Siguen los días de preparativos. Sigue la gente en un ir venir de tienda en tienda.
Siguen los ojos mirando al cielo.
¿Lloverá la semana que viene?
Esa pregunta flota en el viento de levante, O de solano, como lo llamamos en Sevilla.
Esa pregunta, que no sale de la garganta, por temor a enojar a San Pedro, está en los ojos de todos los sevillanos.
¿Lloverá en Semana Santa?
¿Es posible en un año de tanta sequía?
¡Sí. Lo es! No queremos. Nadie quiere. Pero puede ser.
En cada Hermandad, desde el hermano Mayor hasta el cofrade recién llegado, clavan la mirada suplicante en los ojos piadosos de sus Titulares. De su paso de Cristo y de su paso de Virgen.
La súplica es la misma, la plegaria es la misma, la contradicción, también.
¡Ay, Virgencita! Hace mucha falta el agua, las ciudades y los campos están sedientos, pero si tú quisieras, si se pudiera esperar otra semanita.
¡Ay, Padre mío! Sé que no está bien que te lo pida, lo sé y se me achica el alma al rezarte pidiéndote que no llueva.
¡Perdóname Padre mío!, pero haz un milagro. Convierte el agua en sol. Tú lo hiciste en aquella boda. Tu madre te lo pidió y convertiste el agua en vino.
Es lo mismo. Es agua. ¡Una semanita! ¡Una semanita!
Y el refrán retumbando en la cabeza:
“Marzo ventoso, abril lluvioso.”
“En abril, aguas mil.”
“En la tierra de secano, abril riega tu sembrado.”
“Pastorcito de la sierra. No llores por tu ganado.
Y abril.
Y el pesimista que te escupe a los oídos: “¿Pero tú te crees que no va a llover? ¿Pues no llueve todos los años? Llueve aunque caiga en marzo, te lo digo yo, siempre se fastidian las cofradías.”
El “nunca llueve a gusto de todos”, es una verdad universal. En cualquier sentido en el que se emplee.
Lo que es bueno para unos puede ser una desgracia para otros.
No es nuestro caso. No queremos que llueva en Sevilla en Semana Santa. ¿Quién va a quererlo?
No saldrían los Pasos, llorarían los nazarenos y los costaleros, lloraría el pueblo sevillano, decepcionaría a los visitantes, se perdería el empleo temporal…Eso es lo peor, pero no sería una desgracia.
Sería un contratiempo. Nunca mejor dicho.
¡Qué sea lo que tenga que ser!
Que Sevilla sea bendecida por el sol o la lluvia. ¡Que sea lo que tenga que ser!
La Semana Santa está tan arropada en nuestros corazones, tan cobijada con nuestro amor, que será una semana de gloria.
De Pasión y de Gloria. De lluvia y de sol.
Será, ¡nuestra Semana Santa!
En vísperas de un Domingo de Ramos, los hermanos Álvarez Quintero, con la misma incertidumbre que nosotros, con la misma ilusión y el mismo deseo que nosotros, dedicaron este poema a Sevilla.
Es un ejemplo de esperanza y resignación gloriosas.
Patria de nuestro amor.
Dios te bendiga.
Que halles siempre tu paz y tu consuelo.
Y que en tu noche perfumada y bella.
Por mandato de Dios baje una estrella,
Y bese la Giralda…
Y vuelva al cielo.
Buenos días, amigos de Sevilla.
Que sea lo que tenga que ser… ¡pero que no llueva!