El mapping navideño repite

Después de la buena acogida que tuvo el año pasado, el ‘mapping’ volverá a colorear la fachada plateresca del Ayuntamiento de Sevilla desde el 11 de diciembre hasta el 5 de enero. Para quien no la conozca, se trata de una técnica que permite proyectar imágenes (tanto estáticas como en movimiento) sobre todo tipo de superficies, consiguiendo efectos de los denominados 4D realmente vistosos y originales. Además, gracias al sonido envolvente y a otros elementos audiovisuales, como la nieve simulada, se consigue crear una atmósfera muy realista al aire libre, lo cual supone un avance significativo en términos tecnológicos si se compara con lo que se oferta en cines, teatros, parques de atracciones, etcétera.

Sevilla

El nuevo espectáculo, titulado ‘La aventura de la innovación’, dura aproximadamente 13 minutos y pone en relieve la histórica relación entre Sevilla y la ciencia. Todo ello, en un viaje en el tiempo a bordo de un portentoso galeón. Así las cosas, durante la representación hay menciones a los avances en astronomía, cartografía, medicina, botánica y navegación transoceánica que se gestaron en la capital hispalense, gracias al talento de sevillanos ilustres como San Isidoro, Nicolás de Monardes, Antonio de Ulloa, Jerónimo de Chaves, etcétera.

Como no podía ser de otra forma, por las fechas en las que nos encontramos, también se abordarán las tradiciones navideñas a través de un reloj de piedra que anunciará la llegada de la época más esperada del año para los niños y para los que se resisten a dejar de serlos. Como colofón, se emitirá una pieza para conmemorar el XXV Aniversario de la declaración de la Catedral, el Archivo de Indias y los Reales Alcázares como Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. La función, que a buen seguro volverá a ser un éxito, podrá presenciarse en la Plaza de San Francisco de lunes a jueves en tres pases (19:00, 20:00 y 21:00 horas) y en cuatro de viernes a domingo (19:00, 20:00, 21:00 y 22:00 horas) hasta el Día de Reyes.

La clase de San Lorenzo

Hay que saber distinguir entre los barrios de clases (altas) y los barrios con clase. San Lorenzo forma parte de este segundo grupo gracias a la perfecta armonía en la que conviven sus edificios y sus gentes. Tanto unos como otros hacen gala de señorío, personalidad y elegancia,  y se sienten orgullos de residir donde residen. Una vez que se vive allí durante un tiempo prudencial, nadie quiere irse de San Lorenzo. De hecho, la permanencia de sus vecinos, cediendo el testigo de generación en generación, es una de las razones que explican por qué el barrio sigue conservando intacta su esencia pese a los inevitables cambios que va introduciendo la modernidad.

El barrio, que pertenece formalmente al distrito Casco Antiguo y tiene aproximadamente unos 4.000 habitantes, se organiza en torno a la Plaza de San Lorenzo, la cual da cobijo a la Iglesia del mismo nombre y a la Basílica del Gran Poder, aunque de ella ya hablaremos con más detenimiento en otro momento. También tiene otros centros neurálgicos importantes como la Plaza de La Gavidia o la de El Museo, aunque hay que decir que cada callejuela tiene su encanto. Tanto es así que en ellas crecieron personajes tan ilustres y variados como Gustavo Adolfo Bécquer, el Conde de Barajas, el Cardenal Espínola, Ortega Bru, Francisco Buiza, Manuel Font de Anta, Manolo Caracol, etcétera.

En San Lorenzo hay obras de arte a raudales y a cada paso que damos podemos toparnos con una de ellas sin haber tenido tiempo material para saborear la anterior. Desde sus casas señoriales, pasando por sus palacios, hasta sus monumentos, sin olvidar sus iglesias, sus imponentes imágenes de la Semana Santa sevillana, sus conventos, sus monumentos, sus comercios y sus bodegas. Cambiando los nombres comunes por nombres propios, podríamos hablar del Museo de Bellas Artes, del Monasterio de San Clemente, de los Conventos de Santa Clara, Madre de Dios, Santa Ana, y La Asunción, de la Torre de Don Fadrique y deberíamos añadir muchos puntos suspensivos, ya que la lista es interminable y todo es de interés.

La puerta que se transformó en plaza

Desde la época romana hasta el siglo XIX, Sevilla estuvo cercada por murallas. Las entradas y salidas se realizaban a través de dieciocho puertas, de las cuales sólo cuatro permanecen en pie: la de la Macarena, la de Córdoba, el postigo del Aceite y el del Alcázar. La que hoy abordamos en este artículo, la de Jerez, no logró subsistir. Adoptó este nombre porque servía como punto de partida para los que se dirigían a la ciudad gaditana y como punto de destino para los que hacían el camino a la inversa. El portón se encontraba exactamente en la confluencia de las calles San Gregorio y San Fernando, justo en frente del hotel Alfonso XIII.

 

De su fisonomía no se conocen demasiados detalles. El dato más significativo es que fue construida por los musulmanes entre dos torres y que su imponente reja se elevaba durante el día para dejar pasar a transeúntes y mercancías. También cabe destacar que el único reducto que se conserva es la famosa lápida que estaba insertada sobre su arco, tallada en 1578 y renovada en 1622, la cual reza así: ‘Hércules me edificó, Julio César me cercó, de muros y torres altas, el Rey Santo me ganó, con Garci Pérez de Vargas (…)’. En 1846 la puerta fue derribada y sustituida por otro, pero, ironías del destino, la nueva duró poquísimo, ya que apenas 20 años después fue demolida al mismo tiempo que la muralla y ya no se levantó ninguna más.

 

En su lugar se habilitó una plaza y por esta razón su denominación cambió a Plaza de Andalucía y posteriormente a Plaza de Calvo Sotelo. No obstante, dado que todo el mundo seguía llamando a esa zona Puerta de Jerez, finalmente recuperó su nombre original. La plaza se inauguró a la par que la Avenida de la Constitución con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1929 y en ella se instaló la ‘Fuente de Sevilla’, que representa a la ciudad y sus tres sectores económicos: el primario (la agricultura), el secundario (la industria) y el terciario (el comercio). Recientemente ha sido motivo de actualidad por la decapitación que sufrió su estatua durante la celebración del título de la Eurocopa de fútbol, suceso lamentable perpetrado por unos vándalos en mitad del holgorio.

El jardín de Blancanieves

Buena noticia para los niños, para los que se resisten a abandonar la infancia y paro los que les acompañan en los días de asueto. El antiguo parque de Blancanieves, situado entre la Avenida de la Borbolla y la Plaza de España, ha vuelto a abrir sus puertas con un aspecto remozado después de dos años de intensos trabajos. No se trata de un sitio de recreo como otro cualquiera. De hecho, posee nada más y nada menos que 450 especies vegetales procedentes de los cinco continentes, algunas de ellas en peligro de extinción, y ha pasado a llamarse oficialmente Jardín de Colecciones Didáctico y Educativo Medioambiental Joaquín Romero Murube.

Las labores realizadas por más de 120 alumnos de la escuela de jardinería, con la supervisión de la fundación Forja XXI y el apoyo de las instituciones públicas, ha dado como resultado un vistoso y heterogéneo paraje en el que se pueden encontrar todo tipo de plantas: frondosas, silvestres, coníferas, trepadoras… Además, se han instalado albercas, pérgolas, estanques, laberintos y pequeñas casas para aves con la idea de recrear un ecosistema cien por cien natural. Y por si fuera poco, cada rincón del jardín tiene un nombre que evoca a la fantasía, tales como la Fuente del Umbral del Sueño, el Árbol del Conocimiento, la Glorieta del Oráculo, etcétera.

Hay que recordar que el original parque de Blancanieves fue inaugurado en 1963 y disponía de 3.000 metros cuadrados destinados al entretenimiento infantil, pero con el paso de los años tanto el mobiliario como las zonas verdes fueron deteriorándose. Pese a todo, la reciente remodelación no sólo ha permitido conservar muchos de los murales y juegos, sino que también se han añadido otros nuevos de carácter didáctico. En resumen, estos jardines tienen todo lo necesario para que los pequeños y los no tan pequeños se diviertan aprendiendo y respetando la naturaleza.

La Catedral del Toreo

Aunque nos parezca una tradición contemporánea, lo cierto y verdad es que los orígenes de la tauromaquia se remontan a la antigua Roma, cuando se introducían a los uros (una raza bovina que ya quedó extinguida) en los circos para que fuesen cazados por los nobles a los ojos del público.  En la Edad Media, este tipo de animales también formaban parte de espectáculos festivos en sitios abiertos y a veces, como es lógico, generaban el caos debido a su bravura. Quizás fueron los incidentes los que provocaron que el hombre probase a enfrentarse a ellos a caballo y está documentado que en el siglo XVI, Carlos I de Inglaterra y su mano derecha, el Duque de Buckingham, participaron en un rejoneo durante su visita a España. No obstante, siempre hubo escuderos a pie que distraían al toro o lo guiaban hacia el lugar ideal para que el valeroso caballero tuviera el honor de matarlo.

De forma progresiva y constante, el arte del toreo fue evolucionando hasta tal y como lo conocemos hoy pese a la firme oposición de algunos prelados y monarcas. En Sevilla, la historia de la tauromaquia está estrechamente ligada a la de la Maestranza. Tras dar Felipe V su permiso, la orden de la Real Maestranza de Caballería decidió edificar en 1733 su propia plaza en el monte del Baratillo, la primera que tuvo forma ovalada en Real Maestranza de caballeríanuestro país (anteriormente eran rectangulares). Antes de que se levantara ya había corridas en la capital hispalense, pero fue su construcción la que aglutinó la afición de los sevillanos por los toros. Obviamente, su aspecto actual no tiene nada que ver con el de entonces. Poco a poco fueron incorporándose a la estructura (que inicialmente fue de madera y posteriormente de piedra) las dependencias, los palcos, la Puerta del Príncipe, la cubierta, la solería, los pasillos interiores, etc.

A principios del siglo XX, el arquitecto Aníbal González llevó a cabo una profunda remodelación del coso y no sólo cambió la piedra por el ladrillo, sino que cimentó de nuevo todo el tendido con una pendiente más suave y elegante. El resultado fue impecable y ya en aquel momento era consideraba como lo que es hoy día: la plaza más bella e importante de España y la mayor cuna de toreros del mundo. Por su arena han pasado las grandes figuras de la tauromaquia, tales como Joselito el Gallo, Pepín, Juan Belmonte, el Niño de la Palma, Chicuelo, Pepe Luis Vázquez, Cagancho, Curro Romero, Carlos Arruza, Manolete, José Tomás… Se puede afirmar sin miedo al error que ningún diestro ha sido encumbrado en su profesión sin salir a hombros de la Maestranza. Por eso la llaman la ‘Catedral del Toreo’.

La fauna dominical de la Alfalfa

Es muy difícil, por no decir imposible, resumir la historia de la Plaza de la Alfalfa en un texto conciso sin obviar detalles importantes, pero partiendo de esta premisa inicial, podemos establecer como fecha clave el año 1820, que es cuando fue derribado el edificio de las Carnicerías de Sevilla, lugar en el que se realizaban las matanzas y se almacenaba la carne. Su desaparición provocó que una pequeña plaza que estaba en sus cercanías se extendiera hacia su terreno y el Ayuntamiento decidió aprovechar ese espacio para instalar allí el mercado de compra-venta de animales vivos. Anteriormente estaba ubicado en el barrio de Triana, pero las autoridades consideraron que era demasiado peligroso que tanta gente cruzara el puente de barcas para acudir a él.

 

De esta forma, desde 1852 hasta hace tan solo unos años, la Plaza de la Alfalfa se convirtió en el mejor sitio de Sevilla para adquirir mascotas. Originalmente predominaban los pájaros (palomas, canarios, jilgueros…) y las aves de corral, pero ya en las últimas décadas la oferta se fue ampliando hasta los perros, gatos, peces, tortugas, etc. Las transacciones se realizaban siempre siguiendo un mismo patrón: el vendedor fijaba un precio, el comprador intentaba regatearle ofreciendo una cantidad menor y finalmente llegaban a un acuerdo tras ceder ambas partes en sus pretensiones. Su popularidad fue claramente en aumento y conseguía reunir a personas de todas las clases sociales, desde los más adinerados hasta los más humildes pasando por los burgueses.

 

Hay que reseñar que el mercado siempre fue ambulante y nunca permanente, es decir, aparecía con las primeras luces del domingo y el lunes ya no había ni rastro de él. De no haber aparecido brotes de gripe aviar, es muy posible que siguiera operando en el mismo sitio, pero en el año 2005 la Unión Europea prohibió la concentración de aves en espacios públicos con la idea de evitar una pandemia. En un principio iba a ser un cierre temporal, pero hay quien piensa que el Ayuntamiento encontró la excusa perfecta para extinguirlo definitivamente tras las quejas de los vecinos por el ruido que ocasionaba. Hubo un intento infructuoso de trasladarlo a La Cartuja, pero lo que los melancólicos desean es que aquella inconfundible fauna dominical regrese a su sitio, a la Plaza de la Alfalfa.

 

A vueltas con el monumento al Papa

Monumento al Papa en Sevilla

Cuando empezó a hablarse de la posibilidad de que Sevilla le dedicara un monumento a Juan Pablo II, allá por el año 2006, todo el mundo parecía estar de acuerdo con que el proyecto se llevara a cabo, ya que, entre otras cosas, iba a ser sufragado por donativos particulares y no iba a suponer ningún gasto para la ciudad. Sin embargo, los quebraderos de cabeza llegaron a la hora de encontrarle una ubicación. La anterior Delegación Provincial de Cultura dejó entrever que había overbooking de monumentos en el centro histórico. El Hermano Mayor de la Macarena propuso cobijar la obra en el atrio de la basílica, pero luego se encontró con el rechazo de su junta de gobierno, que consideraba que no existía una relación directa entre el beato y la corporación. Y el resto de lugares planteados, como la Plaza de la Contratación, la Puerta de Jerez y la calle Adolfo Rodríguez Jurado, no terminaban de convencer a ninguna de las partes.

Así las cosas, el imaginero Juan Manuel Miñarro terminó la estatua del sumo pontífice sin saber dónde iba a ser colocada. Para amenizar la espera, la obra fue expuesta en la sede de Cajasol y recibió once mil visitas en los primeros cuatro días. Posteriormente, el Arzobispado recogió el testigo y decidió alojarla en la Catedral, junto a la Puerta de San Miguel, hasta que terminara la polémica. Y lo cierto es que allí permanece todavía, aunque esta vez parece que por poco tiempo. Las reuniones entre el Ayuntamiento de Sevilla, el Arzobispado y la plataforma que promovió la idea están en la fase final y ya existe un principio de acuerdo para que la Plaza Virgen de los Reyes sea la que acoja el monumento a Juan Pablo II.

Concretamente, estaría situado justo enfrente del Palacio Arzobispal, al inicio del callejón que desemboca en la Plaza de Santa Marta. Para tal efecto se plantaría un pequeño jardín que bordearía y protegería la escultura. ¿Pero por qué la Plaza Virgen de los Reyes? Desde el primer momento, las autoridades eclesiásticas intentaron que el monumento estuviera próximo a la Catedral, y una vez que se confirme esta noticia, podría decirse que han conseguido su propósito. Además, es un lugar que está estrechamente ligado al Papa, puesto que en sus dos visitas a Sevilla (1982 y 1993) utilizó el balcón del Palacio Arzobispal para dirigirse a los feligreses. Así pues, si todo sigue su curso, en ese emplazamiento reposará la obra, que ha sido fundida en bronce, mide 2,45 metros y pesa más de 800 kilos.

La Plaza de España recupera su esencia

El pasado, cuando es bello y esplendoroso, siempre termina imponiéndose a cualquier presente e incluso a cualquier futuro. Algo así es lo que ha sucedido con la Plaza de España, uno de los lugares más emblemáticos de Sevilla sin ningún tipo de discusión. Fue diseñada por Aníbal González para la Exposición Iberoamericana de 1929 y se estima que más de mil hombres participaron en su construcción simultáneamente. El resultado fue un precioso conjunto arquitectónico de forma semicircular que simbolizaba el abrazo de España a sus antiguas colonias. Tanto los turistas que visitaron la ciudad por aquellos tiempos como los propios sevillanos no tardaron en quedar embelesados con aquel despliegue de arte regionalista, y su popularidad creció Plaza de Españaexponencialmente con el paso de los años hasta convertirse en un emplazamiento histórico, ideal para el recreo, para inmortalizar bodas y en definitiva, para deleitar los cinco sentidos.

Desgraciadamente, buena parte de aquel ambiente familiar y mágico se fue disipando progresivamente en las últimas décadas, puede que por la dejadez de los organismos públicos, por el deterioro material, por la indiferencia de todos y cada uno de nosotros o por un cúmulo de circunstancias. El caso es que la Plaza de España estaba perdiendo su esencia, pero con la restauración a la que ha sido sometida recientemente podemos decir sin miedo al error que la ha recuperado totalmente. Primero, desde un punto de vista físico, ya que se ha rehabilitado la balaustrada tradicional, los azulejos trianeros, la solería, los bancos, la jardinería, el Monumento a las Razas… sin olvidar la peatonalización de la avenida de Isabel la Católica para unir este espacio con el Parque de María Luisa. Y segundo, desde un enfoque sentimental y La Plaza de Españaemotivo, puesto que el agua y las barcas han regresado a la ría para devolverle la vida que tenía antaño gracias a la instalación una nueva estación de saneamiento y de 900 metros de tuberías. Además, por volver ha vuelto hasta el genuino burro que paseaba a los niños durante las tardes de domingo mientras sus padres escuchaban los partidos del Betis y del Sevilla a través de los clásicos transistores, consiguiendo que sintamos una especie de déjà vu al verle de nuevo dando vueltas.

Fueron necesarios nueve millones de euros y dos años de obras para que esto fuera posible, pero ha merecido la pena, ya que la Plaza de España ha vuelto a ser la que nunca debió dejar de ser, la que imaginó Aníbal González en su cabeza, la que nos encanta a todos.