Los primeros pasos del Antiquarium

No se puede decir que el Antiquarium haya empezado con buen pie. Tras haber sido inaugurado el 27 de marzo de 2011, el desplome de una puerta de cristal en enero de 2015, es decir, sólo cuatro años después, provocó su cierre inmediato. El accidente pudo acabar en tragedia, ya que la puerta, de más de 200 kilos de peso, cayó sobre tres ancianas que quedaron atrapadas durante unos minutos que se hicieron eternos. Afortunadamente, las heridas no revistieron gravedad y lograron recuperarse con el paso de los días.

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Los detalles de la Puerta del Perdón

PuertadelperdonLa originalidad de la Puerta del Perdón de la Catedral de Sevilla no reside precisamente en su nombre, pues tiene ‘tocayas’ en ciudades como Santiago de Compostela, Burgos, Toledo, Ciudad Real o Jaén, pero sí en otros rasgos que le hacen ser diferente a todas las demás. Si nos centramos en el templo hispalense, hablamos de la puerta más antigua y la única que perteneció a la vieja mezquita almohade. Fue construida a finales del siglo XII bajo el mandato del califa Abu Yusuf y ha llegado a nuestros tiempos en buenas condiciones, si bien las distintas remodelaciones han cambiado parte de su fisonomía.

La Puerta del Perdón es muy fácil de identificar porque hace las veces de acceso principal al Patio de los Naranjos desde la calle Alemanes. A diferencia de las otras puertas que tienen la misma denominación, nunca estuvo relacionada con indulgencias ni con actos de expiación de ningún tipo. Es más, según el catedrático Alfonso Jiménez, en un principio tuvo un uso militar, ya que los almohades quisieron separar la mezquita de la ciudad levantando unas murallas, proyecto que no terminó de cuajar y fue reemplazado por el célebre patio.

Está documentado que en la parte superior de la puerta sobresalía una azotea y que debajo de ella había dos habitaciones que se alquilaban con regularidad hasta la época de los Reyes Católicos. Dichos elementos se perdieron, pero otros perduran, como el arco túmido y el pórtico en sí, cuyas dos enormes hojas fueron elaboradas con madera de cedro, revestidas de bronce y decoradas con motivos de lacerías. Además, contiene inscripciones árabes que repiten versos del Corán, tales como “el poder pertenece a Alá” o “la eternidad es de Alá”, y unos aldabones de un valor incalculable, pues podrían ser las muestras más antiguas de la orfebrería sevillana. Quizás por ello, hace algunos años los originales se trasladaron al Museo de la Catedral y en su lugar fueron colocadas unas réplicas fidedignas.

Portadas con encanto

La Portada de la Feria es la puerta de entrada al Real, el mayor punto de encuentro de todo el recinto, el eje sobre el que se orientan los despistados y también el monumento camaleónico de todas las primaveras. Originalmente no era cambiante, sino que se aprovechaba para tal efecto alguna estructura cercana a los antiguos emplazamientos, como por ejemplo la Puerta de San Fernando, situada a la altura de la Real Fábrica de Tabacos, o la célebre Pasarela en el Prado de San Sebastián. Sin embargo, tras la desaparición de ésta última en 1921, empezó a implantarse la costumbre de instalar cada año una portada que pusiera en relieve el patrimonio de Sevilla.

Las primeras fueron pequeñas y escuetas, pero poco a poco fueron mejorando tanto en originalidad como en calidad.  Ya en 1948 se diseñó la recordada ‘Torre de los Toreros’, levantada sobre una fuente y decorada con capotes y cabezas de toros. A partir de los cincuenta se pierde el miedo a las alturas y se edifican portadas de mayor envergadura. Sin ir más lejos, la de 1966 abarcaba dos calles. La de 1974 estaba rodeada de escaleras que permitían el acceso a su interior y fue la más visitada de todos los tiempos, mientras que la de 2003, que homenajeaba el 500 aniversario de la fundación de la Universidad de Sevilla, alcanzó la máxima altura hasta la fecha (47 metros). Más recientemente fueron dedicadas a los 100 años de existencia de los dos clubes de fútbol de la ciudad: Sevilla (2005) y Betis (2007).

La portada de este año, ideada por Manuel Jesús Jiménez Varo y Miguel Ángel Pérez Cabo, los mismos autores de la del año pasado, mata tres pájaros de un tiro, ya que está inspirada en la Plaza de España, conmemora el 75 aniversario de la Fundación Once y hace alusión a la Hermandad del Rocío de Triana. El jurado la eligió por unanimidad pese a que se presentaron más de 80 proyectos y su construcción ha sido laboriosa. No en vano, se han necesitado unas 15.000 horas de trabajo, 2.500 metros de cables, 20.000 bombillas, 4.000 metros cuadrados de pintura y 500.000 euros de presupuesto. Eso sí, el esfuerzo ha merecido la pena, ya que ha tenido una muy buena acogida tanto por los entendidos en la materia como por el por el público en general.

La puerta que se transformó en plaza

Desde la época romana hasta el siglo XIX, Sevilla estuvo cercada por murallas. Las entradas y salidas se realizaban a través de dieciocho puertas, de las cuales sólo cuatro permanecen en pie: la de la Macarena, la de Córdoba, el postigo del Aceite y el del Alcázar. La que hoy abordamos en este artículo, la de Jerez, no logró subsistir. Adoptó este nombre porque servía como punto de partida para los que se dirigían a la ciudad gaditana y como punto de destino para los que hacían el camino a la inversa. El portón se encontraba exactamente en la confluencia de las calles San Gregorio y San Fernando, justo en frente del hotel Alfonso XIII.

 

De su fisonomía no se conocen demasiados detalles. El dato más significativo es que fue construida por los musulmanes entre dos torres y que su imponente reja se elevaba durante el día para dejar pasar a transeúntes y mercancías. También cabe destacar que el único reducto que se conserva es la famosa lápida que estaba insertada sobre su arco, tallada en 1578 y renovada en 1622, la cual reza así: ‘Hércules me edificó, Julio César me cercó, de muros y torres altas, el Rey Santo me ganó, con Garci Pérez de Vargas (…)’. En 1846 la puerta fue derribada y sustituida por otro, pero, ironías del destino, la nueva duró poquísimo, ya que apenas 20 años después fue demolida al mismo tiempo que la muralla y ya no se levantó ninguna más.

 

En su lugar se habilitó una plaza y por esta razón su denominación cambió a Plaza de Andalucía y posteriormente a Plaza de Calvo Sotelo. No obstante, dado que todo el mundo seguía llamando a esa zona Puerta de Jerez, finalmente recuperó su nombre original. La plaza se inauguró a la par que la Avenida de la Constitución con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1929 y en ella se instaló la ‘Fuente de Sevilla’, que representa a la ciudad y sus tres sectores económicos: el primario (la agricultura), el secundario (la industria) y el terciario (el comercio). Recientemente ha sido motivo de actualidad por la decapitación que sufrió su estatua durante la celebración del título de la Eurocopa de fútbol, suceso lamentable perpetrado por unos vándalos en mitad del holgorio.

El selecto bosque de azahar

Sevilla no sería como la conocemos hoy sin la herencia almohade. Los musulmanes dejaron su huella y construyeron lugares tan primorosos… que los cristianos, una vez reconquistada la ciudad, prefirieron conservarlos y readaptarlos a sus costumbres antes que demolirlos por completo y edificar otros nuevos bajos sus propios parámetros. Un ejemplo de ello es el Patio de los Naranjos, también conocido como el Corral de los Naranjos.  Sus orígenes se remontan al siglo XII y fue concebido como un espacio ajardinado para celebrar fiestas y actos culturales a los pies de la antigua mezquita. Allí los fieles realizaban sus abluciones antes de entrar en el templo y, 800 años después, es fácil imaginar aquellas escenas, ya que subsiste la fuente (cuya taza es visigoda) y está acompañada por grabados del Corán en las paredes y el aroma inconfundible del azahar.

Y todo ello, pese a las profundas transformaciones que ha ido sufriendo con el paso de los años. Sin ir más lejos, durante una época funcionó como cementerio cristiano y a renglón seguido como recinto principal de las ferias anuales. Así, hasta integrarse completamente en la Catedral como claustro. Para ello, fueron derribadas la Sala de la Oración y la nave de Poniente y en sus emplazamientos se levantaron la Iglesia del Sagrario y la Puerta de la Concepción. Pero, tal y como hemos mencionado anteriormente, hay algo abstracto e intangible entre en ese rectángulo de 43 por 81 metros que ha resistido a la mano del hombre durante centurias. Es un recodo invulnerable del pasado que puede ser percibido en el presente.

Hace mucho tiempo que dejó de tener un uso religioso y ahora hace las veces de espacio de recreo y monumento de visita obligada para los turistas. Para mejorar aún más si cabe su aspecto, el Cabildo de la Catedral ha puesto en marcha la restauración de la fachada norte, es decir, la que corresponde a la Puerta del Perdón (la que desemboca en la calle Alemanes), y se espera que en 2014 las obras hayan concluido y de esta manera, el Patio de los Naranjos presente un semblante más jovial.

El inolvidable acueducto de Sevilla

Hace más de 2.000 años, el agua llegaba a Sevilla desde Alcalá de Guadaira gracias a un conducto de 17,5 kilómetros de longitud que alternaba tramos subterráneos con otros por encima de la superficie. Sus 400 arcos de ladrillo dan fe de la magnitud de una obra que fue realizada por los romanos en la época en la que Julio César era el cuestor (recaudador de impuestos) de Híspalis. No obstante, fueron tan profundas las remodelaciones que hicieron posteriormente los musulmanes, que existe cierta polémica acerca de si los árabes reconstruyeron por completo el acueducto o arreglaron el que ya existía.

Tenía su punto de origen en el manantial de Santa Lucía y terminaba en la mismísima muralla de la ciudad, justo en la Puerta de Carmona, donde existía un enorme depósito desde el que se distribuía el agua a los emplazamientos públicos y a la aristocracia. Curiosamente, cabe destacar que, a la altura de lo que hoy conocemos como Torreblanca, la canalización se elevaba sobre los arcos y por eso hoy el barrio se llama oficialmente Torreblanca de los Caños. Aunque nos resulte muy lejano en el tiempo, lo cierto es que el acueducto funcionó a pleno rendimiento hasta bien entrado el siglo XIX y testimonios objetivos como el del alemán Jerónimo Münzer, que Acueducto Sevillavisitó Sevilla en 1495, nos sirven para comprender su relevancia: “Hay en Sevilla mucha agua potable y un acueducto de trescientos noventa arcos, algunos duplicados por un cuerpo superior, para vencer el desnivel del terreno, va por este artificio gran cantidad de agua y presta muy buen servicio para el riego de jardines, limpieza de calles y viviendas”.

El acueducto fue demolido en 1912 para ensanchar la calle Oriente y levantar el Puente de la Calzada. Los tres vestigios que han sobrevivido a nuestros días son muy valiosos desde el punto de vista histórico y se les conocen como ‘Los Caños de Carmona’. El primero está ubicado en el actual barrio de Los Pajaritos; el segundo se encuentra casi al comienzo de la avenida Luis Montoto y necesitó ser apuntalado para evitar su desplome; y el tercero, que fue el último en descubrirse, estuvo enterrado durante años bajo el puente que permitía a los trenes que venían desde Madrid dirigirse hacia Cádiz. Una de las cosas buenas que ha aprendido el ser humano a lo largo de su evolución es la de conservar su legado, y por eso, hoy día tenemos la certeza de que lo que queda del acueducto de Sevilla se protegerá con uñas y dientes para que no desparezca nunca de la faz de la tierra.

La eternidad de la Puerta de la Carne

A lo largo de la longeva historia de Sevilla pocos lugares pueden presumir de haber tenido más vitalidad que la Puerta de la Carne. Junto a la Puerta de Carmona, fue la única entrada a la ciudad construida por los romanos que sobrevivió a la ampliación del sistema de amurallamiento que llevaron a cabo posteriormente los almorávides para defenderse de los cristianos. Eso sí, los musulmanes la remodelaron por completo, le impusieron su preciosista sello arquitectónico y la llamaron Vib-Ahogar en honor al maestro alarife que la diseñó, aunque también hubo un periodo en el que se la conoció como Puerta de las Perlas.

Ya en el siglo XIII, las ofensivas de Fernando III el Santo terminaron dando sus frutos y la ciudad pasó a manos cristianas. Sin embargo, con la reordenación del territorio y de sus gentes, la Puerta de la carne SevillaPuerta de la Carne quedó encuadrada en el barrio de los judíos, a los que inicialmente se les permitió permanecer en la ciudad. Ellos la conocían como Minjoar, un nombre que hace referencia a un respetado hebreo de la época, y era el único acceso que tenían para comunicarse con el exterior. Por ello, era muy transitada y servía como punto de encuentro para todos los que profesaban esta religión. Muy cerca de allí se encontraba la sinagoga, justo donde hoy se halla la parroquia de Nuestra Señora de las Nieves.

Pero para los judíos todo cambió en 1391, cuando empezaron a ser perseguidos, asesinados y expulsados de Sevilla. Lejos de marginar la zona en la que vivieron sus enemigos, los cristianos la aprovecharon como centro comercial. ¿Cómo? Edificando a sus afueras un gran matadero, cuya carne tendría que entrar inexorablemente en la ciudad por esa puerta hasta llegar a la Plaza de la Alfalfa, que es donde estaban situadas las Carnicerías Reales. Cuentan los libros que era la única puerta de la ciudad que se mantenía abierta las 24 horas del día para favorecer todo el flujo de mercancías, un dato que sin duda pone de manifiesto su relevancia económica y por ende, su popularidad. Además, ya por aquel entonces se valoraba su valor histórico. De hecho, en su fachada principal se podían leer los siguientes versos: ‘Hércules me construyó, Julio Cesar la reparó y el héroe Fernando III la conquisto para Cristo’.

Con el paso de los años y como consecuencia de los episodios bélicos que se vivieron a sus pies, tales como la invasión napoleónica o la revolución cantonal, la estructura de la Puerta de la Carne fue deteriorándose y tuvo que ser restaurada varias veces. Por desgracia, hubo un momento en el que las autoridades de la ciudad creyeron que ya no merecía la pena mantenerla en pie y decretaron su derribo. Así pues, en marzo de 1864 la Puerta de la Carne dejó de existir físicamente para siempre.

En cualquier caso, el hecho de que fuese un lugar importante para romanos, musulmanes, judíos y cristianos le hará pasar a la eternidad. La prueba que lo demuestra es que el cruce de las calles Santa María la Blanca y Cano Cueto se sigue conociendo como la Puerta de la Carne pese a no conservarse ni un solo vestigio de lo que fue.