Todo el mundo sabe que San Fernando es el patrón de Sevilla, pero no todo el mundo conoce su historia y los motivos que propiciaron ese nombramiento. Antes de nada, hay que subrayar con tinta indeleble que estamos hablando de uno de los reyes más relevantes e influyentes de todos los tiempos en nuestro país. Y a decir verdad, su vida no fue precisamente un camino de rosas. De hecho, Fernando III (así se le conocía hasta ser canonizado en 1671) tuvo que superar adversidades prácticamente desde su nacimiento, pues existía la sospecha generalizada de que sus padres cometieron incesto y fue tratado como hijo bastardo muchos años. Sin embargo, gracias a su perseverancia y a su carácter conciliador, no sólo consiguió hacerse con el poder, sino también extenderlo durante su largo reinado.

Lejos de desatar su ira, Fernando III usó la cabeza y buscó una solución pacífica para hacerse con esos territorios, consiguiendo finalmente la renuncia de sus hermanastras a cambio de una renta anual de 30.000 maravedíes. De esta forma, unificó los reinos de Castilla y León, y dadas sus fuertes convicciones católicas y nacionales, reanudó la cruzada contra los musulmanes que dominaban Andalucía. Sin pausa pero sin prisa, fue conquistando la zona occidental tanto a través de la fuerza como de la diplomacia y en 1245 ya sólo se le resistía la joya de los almohades: Sevilla.