Tras la concesión de la Exposición Universal de 1992, en Sevilla se construyeron muchos puentes para mejorar las comunicaciones, pero hubo uno de ellos que simbolizó perfectamente la unión entre lo viejo (el casco antiguo) y lo nuevo (La Cartuja): el de la Barqueta. Hablamos de un puente colgante de un solo ojo que fue diseñado por los ingenieros Juan José Arenas de Pablo y Marcos Jesús Pantaleón Priet. Inicialmente fue concebido como pasarela peatonal, pero después se modificaron los planes para que permitiera tanto el tránsito de personas como el de vehículos.
Cabe destacar que su nombre oficial es ‘Puente Mapfre’, ya que fue financiado por dicha entidad aseguradora. Su calzada contiene dos carriles para cada sentido, una mediana central y aceras en los laterales. No es el viaducto más grande de la capital hispalense y buena prueba de ello es que se sostiene únicamente con el apoyo de cuatro soportes verticales, pero sus dimensiones son respetables, ya que posee una longitud de 168 metros y una anchura de 30. Desde el punto de vista estético, lo que le hace diferente de los demás es que su arco se abre en ambos extremos, dando la sensación de descansar cómodamente sobre el tablero.
Hay un dato que puede resultar llamativo y es que su construcción en acero fue realizada en tierra. Así, una vez concluida la obra, el 30 de mayo de 1989 el puente fue girado e instalado en su emplazamiento definitivo con la ayuda de barcazas. Aquel día hubo fuertes ráfagas de viento y muchos ojos curiosos, pero la tarea se completó de manera exitosa. De este modo, el puente de la Barqueta se convirtió en la puerta de entrada y salida de Exposición Universal de 1992 y hoy hace lo propio con el parque tecnológico, Isla Mágica, la zona universitaria, etcétera.