Una vez concluida la Semana Santa, el calendario apunta directamente a la otra gran fiesta de Sevilla: la Feria de Abril. Para que dé comienzo faltan semanas, días u horas, según el momento en el que leas esto o la impaciencia que tengas, pero lo que está claro es que la cuenta atrás ya se encuentra en la recta final. Son momentos, pues, para finalizar los arreglos del traje de flamenca, comprar los últimos accesorios, enviar invitaciones para las casetas, planear un encuentro en el Real con amigos y familiares, cerrar los detalles del viaje (en caso de residir en otra ciudad), contenerse con los gastos previendo lo que se avecina, etcétera.
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Del salitre a la pólvora
La Real Fábrica de Artillería es de sobra conocida por haber llegado a nuestros tiempos en buenas condiciones, pero no es la única fábricas que se construyó en Sevilla por orden de un monarca para fines bélicos. Hoy vamos a repasar la historia de la Real Fábrica de Salitre, edificada en 1757 bajo el auspicio de Fernando VI. El emplazamiento elegido fueron unos terrenos pantanosos situados entre la Puerta del Sol y la Puerta Osario, en un tramo de la actual Ronda Histórica (también llamada María Auxiliadora), concretamente, donde se asientan los Jardines del Valle. ¿Por qué allí? Para aprovechar la cercanía del arroyo Tagarete y el abundante nitro que había en sus proximidades.
El pescaíto: una nueva tradición
Si hay alguien que piensa que la noche del pescaíto tiene siglos de historia y que nuestros abuelos ya disfrutaban de ella en su juventud, se equivoca. Se trata de una tradición relativamente nueva, con no más de 30 años de antigüedad, que ha arraigado con fuerza y rapidez entre los sevillanos. Originalmente, la noche del lunes al martes de Feria era especial porque se realizaban las pruebas del alumbrado y los propietarios de las casetas se reunían para dar los últimos retoques a sus dependencias, no porque ese día abundaran los chocos, el cazón en adobo y las puntillitas. De hecho, no era un día de afluencia masiva al Real, sino más bien de carácter íntimo y reservado.
La sangre derramada en El Alcázar
Hoy vamos a relatar una leyenda que tiene como escenario Los Reales Alcázares de Sevilla. La protagoniza, una vez más, el rey Pedro I, apodado el ‘el Cruel’ por la fama de despiadado que adquirió durante su estancia en el trono, si bien sus partidarios lo calificaban como ‘el Justiciero’ para intentar equilibrar la balanza. No es la primera vez que hacemos referencia a sus presuntas fechorías (algunas de ellas no están documentadas), y probablemente tampoco será la última, pues su trayectoria como monarca dio mucho que hablar en toda Castilla, incluida la capital hispalense.
La historia que nos ocupa es, en esencia, un crimen pasional que tuvo lugar a mediados del siglo XIV. El rey estaba casado con Blanca de Borbón, pero, según las malas lenguas, el matrimonio sólo se consumó dos veces por motivos no demasiados claros. Había quien pensaba que Pedro I no tenía interés en ella porque realmente estaba enamorado de otra mujer (María de Padilla). También se rumoreaba que el hecho de que la familia de Blanca de Borbón no abonara la dote estipulada enfureció al monarca. Y también coexistía una tercera teoría que fue la que dio pie a la leyenda.
Según esta versión, Blanca de Borbón mantenía relaciones sexuales con Don Fadrique, hermanastro de su marido. El idilio llegó a oídos del rey, quien hizo llamar a Don Fadrique inmediatamente. Ambos se vieron las caras en El Alcázar, entablando una fuerte discusión que acabó en tragedia, pues Pedro I acuchilló a Don Fadrique con una daga hasta causarle la muerte. Dado que el suelo, de mármol, aún estaba en bruto y sin pulimentar, absorbió por completo la enorme mancha de sangre, que aún puede contemplarse en la sala de los azulejos.