Tan cierto es que Sevilla no sería lo que es sin el Guadalquivir, como que el río ocasionó grandes quebraderos de cabeza a los antiguos regidores, ya que durante siglos fue imposible construir un paso firme entre las dos orillas. Y en este sentido, hay un dato que lo dice todo: desde la inauguración del puente de barcas en 1171 hasta que se levantó el puente de Triana en 1852, no se produjo ningún avance significativo en este terreno. Es decir, durante casi siete siglos, todo el tránsito dependió de una infraestructura de madera que se averiaba constantemente y era incapaz de soportar las crecidas del Guadalquivir.
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El triste final del Puente de Hierro
El 6 de abril de 1926, el rey Alfonso XIII ‘bautizó’ en Sevilla un puente con su nombre, aunque popularmente siempre se le conoció como Puente de Hierro. Había sido diseñado por el ingeniero José Delgado Brackenbury con motivo de la celebración de la Exposición Iberoamericana de 1929 y pretendía ofrecer una segunda opción para atravesar el río Guadalquivir, ya que por aquel entonces sólo podía hacerse (de manera ‘ordenada’) a través del Puente de Triana. El emplazamiento elegido fue el tramo que conectaba la Avenida de La Raza (hoy Las Razas) con Tablada.
Una iglesia con acento francés
En Sevilla, como en Roma, hay una iglesia en cada esquina y resulta materialmente imposible jerarquizarlas porque todas tienen su encanto. Hoy hablaremos de la de San Luis de los Franceses, uno de los mejores exponentes del barroco hispalense. Fue construida con un gusto exquisito entre 1699 y 1730 por la Compañía de Jesús, que ya había levantado previamente la Iglesia de la Anunciación. Los terrenos eran propiedad de Doña Lucía de Medina, quien puso dos condiciones para donarlos: que el templo se consagrara a San Luis (rey de Francia) y que ella misma fuese enterrada en su Capilla Mayor cuando pereciera. Ambas peticiones fueron aceptadas.
Funcionó como noviciado hasta 1767, año en el que los jesuitas fueron expulsados por primera vez por orden de Carlos III. Posteriormente pasó a ser un seminario clerical, un hospicio para religiosos mayores, un convento franciscano, una fábrica… en resumen, todo menos una iglesia. De hecho, durante muchos años estuvo cerrada al culto y en una situación de semiabandono. Afortunadamente, entre 1984 y 1990 se llevaran a cabo unos trabajos de restauración para darle una nueva utilidad: la de ser un privilegiado escenario para conciertos musicales y representaciones teatrales. Actualmente también se encuentra en obras para renovar su aspecto y reforzar sus estructuras.
¿Y pué podemos destacar de su arquitectura? Pues prácticamente todo. Se da por hecho que el diseño corrió a cargo de un arquitecto italiano desconocido y que el sevillano Leonardo de Figueroa actuó como maestro de obras. Vista desde fuera, la iglesia de San Luis llama la atención por su bellísima fachada elaborada en piedra y ladrillo, sus dos torres octogonales y su portentosa cúpula. El interior se articula con refinadas columnas salomónicas y cuenta con siete retablos de incalculable valor. El principal está presidido por un lienzo de San Luis, una Inmaculada de Duque Cornejo y un cuadro de la Virgen María con el Niño Jesús, mientras que los otros seis, situados en los laterales, están dedicados a diferentes Santos Jesuitas: San Ignacio de Loyola, San Estanislao de Kostka, San Luis Gonzaga, San Juan Francisco Regis, San Francisco de Borja y San Francisco Javier.
El Rey y Sevilla
Juan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Rey de España hasta que el Príncipe le suceda formalmente el próximo 18 de junio, no nació en Sevilla sino en Roma (5 de enero de 1938), pero siempre mantuvo un estrecho vínculo con la capital hispalense. Le venía por vía materna, pues María de las Mercedes de Borbón se crió en nuestra ciudad y una parte de su corazón nunca se fue de aquí. De hecho, cuando la Familia Real se exilió en Estoril (Portugal), bautizó su residencia con el nombre de ‘Villa Giralda’. Además, era bética confesa y socia de honor del club heliopolitano. Casualidades de la vida, quiso el destino que la primera Copa del Rey que entregó su hijo como monarca fuera a parar a las vitrinas del Benito Villamarín (1977).
Volviendo al eje central, Juan Carlos I tuvo mucho que ver con la Exposición Universal de 1992. Es más, fue quien propuso su celebración el 31 de mayo de 1976, haciendo un guiño a la feria iberoamericana que había auspiciado su abuelo, el Rey Alfonso XIII, en 1929. “Reanudando una noble tradición familiar y monárquica, desearía que se celebrase en España, si todos me ayudáis,la IIIª Exposición Internacional Iberoamericana. Para mí, personalmente,nada será más alentador que iniciar mi reinado con esta empresay convertirme en patrocinador de vuestro esfuerzo y en portavoz de vuestro espíritu”, afirmó.
Don Juan Carlos también está presente en Sevilla a través de nomenclátor. No en vano, un paseo situado en el margen derecho del Guadalquivir lleva su nombre, al igual que uno de los puentes que une la capital hispalense con el Aljarafe a la altura de San Juan de Aznalfarache. También la Real Maestranza de Caballería tiene un nexo con el todavía monarca, pues es el Hermano Mayor de esta institución desde 1993. Y al igual que su madre le ‘contagió’ la simpatía por Sevilla, Don Juan Carlos ha hecho lo propio con sus descendientes, tal y como quedó probado con la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, celebrada en la Catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995.
El significado del NODO
¿Se han preguntado alguna vez qué significa el vocablo ‘NO8DO’ que aparece en el emblema mayor de Sevilla y de dónde procede? La respuesta no es sencilla, pero trataremos de explicarla de la mejor manera posible. Para empezar, diremos que este lema es muy parecido a los que aparecen en los escudos de armas de otras ciudades europeas y que tiene una base religiosa, pues toma las sílabas iniciales de la expresión latina ‘Nomine Domini’, que traducida al español viene a ser ‘en el nombre de Dios’. Sin embargo, la madeja (8) que está situada entre ambas abreviaturas ha dado pie a múltiples interpretaciones y la mayoría de ellas ven en este símbolo algo más que un simple nexo.
La astucia de un rey
No es la primera vez que mencionamos a Pedro I y probablemente tampoco será la última. Como recordarán, en el siglo XIV este rey de Castilla era apodado por sus detractores como ‘El Cruel’ y por sus defensores como ‘El Justiciero’, fiel reflejo de que no dejaba a nadie indiferente. Sus andanzas por Sevilla dieron pie a varias leyendas y la que hoy nos ocupa tiene que ver con un asunto de honor. Una noche, mientras paseaba solo por el centro de la ciudad, se topó con uno de los Guzmanes, familia que apoyaba a su hermano bastardo en la lucha por el trono, y el encuentro fortuito terminó con un choque de espadas. Pedro I acabó con la vida de su oponente, creyendo que nadie le había visto, pero se equivocaba, pues una anciana que miraba por su ventana distinguió perfectamente el chasquido de sus rodillas, conocido problema de nacimiento que le hacía caminar con dificultad.La heroína de la fidelidad
curiosas y ávidas de morbo. Cuenta la leyenda que, cuando las llamas se apoderaron de la pira, el aire caliente levantó la falda de la mujer, dejando sus partes íntimas a la vista de la muchedumbre, que lo celebró con vítores. Sin embargo, el júbilo se transformó en un silencio expectante cuando una de las personas que presenciaba el ‘espectáculo’ decidió salir en su ayuda. Se trataba de Leonor Dávalos, criada de la ajusticiada, quien no pudo reprimir el impulso de proteger el honor de su señora.Una pregunta sin respuesta
Maestranza. Con el paso de las horas y los días, las hipótesis fueron retorciéndose y señalaban a un grupo de jóvenes aficionados a los juegos de rol que había intentado emular a la película ‘Nadie conoce a nadie’, que el Rey Don Juan Carlos iba de nazareno y querían atentar contra su persona, que la Policía Local, en huelga en aquel momento, pretendía llamar la atención provocando unos disturbios que se le fueron de las manos, etc.La rareza de ser moderno y antiguo a la vez
la esencia permanece impoluta.