El día del piano de cola

Paseando por Sevilla nos podemos encontrar con músicos que tocan la guitarra, la armónica, el violín o la flauta, por poner algunos ejemplos. En Semana Santa, con las bandas, el abanico se extiende a cornetas, trompetas, fagots, saxofones, tambores, bombos, platillos y demás. Todos estos instrumentos son relativamente comunes, pero, ¿se imaginan toparse con un piano de cola en mitad de la calle? El 1 de octubre fue posible, ya que la Fundación María Canals repartió siete ejemplares por el centro de la ciudad para que todo el que quiera pueda sentarse y probarlo.

El objetivo no era otro que convertir a Sevilla “en una gran sede callejera por unas horas”, según los organizadores, así como perder el respeto a este instrumento. No en vano, en nuestra tierra lo solemos asociar con ambientes refinados y elitistas, aunque no ocurre igual en otros puntos geográficos. Sin ir más lejos, en la sociedad barcelonesa está muy arraigado, hasta el punto de que más de cien familias de la Ciudad Condal abren sus casas y ceden sus pianos de cola desinteresadamente para que los aprendices puedan familiarizarse con ellos.

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El prolífico Maestro Quiroga

maestro quirogaA Manuel López-Quiroga Miquel dejaron de llamarle muy pronto por su nombre y durante toda su madurez fue conocido como el ‘Maestro Quiroga’. Nació en Sevilla el 30 de enero de 1899 y aunque aprendió el oficio de su padre, que era un artesano grabador, su verdadera pasión era la música. Un organista le introdujo en ella y al poco tiempo ya era el encargado de tocar el órgano de la Iglesia de los Jesuitas. No satisfecho con sus innegables cualidades innatas, quiso aprender de los mejores y por eso ingresó en el Conservatorio Municipal para estudiar solfeo y piano con Rafael González, composición con Eduardo Torres y armonía con Luis Mariani.

A los 24 años estrenó su primera obra, la zarzuela ‘Sevilla, ¡qué grande eres!”, título que refleja perfectamente su arraigo a la ciudad, y a renglón seguido presentó ‘El cortijo de las matas, Presagio rojo’, que cosechó un éxito rotundo. En 1929 hizo las maletas y se mudó a Madrid para progresar como artista y ampliar su agenda de contactos. En la capital de España instruyó a principiantes y se dedicó a componer sin pausa. Buena prueba de ello es que a más de 5.000 canciones llevan su firma y muchas de ellas causaron furor en la España de la posguerra.

Cabe destacar que el Maestro Quiroga se hacía cargo exclusivamente de la música, pero siempre estuvo rodeado de los mejores letristas (Antonio Quintero, Salvador Valverde, Rafael de León) y vocalistas (Juanita Reina, Estrellita Castro, Concha Piquer) para crear conjuntamente piezas excelentes, tales como ‘María de la O’, ‘Tatuaje’,’ La Zarzamora’, ‘La Parrala’, etcétera. En pleno auge de la copla, sus acordes también llegaron al cine, y más concretamente, a las películas folclóricas que proliferaron entre 1940 y 1960. Una década después fue nombrado Consejero de Honor de la Sociedad General de Autores de España y siguió recibiendo distinciones por sus méritos hasta que falleció en 1988.