Tras el éxito cosechado en su primera edición, era previsible que La Caja de la Semana Santa volviese a convertirse en uno de los grandes atractivos de la Cuaresma. Se abrió el pasado 20 de febrero y no se cerrará hasta el próximo 27 de marzo (Domingo de Resurrección), tiempo más que suficiente para que sevillanos y turistas contemplen la Semana Santa desde un punto de vista totalmente diferente.
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Cuando no había Madrugada
A quien madruga, Dios le ayuda. El rey Carlos III creía en este refrán a pies juntillas, de ahí que no le hiciera ni pizca de gracia que salieran procesiones por la noche. Entendía el monarca, como muchos de sus coetáneos, especialmente los más reaccionarios, que la nocturnidad era caldo de cultivo para los desórdenes y los actos inmorales entre hombres y mujeres. Previamente, la Iglesia ya había intentado restringir las salidas de los pasos a horarios diurnos, pero no pudo con la fuerza popular de las hermandades y perdió el pulso.
La Pasión vista desde otros ojos
Desde el pasado 2 de marzo, las sagradas imágenes y los pasos de Sevilla ya pueden contemplarse desde una perspectiva totalmente diferente a la que conocíamos. La ‘culpa’ la tiene un espectáculo audiovisual bautizado como ‘La Caja de la Semana Santa’, el cual está exhibiéndose con un gran éxito en las Setas de la Encarnación. Allí, en un espacio de 160 metros cuadrados en el que las pantallas hacen las veces de paredes, se pretenden eliminar las barreras físicas entre el Titular y el devoto gracias al uso de 14 proyectores de vídeo, una música envolvente y textos que van directos al corazón.
La evolución del Corpus Christi
El Día de la Fe
Mil maneras de sentir la Semana Santa
Si un extranjero nos preguntara cómo se vive la Semana Santa en Sevilla, tendríamos serios problemas para condensar en una sola respuesta todo lo que sucede en nuestra ciudad durante esos siete días. Quizás empezaríamos diciendo que es una manifestación cristiana en la que distintas hermandades celebran la pasión, muerte y resurrección de Cristo realizando estación de penitencia a la Catedral junto a sus Titulares. Pero dicho esto, seguro que nos quedaríamos insatisfechos con nuestra explicación e instaríamos al foráneo en cuestión a visitar Sevilla y ser testigo directo.
Porque la Semana Santa implica muchas más cosas. Se sustenta en la fe, el respeto y la devoción. Es abstracta y tangible a la vez. Tiene momentos de júbilo ensordecedor y otros de silencio sepulcral. Atrae a niños, jóvenes, adultos y mayores de toda condición social. Se encuentra en el centro, en los barrios y en la provincia. Es fiel reflejo del mayor dolor, la soledad, la angustia, la esperanza, la caridad, el gran poder, el calvario, la expiración, la buena muerte…
Cada uno lo vive a su manera, pero todos tienen un nexo común. El nazareno siente el nerviosismo en las horas previas preparando su túnica, se echa a la calle para acompañar a su imagen y protege su cirio o insignia como si fuera su vida. Tras haberse ajustado la faja y el costal, el costalero se siente orgulloso de cargar con todo el peso de los pasos en su séptima vértebra; el capataz, de dirigirlos con maestría con el sonido del llamador y el tono de su propia voz; y el aguaor, de darles energías. El músico da lo mejor de sí para que el ambiente sea celestial y los acólitos iluminan sutilmente el sendero y desprenden el aroma más característico de estas fechas: el del incienso.
La Semana Santa también es patearse las calles para ver el mayor número de cofradías y volver a casa con un intenso dolor de pies. Es seguirla por la radio y la televisión desde el mediodía hasta la hora de dormir. Es mirar al cielo incontables veces y hacer un curso acelerado de meteorología. Es vestirse de mantilla el Jueves y el Viernes Santo. Es dirigir el oído hacia el lugar desde el que se canta una saeta. Es llorar sin saber si es por alegría o tristeza. Es pedir y dar amablemente caramelos y estampitas. Es degustar torrijas, pestiños y otros dulces. Es una permanente cuenta atrás desde que termina hasta que el año siguiente vuelve a empezar. Es todo eso y mucho más.
La peor Semana Santa que se recuerda
La Semana Santa más nefasta que se recuerda en Sevilla desde hace mucho tiempo. Sólo en los años de la República (y entonces por motivos muy distintos a los meteorológicos) se quedaron sin salir tantas hermandades como ahora. Más del 50% de la nómina de cofradías (contando las que realizan estación a la Catedral, sin incluir las vísperas) no han podido poner su cruz de guía en la calle debido al mal tiempo. Ni Martes Santo, ni Jueves Santo ni Madrugá ni Viernes Santo ni Sábado Santo. Las precipitaciones registradas este año han reducido la Semana Santa a menos de la mitad.Desgraciadamente se cumplieron las peores previsiones y la lluvia (torrencial en muchas ocasiones y hasta con aparato eléctrico en la Madrugá) ha mermado la nómina de cortejos procesionales. Hasta ayer -a falta de la hermandad de la Resurrección que tiene prevista su estación esta mañana- el número de hermandades que han tenido que quedarse encerradas en sus templos por el mal tiempo ascendía a 33, más de la mitad de la nómina oficial de cofradías que con las últimas incorporaciones del Sol, el Polígono de San Pablo y el Carmen Doloroso, asciende a un total de 59 (a la que sumar la procesión de la Resurrección de esta madrugada).
La experiencia pesó demasiado
La mañana había despertado en San Pablo algo plomiza. Mala señal. A pesar de ello, los vecinos del barrio se habían afanado en engalanar con colgaduras rojas todos los balcones de las viviendas aledañas al templo. Los rostros de los hermanos camino de la parroquia mostraban cierta inquietud. No obstante, muchos aún tenían grabadas en su mente aquellas desoladoras imágenes del pasado año cuando un fuerte aguacero sorprendió a la cofradía, obligándola a refugiarse en el Salvador. Era el tema de conversación entre nazarenos, costaleros y vecinos. Todo giraba sobre si los pasos hubieran entrado en San Benito o en otro templos. Discusiones baldías. Lo cierto es que eran el reflejo de la preocupación que se respiraba.
Un costalero pierde su empleo tras donar un riñón a una vecina
Así lo ha señalado López a Europa Press Televisión minutos antes de formar cuadrilla ante la Parroquia de San Gonzalo, al tiempo que ha explicado como «de la noche a la mañana» a su vecina Rosario –o ´Chari´, como él prefiere llamarla– «se le quedaron parados los riñones y entró en diálisis».Costal en mano y preparado para sacar a hombros a la Virgen de la Salud, un costalero de la capital hispalense, José Antonio López, ha asegurado sentirse «orgulloso» de haber donado un riñón a su vecina aunque después de la intervención se haya quedado sin su puesto de trabajo.Así lo ha señalado López a Europa Press Televisión minutos antes de formar cuadrilla ante la Parroquia de San Gonzalo, al tiempo que ha explicado como «de la noche a la mañana» a su vecina Rosario –o ´Chari´, como él prefiere llamarla– «se le quedaron parados los riñones y entró en diálisis».
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