84 metros de altura y costó en su día 3.500 de las antiguas pesetas, fue elaborada en madera de cedro policromada e ideada para ser vestida.

Sin ir más lejos, su ajuar cuenta con cinco túnicas: una de terciopelo granate bordada en oro, una de tisú blanca también bordada en oro, y otras tres lisas de tonalidades blancas, burdeos y moradas. De igual modo, posee tres juegos de potencias: los realizados por Manuel Seco Imberg (1926), Cruz, Feria y Frías (1963) y Jesús Domínguez Vázquez (1964). El Cristo, que curiosamente lleva la firma de su autor en la parte posterior del torso, tiene un rostro sosegado sin marcas de dolor físico y lleva las manos atadas a la espalda.  

En la escena, Malco tiene la actitud de abofetear a Jesucristo en presencia de José de Arimatea, Caifás, un soldado romano y un judío que parece disfrutar con el momento. Todas las imágenes que integran este misterio, que pueden contemplarse durante todo el año en la Iglesia de San Lorenzo y cada Martes Santo en las calles de Sevilla, fueron restauradas entre 1990 y 1991 en el extinto Taller Isbilia. Por último, cabe reseñar que el paso, de estilo neobarroco, fue diseñado por Juan Pérez Calvo y realizado por Rafael Fernández Toro en 1945.   

El Cristo de la Salud de San Bernardo

san bernardoLa Semana Santa está a la vuelta de la esquina y, siguiendo la dinámica del año pasado, repasaremos algunas de las imágenes que procesionan en Sevilla hasta que concluya la cuaresma. Hoy hablaremos sobre el Santísimo Cristo de la Salud de San Bernardo, una imagen que fue tallada probablemente por el imaginero Andrés Cansino en torno a 1669. Se la encargó la Escuela de Cristo del Espíritu Santo, que tenía su sede en el desaparecido hospital que llevaba el mismo nombre, en la actual calle Tetuán, aunque más tarde pasó a ser venerada, de forma escalonada, en la antigua Iglesia de San Hermenegildo, en el Convento de la Paz y en la Escuela de Cristo de la Natividad (calle Ximénez de Enciso).

En 1936, año marcada en rojo en la historia de nuestro país, su destino cambia para siempre. No en vano, las revueltas anticlericales se llevaron por delante a los antiguos Titulares de la Hermandad de San Bernardo, que se vio forzada a solicitar un nuevo crucificado al cardenal Pedro Segura y Sáez. Y fue entonces cuanto la autoridad eclesiástica le cedió, gustosamente ya modo de depósito, la mejor talla que tenía: el Cristo de la Salud. La imagen fue trasladada en solemne Vía Crucis desde el barrio de Santa Cruz a San Bernardo en enero de 1938.

Aseguran los entendidos que posee todos los rasgos propios de un crucificado que ha sido ideado para ser adorado en un retablo: disposición frontal, ajustado a los cánones de la simetría clásica, con un dorso muy definido y una espalda abocetada. Mide alrededor de 1,75 metros, fue realizado en madera policromada, representa a Jesucristo muerto en la cruz con la corona de espinas clavada en su cabeza, y transmite una sensación de laxitud apabullante.  En el siglo XX fue sometido a tres restauraciones: la que llevó a cabo Sebastián Santos en 1938, la que corrió a cargo de su hijo, Jesús Santos, en 1975, y la que supervisó el Instituto Andaluz de Patrimonio Artístico en 1999. El Cristo de la Salud puede ser contemplado durante todo el año en la Parroquia de San Bernardo (calle Santo Rey) o en las calles de Sevilla el Miércoles Santo. 

La alegoría de La Canina

Si hay un paso singular en Sevilla que rompe con los cánones clásicos de la Semana Santa, ése es el del Triunfo de la El triunfo de la Santa CruzSanta Cruz, conocido popularmente como ‘La Canina’. Procesiona cada Sábado Santo con la Hermandad del Santo Entierro y su estética desconcierta a todos aquellos que lo ven por primera vez, aunque a los sevillanos ya nos resulta familiar.  ¿Pero conocemos su significado? La palabra más repetida a la hora de describirlo es que se trata de una alegoría, es decir, una “representación simbólica de ideas abstractas por medio de figuras, grupos de estas o atributos”, según reza una de las acepciones de la Real Academia de la Lengua Española.
El paso, neobarroco, dorado e iluminado por las velas de sus cuatro candeleros, gira en torno a un esqueleto con aspecto derrotado y meditabundo que simboliza la muerte. Aparece sentado sobre la bola del mundo y junto a una guadaña. A sus pies se encuentra la serpiente con la manzana en la boca, distintivo del pecado original, y a su espalda, la cruz vacía en la que descansan las dos escaleras que utilizaron los Santos Varones para descender el cuerpo de Cristo. Del madero cuelgan dos sudarios, uno blanco y otro negro que contiene un mensaje escrito en latín: “Mors Mortem Superavit”, que traducido al castellano significa “la muerte venció a la propia muerte”.
Este grupo escultórico fue creado en 1693 por Antonio Cardoso de Quirós, quien recibió el encargo de revitalizar a una corporación que atravesaba momentos de decadencia. Su trabajo sustituyó al antiguo paso alegórico de la hermandad, que consistía en un Niño Jesús con actitud de bendecir, y sufrió desperfectos importantes durante la invasión francesa. Aun así, la restauración de Juan de Astorga llevada a cabo en 1829 le permitió conservar su esencia y pulir algunos aspectos. De igual modo, más recientemente, concretamente en 2007, José Joaquín Fijo y Almudena Fernández volvieron a remodelar ‘La Canina’, el misterio más misterioso de Sevilla, valga la redundancia.

Caridad del Guadalquivir

Originariamente, la Hermandad del Baratillo sólo ponía un paso en la calle: el de la Virgen de la Piedad con el Cristo Hdad del Baratillode la Misericordia en su regazo, tallas ambas del escultor sevillano Emilio Pizarro de la Cruz. Con el transcurso de los años se fueron incorporando las figuras de San Juan, María Magdalena y los Santos Varones, pero llegó un momento en el que los hermanos sintieron la necesidad de contar también con otro paso que estuviera presidido por una imagen mariana. Este deseo se hizo realidad a partir de la Semana Santa de 1926, aunque existen distintas teorías para explicar lo sucedido en los primeros años.

Una versión asegura que durante un tiempo la Virgen de la Piedad dejó su lugar a María Magdalena en el misterio y fue trasladada al paso de palio, mientras que otras fuentes señalan que la que se mecía entre los varales era otra virgen, concretamente, la primera que realizó el entonces adolescente José Rodríguez Fernández-Andes. En cualquier caso, lo que está fuera de toda duda es que, cinco años después, en 1931, este mismo autor concluyó la Virgen de la Caridad que hoy conocemos, la cual, durante un periodo breve, adoptó la advocación de Soledad. Su belleza, que está fuera de toda duda y se distingue de las demás por la frontalidad de su rostro, sus cejas fruncidas y sus labios entreabiertos, encandiló desde el primer momento a todo El Arenal.

Y no hablamos de un barrio cualquiera, sino de uno de los de más solera de nuestra ciudad. No en vano, tiene una ubicación privilegiada, a medio camino entre Triana y el centro histórico y cerca de todo lo que huele a sevillanía. Precisamente su proximidad a la Real Maestranza de Caballería ha establecido un fuerte vínculo entre la hermandad y los toreros, aunque artistas de otros campos también han sentido la tentación de acercarse a la Hermandad del Baratillo ‘motu proprio’. Uno de ellos, Paco Lola, miembro del grupo Albahaca, adaptó una de sus canciones como marcha procesional y fue así como vio la luz ‘Caridad del Guadalquivir’, una de las composiciones más exitosas de los últimos tiempos, la cual se ha ganado formar parte de la banda sonora de nuestra Semana Santa.

La Borriquita: el principio de todo

Con el permiso de las emergentes hermandades de vísperas y de La Paz, que sale de su templo un rato antes, podría La Borriquitadecirse que la Semana Santa de Sevilla comienza el Domingo de Ramos a las 15:10 horas, justo cuando la Cruz de Guía de la cofradía de La Borriquita sale de la Iglesia del Salvador rumbo a la Santa Iglesia Catedral. Es un momento en el que la impaciencia de todo un año se evapora de forma fulgurante para dar rienda suelta a las emociones de niños, adultos y mayores. Pero son los primeros los grandes protagonistas de este cortejo de pequeñas túnicas blancas, varas y palmas que acompañan al Señor de la Sagrada Entrada en Jerusalén.

Esta hermandad fue fundada a finales del siglo XVI por los medidores de la Alhóndiga, que tenían su propio hospital, y en 1618 se fusionó con la del Amor, que tenía como razón de ser atender a los presos. Esta fructífera unión ha perdurado hasta nuestros días, aunque las cofradías salen en distintos horarios salvo cuando la lluvia de la tarde las hace procesionar juntas por la noche (sucedió en los años 2000 y 2010. El Cristo, de autor anónimo aunque atribuido al círculo de Pedro Roldán, va a lomos de una bisoña burra en un paso dorado de estilo neobarroco en el que también aparecen otras figuras, tales como San Pedro, Santiago el Mayor, San Juan, un judío, una hebrea, un niño, dos niñas y un enanito (Zaqueo).

La composición está organizada en torno a una palmera y desprende alegría y festividad. No en vano, representa una escena previa a la Pasión de Jesucristo. Tiempo atrás, también en Sevilla, concretamente en el barrio de Triana, existió un paso de misterio de similares características, el de la Hermandad de la Entrada Triunfante en Jerusalén y María Santísima del Desamparo, aunque los enseres desaparecieron con la invasión francesa y no hay demasiada documentación al respecto.

Pasión, el cénit de Martínez Montañés

No existe ningún documento que acredite que Nuestro Padre Jesús de la Pasión fue tallado por Juan Martínez Montañés, pero todos los indicios hacen indicar que fue así. Es Hermandad de Pasiónmás, algunos de sus coetáneos aseguraban que el imaginero jiennense, en su interior, se sentía tremendamente orgulloso de esta obra, más que de ninguna otra, hasta el punto de que cada Jueves Santo tenía una silla reservada en la puerta de la iglesia para ver su salida procesional. Además de ser su autor, probablemente fue también su primer devoto. Se decía, incluso, que los costaleros viraban el paso hasta donde se encontraba, un gesto que se repite ahora cuando pasa por la escultura que fue dedicada al autor en la Plaza de El Salvador. 

Leyenda al margen, la imagen data de comienzos del siglo XVII y fue terminada posiblemente entre los años 1610 y 1615. Fue elaborada en madera policromada para vestir, de ahí que todo lo que no cubre la túnica esté tallado cuidadosamente y el resto de su cuerpo (brazos y torso, principalmente) quedara desbastado. Sus extremidades superiores están articuladas para permitir la sujeción a la cruz, mientras que el peso de su figura recae sobre su pierna izquierda, apoyada en una peana. La inclinación hacia ese lado transmite sensación de avance agotador por la carga que lleva sobre sus hombros.

Y qué decir de su rostro, portentoso se mire desde donde se mire, con el cabello humedecido y y el semblante abatido, donde se entremezclan los tonos claroscuros. Cuando vemos al Cristo de Pasión, ya sea en la Iglesia del Salvador o en la calle, no contemplamos una escultura, sino a una persona singular con la que es imposible no empatizar. Tiempo atrás, tras haber rezado delante de él durante un buen rato, el entonces Arzobispo de Sevilla, D. Antonio Despuig y Dameto, le detectó un “defecto” y se lo hizo saber a sus allegados: “Le falta respirar”, afirmó.

El imponente caminar del Gran Poder

En el año 1620, Juan de Mesa esculpió a Jesús del Gran Poder, una de las imágenes más imponentes de la Semana Santa de Sevilla. Desde el punto de vista técnico, hablamos de una talla completísima, con extremidades articuladas y elaborada con madera de cedro sobre una peana de pino. Su envergadura (más de un metro de ochenta de altura) es lo primero que llama la atención, aunque una contemplación más pausada nos hace comprender la excelencia de la obra. La documentación hallada por Heliodoro Sancho Corballo revela que la Hermandad abonó al autor 2.000 reales El Gran Poderde a treinta y cuatro maravedíes cada uno por la ejecución del Cristo y del San Juan Evangelista, una cantidad que a día de hoy nos dice poco, pero que en su contexto deja a las claras que fue un encargo de peso.

¿Es perfecta la imagen? No. De hecho, si lo fuera, no conseguiría transmitirnos el sufrimiento que padeció Jesucristo de esa manera tan intensa. Lejos de ser un lastre, el deterioro que ha ido sufriendo con el paso del tiempo, principalmente en la policromía de su rostro, le ha dado un aspecto más realista si cabe, hasta el punto de que parece haber envejecido año a año, tal y como hacemos todos los seres humanos. No en vano, su convivencia con el humo de las velas ha desgastado y oscurecido su semblante notablemente y para darse cuenta de ello sólo hay que comparar las estampas de siglos atrás con las de ahora.

Otro rasgo marcado de su expresionismo es la posición de sus piernas. Cuando está subido en el paso y los costaleros caminan con paso firme y decidido, da la sensación de estar andando al ritmo de ellos con una zancada natural y prodigiosa. Si a su rostro inconfundible le unimos esta peculiaridad y el silencio sobrecogedor que le acompaña por las calles de Sevilla, obtenemos como resultado una atmósfera solemne y única. Hay quien dice que cuando se piensa en Jesucristo, la primera imagen que se le viene a la mente es la de Jesús del Gran Poder, aun a sabiendas de que sólo es una de las muchas advocaciones que podemos encontrar en la Semana Santa de nuestra ciudad.