
Fue el general Queipo de Llano quien, con la ayuda de un reducido número de hombres, se hizo con el control de la Capitanía General de Sevilla, que por aquel entonces estaba en la Plaza de Gavidia. Curiosamente, en el mismo edificio que hoy es sede de la Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. En Sevilla no hubo una batalla como tal ni enfrentamientos directos entre ambos bandos a gran escala, pero sí revanchismo y violencia en la retaguardia. Buena prueba de ello es que en el primer año de la contienda más de 3.000 personas murieron ejecutadas.
El derramamiento de sangre no fue el único método empleado por los sublevados para controlar Sevilla. También se puso en marcha la maquinaria propagandística, tanto a nivel escrito (casi todos los periódicos se plegaron a las directrices del poder) como radiofónico. No en vano, se convirtió en una costumbre que Queipo de Llano se sentara delante de los micrófonos de Unión Radio Sevilla para pronunciar discursos políticos en los que apelaba al buen comportamiento de la ciudadanía, poniendo en práctica así la denominada ‘guerra psicológica’. Desde el punto de vista estrictamente militar, su labor fue exitosa, ya que dominó Sevilla sin sobresaltos y gozó de una independencia casi total a la hora de gobernar, de ahí que le apodaran el ‘Virrey de Andalucía’.