Sevilla y Triana, Triana y Sevilla. Tan diferentes y tan unidas al mismo tiempo. Como dos hermanas siamesas que se afanan en resaltar las particularidades de cada una, aunque delante del espejo parezcan dos gotas de agua. Antiguamente, casi todo lo que podías encontrar a un lado del río Guadalquivir lo podías encontrar también en el otro, y el ejemplo más ilustrativo es que Triana contaba con su propia’ catedral’. Y no nos estamos refiriendo a un templo que quedó derruido y olvidado con el paso del tiempo, sino a la Iglesia de Santa Ana, hacia donde se dirigían las hermandades del barrio durante la Semana Santa para realizar estación de Penitencia.
Hablamos de la primera iglesia de planta exclusivamente cristiana que se levantó en Sevilla (no tomó prestado ningún elemento de las mezquitas de la época). Según reza una de las inscripciones de sus muros, Alfonso X ordenó su construcción tras haberse recuperado de una dolencia en los ojos, curación que atribuyó a un milagro de Santa Ana, de ahí que acuñara este nombre. En su edificación participaron todos los jornaleros que vivían en los alrededores del Castillo de San Jorge… y también buena parte de las tropas castellanas, habida cuenta de que se encontraba extramuros. Por esta misma razón, la iglesia estuvo fortificada durante un tiempo para preservar su seguridad.
Las obras comenzaron en 1276, de ahí ya se estén preparando diferentes actos para conmemorar el año que viene su 750 aniversario. Entre ellos, una doble salida procesional de su Titular, una exposición de su rico patrimonio, la edición de un libro, la celebración de conferencias y cultos extraordinarios, etcétera. Según la comisión organizadora, el proyecto puede resumirse en una cita – Santa Ana, radix ubérrima – que alude a la fidelidad que han mostrado sus devotos a lo largo de los siglos. Dicha frase se ha convertido, además, en el eslogan del aniversario.
Una de las formas más rápidas de apreciar el brillo de Sevilla es recorrer la calle Betis y dejar que nuestros ojos miren en todas las direcciones, pues apunten donde apunten siempre encontrarán algo admirable. Lo primero que llama la atención es la proximidad del Guadalquivir, que discurre de forma paralela a un palmo de terreno, de ahí que la vía tomara prestado el antiguo nombre del río (Betis, para los romanos). Asimismo, sin necesidad de fruncir el ceño, desde esta ubicación podemos divisar dos hermosos puentes (el de Isabel II y el de San Telmo), la Torre del Oro en su esplendor e incluso la preponderancia de la Giralda sobre el cielo hispalense.
Hermandad de la Esperanza que fundaron los ceramistas en 1418 se fusionó con la de San Juan Evangelista, constituida por pescadores, en 1542, y posteriormente incorporaron a la Hermandad de las Tres Caídas de Cristo, formada por gentes de la mar y creada por el clérigo Francisco de Lara en el convento de las Mínimas de Triana. No fue la última conciliación, ya que más recientemente, en 1971, también se unió la Hermandad Sacramental de la Parroquia de Santa Ana.
primera mitad del siglo XX, para progresar en el mundo de las artes escénicas era obligatorio trasladarse a Madrid y eso fue lo que hizo siendo aún muy joven. En la capital de España recibió la formación que le permitió debutar en el Teatro Eslava y conseguir grandes papeles en el cine, en cintas como ‘El hombre que se reía del amor’, ‘La señorita de Trevélez’, ‘La rueda de la vida’, etc. Alcanzó tal grado de éxito que los directores más importantes del momento, como Florián Rey, Benito Perojo, Edgar Neville, se ‘peleaban’ entre ellos para contar con ella en sus proyectos.
Vesubio en una plaza y el éxtasis llegaba cuando del cráter artificial manaban distintos manjares que eran recibidos como agua de mayo por los ciudadanos, ya que durante el resto del año no estaban a su alcance por cuestiones monetarias. Más que la habilidad, por aquel entonces primaba la velocidad con la que la gente se hacía con las viandas, aunque las tornas se fueron cambiando poco a poco. De hecho, el volcán terminó siendo sustituido por un poste alto y la complejidad para obtener los premios aumentó.
podría decirse que es la Feria de Triana. Sus antecedentes más remotos se encuentran en la antigua romería que tenía lugar en la parroquia a finales del siglo XIII y es evidente que con el paso de los años ha ido evolucionando hasta convertirse en otro festejo más heterogéneo. El pregón que se expone en el Hotel Triana (esta edición correrá a cargo de Agustín Pérez González) supone el pistoletazo de salida y a partir de ese momento comienza todo: las luces, el colorido, la música, las competiciones, las distinciones, las exposiciones de pintura y cerámica, las representaciones teatrales en los corrales, las proyecciones de películas, la cucaña, la gastronomía, etcétera.
propio Corpus Christi alfombrando sus calles con romero para que procesionen sobre ellas las imágenes de El niño Jesús, San Francisco de Paula, Santa Justa y Rufina, la Inmaculada Concepción y el Santísimo Sacramento. Asimismo, desde el comienzo del nuevo milenio, el distrito también presume de su Cabalgata de Reyes, la cual reparte ilusión, caramelos y regalos cada 6 de enero.
aroma de la tradición. A tiro de piedra también está el Mercado de Triana, y debajo de él, los restos del Castillo de San Jorge. Las tres arterias más importantes de Triana son las calles Castilla, San Jacinto y Pureza. La primera de ellas está presidida por la Capilla de la O, cobija a numerosos comercios y conserva algunos de los enraizados corrales de vecinos. En la segunda sobresalen la Iglesia de San Jacinto y la Capilla de María Santísima de la Estrella, mientras que en la tercera destacan la ‘Casa de las Columnas’, edificio en el que se formaban siglos atrás los marineros, y la sede de la Hermandad de la Esperanza de Triana.