El curioso caso del Pabellón de Brasil

Inicialmente, Brasil no fue invitada a la Exposición Iberoamericana que se celebró en Sevilla en 1929. Portugal tampoco, y quizás muchos de vosotros os estéis preguntando ahora mismo por qué. Una de las razones se encuentra en el pretexto de la muestra, que no era otro que el de ensalzar a España y su hegemónica influencia en el Nuevo Continente. Y claro, los dos países anteriormente citados eran los únicos que podían discutir esta afirmación, pues la conexión entre ambos también había sido muy importante. También tuvo su peso el hecho de que Brasil hubiese votado en contra del ingreso de España en el Consejo de la Sociedad de Naciones años atrás, así como el escaso interés que había mostrado España en una muestra que se había celebrado en Río de Janeiro poco antes.

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Las sillas de la discordia

Desde el mismo día de su implantación, hace ya más de un siglo, los palcos y sillas de la Semana Santa de Sevilla han generado muchísima polémica. Sus detractores sostienen que tienen un cariz eminentemente clasista, y dividen a la ciudadanía en cofrades de primera y segunda división, con el acicate de que el privilegio de ver los pasos en puntos estratégicos de la ciudad de manera cómoda se puede heredar de generación en generación, por lo que el formar parte de este grupo es una misión casi imposible. Decimos casi porque hay una lista de espera para conseguir una plaza libre, si bien ésta es interminable y hay que esperar años para ver cumplido el deseo.

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Un hogar para las páginas

terrenosHace algunos años se llegó a la conclusión de que las bibliotecas de Sevilla necesitaban un impulso para adaptarse a los nuevos tiempos y ofrecer un servicio de primera calidad, de ahí que las autoridades competentes decidieran tomar cartas en el asunto. La piedra angular del proyecto que se aprobó consistía en la construcción de una nueva biblioteca general el Prado de San Sebastián, con el objetivo final de convertir la antigua Fábrica de Tabacos en un campus de Humanidades. Por problemas administrativos (licencias y oposición vecinal) y financieros (presupuesto elevadísimo), aquella idea inicial no pudo llevarse a cabo pese a los más de nueve millones de euros invertidos.

En cualquier caso, el plan no quedó enterrado. Asumiendo su cuota de responsabilidad, la Universidad de Sevilla se puso manos a la obra para encontrar una ubicación alternativa y levantar una biblioteca menos pretenciosa, pero igualmente relevante. Así, se acordó que fuera emplazada en la avenida Eritaña, en la parte trasera de los pabellones de México y Brasil, en el edificio que iba a ser sede de la Fundación de Investigación (Fius). Se espera que en los primeros meses de 2015 se trasladen los casi 70.000 libros que pertenecen al Fondo Antiguo y Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla a las nuevas dependencias, que serán bautizadas con el nombre de ‘Rector Antonio Machado y Núñez’.

Si no hay más imprevistos, la nueva biblioteca general podría estar operativa en el segundo semestre de 2015, toda vez que la mayor parte de las obras de adecuación tendrán lugar en el interior del inmueble. Tras el fracaso de la primera intentona, este proyecto será sensiblemente más barato y buena prueba de ello es que cuenta con un presupuesto ligeramente superior a los seis millones de euros, por los 22 que iba a costar el original. En otros términos, de los 9.000 metros cuadrados previstos se pasará a 5.000, una reducción de espacio que implicará la supresión del auditorio y la sala de exposiciones.

La Casa de la Moneda sobrevive a duras penas

Casa MonedaUna vez culminada la Reconquista (1492), los Reyes Católicos quisieron reorganizar todo lo relacionado con la acuñación de monedas y decidieron que sólo siete cecas de las que operaban en España prosiguieran su actividad. Una de las elegidas fue la Casa de la Moneda de Sevilla, que cambió su ubicación para estar más cerca del Guadalquivir, y por tanto, de lo que llegaba de las Indias. Así las cosas, las nuevas dependencias se levantaron concretamente en las huertas de las Atarazanas, entre la Torre del Oro y la Torre de la Plata, trayecto que era recorrido a diario por los mercaderes más acaudalados.

Y justo allí, los metales más preciados eran convertidos en marcos y doblones para el sostenimiento de la economía española… y mundial, pues no hay que olvidar que eran tiempos de continuos descubrimientos en América. Ya en el siglo XVIII, fue reformada profundamente por el arquitecto Sebastián Van der Borcht, quien mejoró su aspecto exterior (le incorporó la gran portada que hace las veces de acceso principal) y acabó con los problemas estructurales y y de filtraciones derivados del terremoto de Lisboa.

La Casa de la Moneda de Sevilla tuvo una actividad frenética hasta el siglo XIX, pero a partir de entonces fue perdiendo vitalidad progresivamente. De hecho, en 1868 dejó de tener una función fabril y fue dividida en tres partes, las cuales fueron vendidas a sendos particulares: Ildefonso Lavín, José Marañón e Inocencio Ocho. Sólo una década más tarde quedó en manos de un único propietario, que llevó a cabo reformas integrales para darle un uso residencial. Sin embargo, pronto sus instalaciones fueron abandonadas y hubo que esperar hasta bien entrado el siglo XX para que se iniciara una restauración que perseguía recuperar su fisonomía original. Desgraciadamente, las últimas obras a las que ha sido sometido el edificio han generado muchísima polémica. Tanto es así que la Junta de Andalucía acusa al arquitecto de un delito contra el patrimonio histórico por “alterar gravemente” su estructura y levantar un ático inexistente. 

Los misterios de El Palmar de Troya (I)

El 30 de marzo de 1968, cuatro niñas de entre 12 y 13 años caminaban juntas por un campo cercano a El Palmar de Troya, pedanía de la localidad sevillana de Utrera, cuando distinguieron la figura de la Virgen María en un árbol. Asustadas, rápidamente corrieron al pueblo para contárselo a sus padres, los cuales difundieron la noticia, que corrió como la pólvora de boca en boca. Como no había motivos aparentes para desconfiar del testimonio de unas crías, hubo quien empezó a acudir al lugar de los hechos para realizar sus oraciones. Así las cosas, de la noche a la mañana aquella zona de lentisco se convirtió poco menos que en un lugar sagrado.

A partir de ese momento comenzaron a multiplicarse las presuntas apariciones, curaciones milagrosas y demás fenómenos paranormales. De hecho, decenas de personas de otros lugares se trasladaron hasta el Palmar de Troya para pregonar sus propias experiencias místicas, aunque un hombre en concreto se erigió en el líder de todos aquellos videntes: Clemente Domínguez Gómez. Este corredor de seguros, que nació en Écija y trabajaba en la capital, juró haber visto a la Virgen María y difundió que le había ordenado librar a la iglesia católica de la herejía, el modernismo y el comunismo. Para hacer más creíble la revelación, se estigmatizaba delante de la muchedumbre, en espectáculos en los que abundaba la sangre.

En uno de ellos entró en trance nada más y nada menos que ante 30.000 personas, lo que deja a las claras que su popularidad crecía como la espuma. Con una legión de adeptos tras sus pasos, el 22 de diciembre de 1974 Clemente fundó la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, cuyas doctrinas eran realmente peculiares, aunque de ellas hablaremos detenidamente en el siguiente artículo. El caso es que, para emprender un proyecto religioso como el que tenía entre manos, necesitaba financiación y en ese apartado entró en juego su amigo de confianza: Manuel Alonso Corral. Este abogado se encargó de los asuntos burocráticos y de divulgar los milagros de El Palmar en términos locales, nacionales e internacionales, consiguiendo los donativos que permitieron construir el templo. Los más jugosos llegaron procedentes de empresas extranjeras que pretendían deducir impuestos.

La Justicia busca su sitio

Al margen de la efectividad del actual sistema punitivo, que es algo que se cuestiona ahora mismo en todo el conjunto de España, en Sevilla existe además otro debate paralelo que es el de a dónde irá a parar la famosa Ciudad de la Justicia. Hay dos opciones muy claras: mantenerla en El Prado y remodelar a fondo las instalaciones existentes, o trasladarla a Los Gordales. El Consistorio, comandado por Juan Ignacio Zoido, es partidario de la primera vía siempre y cuando sea compatible con el Metro, mientras que la Junta de Andalucía prefiere la mudanza para disponer de más espacio. De hecho, el gobierno autonómico ya cedió un amplio solar al equipo de Monteseirín para que se edificaran allí dos nuevos edificios. Pero de momento, las divergencias impiden que se coloquen los primeros ladrillos.

Entre una cosa y otra, el proyecto lleva atascado más de doce años, un tiempo que se antoja desproporcionado se mire por donde se mire, y lo peor de todo es que no hay visos de que pueda desbloquearse a corto plazo. Es más, en estos momentos todo está a expensas de que se emitan los informes técnicos que determinarán si la línea 3 del Metro a su paso por El Prado es compatible con sus obras al incluir dependencias en el subsuelo. Una vez se conozcan los resultados, el debate continuará a buen seguro, porque aún quedaría por despejar la incógnita de quién y cómo se financiará un proyecto de tal envergadura. Por no hablar de la tercera ubicación alternativa, Buen Aire, de la que poco se habla pero que ni mucho menos está descartada.

Lo cierto y verdad es que los argumentos de ambas partes tienen su porción de lógica. Por un lado, seguir en El Prado es lo que desean los profesionales sector y con las nuevas obras, mejorarían sensiblemente las comunicaciones, se solucionaría el problema de los aparcamientos y se seguiría poniendo en valor el legado de 1929. Pero el traslado a Los Gordales también tendría sus beneficios. El más importante sería el de contar con un sitio más amplio, cómodo y completamente nuevo, sin olvidar que sus tareas de construcción generarían menos controversia. Sea como fuere, habrá que esperar para conocer el desenlace de esta historia y es más que probable que este asunto sea uno de los más recurrentes en las próximas elecciones autonómicas.

A vueltas con el monumento al Papa

Monumento al Papa en Sevilla

Cuando empezó a hablarse de la posibilidad de que Sevilla le dedicara un monumento a Juan Pablo II, allá por el año 2006, todo el mundo parecía estar de acuerdo con que el proyecto se llevara a cabo, ya que, entre otras cosas, iba a ser sufragado por donativos particulares y no iba a suponer ningún gasto para la ciudad. Sin embargo, los quebraderos de cabeza llegaron a la hora de encontrarle una ubicación. La anterior Delegación Provincial de Cultura dejó entrever que había overbooking de monumentos en el centro histórico. El Hermano Mayor de la Macarena propuso cobijar la obra en el atrio de la basílica, pero luego se encontró con el rechazo de su junta de gobierno, que consideraba que no existía una relación directa entre el beato y la corporación. Y el resto de lugares planteados, como la Plaza de la Contratación, la Puerta de Jerez y la calle Adolfo Rodríguez Jurado, no terminaban de convencer a ninguna de las partes.

Así las cosas, el imaginero Juan Manuel Miñarro terminó la estatua del sumo pontífice sin saber dónde iba a ser colocada. Para amenizar la espera, la obra fue expuesta en la sede de Cajasol y recibió once mil visitas en los primeros cuatro días. Posteriormente, el Arzobispado recogió el testigo y decidió alojarla en la Catedral, junto a la Puerta de San Miguel, hasta que terminara la polémica. Y lo cierto es que allí permanece todavía, aunque esta vez parece que por poco tiempo. Las reuniones entre el Ayuntamiento de Sevilla, el Arzobispado y la plataforma que promovió la idea están en la fase final y ya existe un principio de acuerdo para que la Plaza Virgen de los Reyes sea la que acoja el monumento a Juan Pablo II.

Concretamente, estaría situado justo enfrente del Palacio Arzobispal, al inicio del callejón que desemboca en la Plaza de Santa Marta. Para tal efecto se plantaría un pequeño jardín que bordearía y protegería la escultura. ¿Pero por qué la Plaza Virgen de los Reyes? Desde el primer momento, las autoridades eclesiásticas intentaron que el monumento estuviera próximo a la Catedral, y una vez que se confirme esta noticia, podría decirse que han conseguido su propósito. Además, es un lugar que está estrechamente ligado al Papa, puesto que en sus dos visitas a Sevilla (1982 y 1993) utilizó el balcón del Palacio Arzobispal para dirigirse a los feligreses. Así pues, si todo sigue su curso, en ese emplazamiento reposará la obra, que ha sido fundida en bronce, mide 2,45 metros y pesa más de 800 kilos.

Los enigmas del Tesoro de El Carambolo

En un pequeño cerro de la localidad de Camas conocido como El Carambolo se encierra un misterio que aún no ha sido desvelado al cien por cien por los historiadores. Para dar con su origen hay que retroceder en el tiempo hasta varios siglos antes de Cristo, cuando nació una leyenda que aseguraba que allí estaba enterrado un tesoro de un valor incalculable. Casualidad o no, cuando aquel relato aparentemente de ficción parecía haber perdido hasta su último ápice de credibilidad, el tesoro salió a la luz de la manera más inverosímil posible y en el momento más inesperado.

Fue el 30 de septiembre de 1958. La Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla, que había adquirido esos terrenos años atrás, estaba realizando unas obras para mejorar sus instalaciones y albergar un importante torneo internacional. El arquitecto, no del todo satisfecho con la posición  Tesoro de El Carambolode una de las ventanas, mandó excavar quince centímetros más a sus obreros y durante la tarea, uno de ellos, Alonso Hinojos del Pino, encontró un brazalete de 24 quilates. Al observar que le faltaba un adorno, animó a sus compañeros a que le ayudaran a encontrarlo y la sorpresa de todos se multiplicó al realizar un nuevo hallazgo: un recipiente de barro cocido que contenía más objetos preciosos. Como se suele decir coloquialmente, aquello pasó de castaño a oscuro.

Naturalmente, a los albañiles les asaltaron las dudas. Algunos creyeron que eran joyas millonarias y otros, para demostrar que eran meras imitaciones, doblaron una de las piezas hasta romperla. Cuando esto sucedió, dejaron de pensar en repartirse el botín y lo entregaron con la sospecha de que pudiera tener un gran valor histórico. Y la intuición no les falló, ya que poco después el arqueólogo Juan de Mata Carriazo lo examinó a fondo y determinó que era “un tesoro digno de Argantonio”, en referencia al último rey del imperio tartésico. Otros estudios posteriores fueron más allá y puntualizaron que las muestras encontradas pertenecían a un solo hombre, que podría haberlas portado como distinciones en momentos de máxima ostentación.

Sin embargo, las investigaciones más recientes discrepan de esta teoría y proponen otra: que el lugar donde fue hallado era un santuario dedicado a Astarté y Baal, los dos dioses más importantes de los fenicios, y que los objetos suponían el ajuar de su sacerdote. Pero esta falta de consenso no es la única incógnita que queda por despejar sobre el Tesoro de El Carambolo. Hay quienes se siguen preguntando por qué se guarda con tanto celo en la caja fuerte de un banco, por qué sólo estuvo unos meses expuesto en el Museo de Arqueología y por qué el Ayuntamiento de la ciudad decidió destituir a Don Jesús Aguirre (Duque de Alba) como comisario de la Expo 92 cuando intentó -sin éxito- solicitar una réplica exacta.