El Puente de las Delicias padece ‘artrosis’

Obviamente, el titular de este artículo es una metáfora. El Puente de las Delicias no es un ser vivo y por lo tanto, no padece ninguna enfermedad, pero sí es verdad que se está haciendo mayor. Sufre averías con demasiada frecuencia y da la sensación de que hace un esfuerzo sobrehumano cada vez que se eleva para dejar pasar a los barcos. Las articulaciones le fallan. Ha llegado un momento en el que mantenerlo en forma cuesta un dineral (su última reparación tuvo un presupuesto de 11.000 euros) y por esta razón, el Puerto se está planteando seriamente la posibilidad de prescribirle reposo absoluto, es decir, ordenarle que deje de levantarse y cese su actividad como puente basculante.

Una persona con 20 años está en plena juventud, pero un puente con esa misma edad empieza a notar la decadencia, sobre todo, si sus espaldas han soportado un intenso volumen de trabajo. Algo así es lo que le ha sucedido al Puente de las Delicias. Fue diseñado por Férnandez Troyano y Javier Manterola Armisen y construido entre 1988 y 1990 con motivo de la celebración de la Exposición de 1992. Su cometido era sustituir con más y mejores garantías al Puente de Alfonso XIII, que, pese a seguir en pie, fue desplazado a otra ubicación donde permanece en desuso. Y lo cierto es que durante todo este tiempo ha cumplido su objetivo con creces, pero empieza a mostrar síntomas de que no podrá seguir a ese ritmo eternamente.

Dice el dicho que más vale prevenir que curar y por eso las autoridades portuarias ya están buscando una especie de remedio casero. Dado que la edificación de un nuevo puente está totalmente descartada (la crisis no invita a invertir millones de euros), la opción más viable sería fijar la parte móvil y trasladar los puntos de atraque, por ejemplo, a Puerto Gelves, y construir una nueva dársena al otro lado del puente. Si este plan se llevara a cabo, a buen seguro que la ciudad saldría ganando y el Puente de las Delicias viviría su madurez y su vejez de una manera mucho más plácida.

Puerto de Sevilla

El Puerto de Sevilla está situado a 80 kilómetros de la desembocadura del Guadalquivir, y es el único puerto fluvial comercial que existe en España. Su proyección es a la vez mediterránea y atlántica, siendo varios los factores que lo erigen en punto logístico y comercial de primer orden.

El tráfico del Puerto de Sevilla se sitúa en torno a los cinco millones de toneladas anuales. Destaca de forma especial el tráfico relacionado con el sector agrícola (aceites, cereales, abonos, etc), tanto en graneles líquidos y sólidos como en mercancía general. Sin olvidarnos, por su volúmen e importancia, del tráfico de chatarra y productos siderúrgicos; y de las líneas regulares con las Islas Canarias para contenedores y ro-ro, que convierten al Puerto de Sevilla en pieza clave del comercio marítimo entre el archipiélago canario y la península ibérica. El hinterland del Puerto abarca la zona Occidental de Andalucía, Extremadura y, para algunos productos, el centro de España

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