La publicidad no es ni mucho menos un invento moderno. De hecho, en Babilonia (actual Irak) se hallaron tabillas del año 3000 a.c. en las que se anunciaban zapateros, escribanos, vendedores de ungüentos y otros oficios.
Lo que han cambiado, por tanto, son las técnicas y los canales de comunicación, pero la necesidad de promocionar productos y servicios por encima de los demás siempre ha existido.
A principios del siglo XX, cuando ni la radio ni la televisión estaban aún implantadas en España, era habitual que las firmas más conocidas se publicitaran… en las fachadas de los establecimientos mejor situados.
Y además, no lo hacían con soportes de usar y tirar, sino con materiales tremendamente duraderos. Tanto es así que hoy día podemos seguir contemplando un ejemplo en el número 9 de la calle Tetuán.
Allí, entre las dos puertas de un antiguo bar llamado ‘El Sport’, se colocó un lienzo cerámico que anunciaba los Studebaker, que se autodefinían como ‘automóviles en 6 cilindros’.
o es casualidad que aquel bar fuese frecuentado por personalidades de la época y gente pudiente, ya que ese coche no estaba al alcance de cualquiera. Con todo, la privilegiada ubicación del azulejo permitía que todo el mundo pudiese admirarlo y desearlo.
El azulejo, que es de grandes dimensiones y fue realizado por Enrique Orce Mármol en 1924, representa una escena campestre en la que cinco personas

dan un entretenido paseo en coche.
Actualmente forma parte de la fachada de una joyería cuyos propietarios han solicitado tres veces su traslado a la primera planta para una mejor conservación, pero la Comisión Local de Patrimonio Histórico se niega en rotundo. Al fin y al cabo, el azulejo de Studebaker ya es prácticamente un monumento.
Sevilla no se conforma con que la Catedral, el Archivo de Indias y el Alcázar estén reconocidos como Patrimonio de la Humanidad desde 1987. Quiere más, y por ello ha solicitado formalmente que la Plaza de España y la Torre del Oro reciban la misma distinción. Así lo anunció el alcalde, Juan Ignacio Zoido, durante el Encuentro internacional sobre arquitectura contemporánea en ciudades históricas que se ha celebrado estos días en la capital hispalense, precisamente en uno de los edificios de la Plaza de España, argumentando que ambos monumentos cumplen, holgadamente, con los requisitos que fija la Unesco para conceder esta prestigiosa denominación.
A medio camino entre Córdoba y Sevilla se encuentra Écija, conocida popularmente como la ciudad de las torres. Sus orígenes se remontan a la época tartésica, aunque el despegue definitivo se produjo en el periodo romano, cuando se convirtió en uno de los principales vértices de la provincia Bética gracias a su privilegiado emplazamiento. No en vano, Astigi (así se llamaba entonces) estaba muy próxima a la Vía Augusta, la gran calzada que atravesaba Hispania desde Los Pirineos hasta Cádiz, y también al río que Genil, que facilitaba las tareas de regadío en un tierra tremendamente fértil. No es de extrañar, por tanto, que Écija lleve 20 siglos exportando aceite de oliva.
más recientes como el barroco o el renacentista.
acuerdo para proteger más si cabe estos espacios, jornadas de puertas abiertas, etcétera. Como colofón, desde mediados de enero hasta marzo tendrá lugar una exposición fotográfica en la Avenida de la Constitución, la cual ha sido orquestada por el Patronato del Alcázar, junto con el Ayuntamiento y el Arzobispado. La muestra estará compuesta por 35 paneles dobles con imágenes e información escrita sobre esta efeméride y explotará el recurso de la comparativa.
edificación y recordó los beneficios que acarreará para los sevillanos tanto en términos de riqueza. Así pues, cumplido el objetivo, se puede decir que todo ha quedado en un susto y que Sevilla ha salvado un ‘match ball’ decisivo de cara a su imagen en el exterior. No obstante, el alcalde ha tenido que comprometerse a no construir en el futuro ningún edificio más de gran altura en las cercanías del casco antiguo y, como muestra de buena voluntad, organizará en el capital hispalense un encuentro internacional de expertos para abordar el concepto de paisaje histórico urbano y arquitectura moderna.
Pero a lo largo de su dilatada historia no ha sido sólo una atalaya y un almacén, sino que también fue empleada como capilla dedicada a Santa Isidoro, prisión, oficinas… hasta llegar al museo naval que alberga actualmente. A todo ello habría que añadir una leyenda no contrastada según la cual, el Rey Pedro I el Cruel la aprovechaba para su disfrute personal, encontrándose allí con sus amantes. Incluso una de ellas, doña Aldonza, llegó a residir en la Torre del Oro durante algunas temporadas según cuenta este relato.
La Torre Pelli, ese rascacielos que crece a un ritmo vertiginoso en la Isla de la Cartuja, no está pasando desapercibido para nadie. Tampoco para la Unesco, que ha abierto un expediente al proyecto y ha enviado recientemente a dos delegados con la idea de que examinen in situ la obra. Dicho organismo nombró a Sevilla como Patrimonio de la Humanidad gracias a la Catedral, el Real Alcázar y el Archivo de Indias, pero ahora amenaza con desposeerla de dicha condición si el nuevo edificio, dada su magnitud, causa un impacto negativo sobre el entorno e incumple la normativa.