La Guerra Civil Española abrió profundas heridas que aún no han cicatrizado y nos dejó un sinfín de trágicas historias que ni mucho menos se han olvidado. Sería un ejercicio de falta de rigor y de subjetividad absoluta tildar a un bando como “el bueno” y a otro como “el malo”, ya que en ambos se cometieron atrocidades injustificables, pero en estos días es noticia lo que sucedió concretamente en la localidad sevillana de Guillena hace 74 años.
Corría el año 1937. Los sublevados habían tomado la ciudad de Sevilla con más facilidad de la esperada y se extendían por la provincia llevando a cabo su particular revanchismo, señalando, humillando e incluso ejecutando a los simpatizantes de la República. Y Guillena no fue una excepción, sino más bien todo lo contrario. Tras el alzamiento el militar, muchos hombres huyeron para evitar las represalias y alistarse al ejército republicano, pero pocos lo consiguieron. En cambio, las mujeres se quedaron y sintieron primero la zozobra y luego el castigo, lo que se conocía oficialmente como la “condena ejemplarizante» simple y llanamente por su relación conyugal o sentimental con sindicalistas de izquierdas. Con ese pobre argumento, 19 de
ellas fueron detenidas en septiembre de ese mismo año.
Dos consiguieron el indulto por motivos un tanto difusos, mientras que las otras 17, con edades comprendidas entre los 24 y los 70 años, fueron vejadas y fusiladas a sangre fría. Con el tiempo, su tragedia se hizo muy popular a nivel regional y empezó a conocérselas como las ‘17 rosas’ de Guillena. No obstante, sus familiares y seres queridos, lo que deseaban fervientemente no era su reconocimiento como mártires, sino encontrar sus pétalos, es decir, sus restos. Ahora son motivo de actualidad porque, tras un intenso periodo de indagaciones para localizar la fosa común en la que fueron enterradas, se ha procedido por fin a la exhumación. Como suele decirse, más vale tarde que nunca.