Las llaves de la Casa de las Dueñas

Muchos han oído hablar de él y muy pocos han podido visitarlo. Hablamos del palacio de Las Dueñas, propiedad de la Casa de Alba y uno de los inmuebles más valiosos de Sevilla. Se construyó entre los siglos XV y XVI por orden de la familia Pineda, la cual se vio obligada a venderlo antes de lo deseado. Y es que uno de sus miembros fue secuestrado por los musulmanes y, para pagar el rescate, no les quedó más remedio que deshacerse de su residencia más preciada. Así pasó a manos de Catalina de Ribera en 1484, condesa de Los Molares, estirpe que regentaría el lugar hasta que fue traspasado a la Casa de Alba a mediados del siglo XVII.

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Un castillo infravalorado

castillo-alcala-1El Castillo de Alcalá de Guadaíra está en el candelero últimamente por dos razones. La primera es que fue elegido como icono turístico por la Diputación de Sevilla en la pasada edición de Fitur, despertando las críticas de los delegados granadinos, quienes entienden que guarda un gran parecido con su gran reclamo, La Alhambra. Y la segunda es que su estado de conservación dista mucho de ser el ideal, tal y como quedó demostrado con el reciente desprendimiento de una parte de su torre. Afortunadamente, no afectó a su estructura, si bien precisa de reformas urgentes y un mejor mantenimiento.
 
El castillo fue construido por los musulmanes entre mediados del siglo XII y principios del XIII sobre un cerro, posición geográfica que le otorga un aspecto más imponente si cabe. Y es que sus grandes dimensiones llaman poderosamente la atención, al igual que sus numerosas atalayas (once), que hacían del recinto un valioso fortín defensivo. Inicialmente, al servicio de las tropas árabes, pero más tarde pasó a manos de Rodrigo Ponce de León, uno de los principales capitanes de los Reyes Católicos durante la Reconquista.
 
El conjunto se divide en tres zonas que están bien diferenciadas: el Patio de los Silos, el Patio de la Sima y el Alcázar Real. A algunos puntos se puede acceder incluso en coche, un dato que deja entrever el excesivo aperturismo del que goza. Buena prueba de ello es que muchos materiales han sido robados en los últimos años y los grafiteros también han campado a sus anchas durante todo este tiempo. Con todo, la repercusión mediática que ha tenido recientemente ayudará a que las autoridades competentes tomen medidas para preservar este inestimable patrimonio y también, por qué no decirlo, para que todos valoremos lo que tenemos. 
 

Un reptil en la Catedral

lagarto imagenEn la Catedral de Sevilla, concretamente en el techo de una de las naves del Patio de los Naranjos,  se encuentran cuatro objetos realmente peculiares: un cocodrilo de madera, un colmillo de elefante, un bocado (freno) aparentemente de caballo y un bastón de mando. Y la pregunta es inevitable: ¿cómo llegaron hasta allí? Existen varias leyendas que tratan de ofrecer una explicación razonable, y aunque ninguna de ellas tiene una base cien por cien sólida, pueden acercarnos a la realidad. La más extendida nos remonta hasta 1260, año en que el sultán de Egipto quiso casar a su primogénito con Berenguela, la hija del rey Alfonso X el Sabio.

Para conseguir su propósito envió una delegación cargada de regalos y entre ellos se hallaban el colmillo de elefante, un cocodrilo vivo extraído directamente del Nilo y una jirafa domesticada. Aun así, el monarca español rechazó la unión y mandó de regreso a los emisarios del sultán con nuevos presentes. Eso sí, se quedó con el cocodrilo, que fue disecado una vez muerto, y la jirafa, cuyo freno fue colgado junto a la piel del reptil. Con los años se añadió a la colección la vara del embajador castellano que viajó a Egipto para declinar amistosamente la proposición.

Ahora bien, ¿son esos objetos los mismos que podemos contemplar hoy día? No exactamente. El cocodrilo actual, conocido popularmente como ‘lagarto’, está tallado en madera y data del siglo XVI. Es muy posible que su estructura se corresponda con el original, pero a partir de ahí no hay más conexiones. Con todo, su imponente presencia llama poderosamente la atención,  sobre todo porque su naturaleza no guarda relación con el entorno, de ahí que sea uno de los mayores atractivos para los niños que visitan la Catedral. Otra teoría más ‘escéptica’ sostiene que el animal fue colocado en esa posición simplemente para espantar a las aves que se colaban en el templo.           

La vida en los corrales de vecinos (II)

En los corrales de vecinos la gente se relacionaba mucho más que en cualquier otro ambiente residencial por el reducido tamaño de las viviendas, la disposición de las mismas y la existencia de zonas comunes para usos de primera de necesidad, dando como resultado una especie de ‘microsociedad’. Cada hogar sólo disponía de una sala y la única manera de separar la cocina de los dormitorios, por llamarlos de alguna forma, ya que no eran como los de hoy día, era a través de cortinas. En familias numerosas, era frecuente que muchos padres durmieran a sólo unos pasos de sus hijos puesto que el espacio brillaba por su ausencia. Y cuando llegaba el invierno, la única manera de calentar el agua era calentándola en una hornilla tradicional de carbón, mientras que en verano se sacaban palanganas al sol para aprovechar los efectos del calor abrasador sevillano.

No es ningún secreto que los corrales de vecinos acogían a personas de clase media-baja. Generalmente, a los séquitos de albañiles, herreros, carpinteros, zapateros, etc. No había distinciones entre unos y otros y sólo la casera tenía un estatus superior y responsabilidades individuales, tales como abrir y cerrar la puerta general, cobrar el alquiler, asignar trabajos, imponer sanciones o resolver disputas.  En cualquier caso, el buen ambiente era la nota predominante y buena prueba de los fuertes lazos fraternales que se establecían eran las celebraciones que se realizaban en el patio por bodas, bautizos, cruces de mayo, cumpleaños, etc. Incluso en el periodo estival se sacaban los colchones por la noche para combatir a las altas temperaturas y las ‘tertulias’ duraban hasta que el sueño terminaba por imponerse.

En Sevilla, los corrales de vecinos proliferaron principalmente en el casco antiguo, en el barrio de San Bernardo y en Triana, donde se concentraron en torno a la calle Pagés del Corro. El más grande y popular de todos ellos es el Corral del Conde (ubicado en la calle Santiago), que data de 1561, tiene 107 habitaciones y sigue funcionando como residencia para turistas y estudiantes. También se conservan en buen estado el del Coliseo (situado cerca de la Plaza de la Encarnación), el de San José de la calle Jimios, el del Cristo del Buen Viaje, el de la Cerca Hermosa (Alfarería), el de Herrera (Pagés del Corro), etcétera.