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Mil maneras de sentir la Semana Santa
Si un extranjero nos preguntara cómo se vive la Semana Santa en Sevilla, tendríamos serios problemas para condensar en una sola respuesta todo lo que sucede en nuestra ciudad durante esos siete días. Quizás empezaríamos diciendo que es una manifestación cristiana en la que distintas hermandades celebran la pasión, muerte y resurrección de Cristo realizando estación de penitencia a la Catedral junto a sus Titulares. Pero dicho esto, seguro que nos quedaríamos insatisfechos con nuestra explicación e instaríamos al foráneo en cuestión a visitar Sevilla y ser testigo directo.
Porque la Semana Santa implica muchas más cosas. Se sustenta en la fe, el respeto y la devoción. Es abstracta y tangible a la vez. Tiene momentos de júbilo ensordecedor y otros de silencio sepulcral. Atrae a niños, jóvenes, adultos y mayores de toda condición social. Se encuentra en el centro, en los barrios y en la provincia. Es fiel reflejo del mayor dolor, la soledad, la angustia, la esperanza, la caridad, el gran poder, el calvario, la expiración, la buena muerte…
Cada uno lo vive a su manera, pero todos tienen un nexo común. El nazareno siente el nerviosismo en las horas previas preparando su túnica, se echa a la calle para acompañar a su imagen y protege su cirio o insignia como si fuera su vida. Tras haberse ajustado la faja y el costal, el costalero se siente orgulloso de cargar con todo el peso de los pasos en su séptima vértebra; el capataz, de dirigirlos con maestría con el sonido del llamador y el tono de su propia voz; y el aguaor, de darles energías. El músico da lo mejor de sí para que el ambiente sea celestial y los acólitos iluminan sutilmente el sendero y desprenden el aroma más característico de estas fechas: el del incienso.
La Semana Santa también es patearse las calles para ver el mayor número de cofradías y volver a casa con un intenso dolor de pies. Es seguirla por la radio y la televisión desde el mediodía hasta la hora de dormir. Es mirar al cielo incontables veces y hacer un curso acelerado de meteorología. Es vestirse de mantilla el Jueves y el Viernes Santo. Es dirigir el oído hacia el lugar desde el que se canta una saeta. Es llorar sin saber si es por alegría o tristeza. Es pedir y dar amablemente caramelos y estampitas. Es degustar torrijas, pestiños y otros dulces. Es una permanente cuenta atrás desde que termina hasta que el año siguiente vuelve a empezar. Es todo eso y mucho más.
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Silencio, se rueda
La Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla ya puede presumir de patrimonio filmográfico. Gloria Nazarenorum es el título de la primera obra audiovisual dedicada ex profeso a la hermandad del Silencio, una película producida por la Fundación Mater Inmaculatta cuyo estreno tuvo lugar anoche en el Salón del Pretorio de la Casa de Pilatos ante un escogido auditorio de más de 260 personas. Casi 110 minutos de montaje audiovisual, con la dirección de Carlos Colón y la realización de Carlos Varela, en el que se recogen pasajes de sus más de 600 años de historia, sus actos de culto, así como la estación de penitencia en la Madrugada del Viernes Santo.La película, destaca el director, contiene imágenes y escenas «inéditas» de la corporación de la calle Alfonso XII, caso del «estudio visual» pormenorizado de la talla del Dulcísimo Nazareno, «seis o siete minutos de película grabados con el Nazareno en el suelo en los que la cámara gira en torno a la imagen y la capta desde todos los ángulos posibles».