Durante muchos años se dio por sentado que la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, de la Hermandad de La Trinidad, fue tallada por Pedro Duque Cornejo, pero la aparición de un recibo confirmó la autoría de Juan de Astorga, que ya había esculpido previamente a la Virgen del Subterráneo (La Cena) y a la del Buen Fin (La Lanzada), entre otras. Existen muchos indicios que señalan que Fray José Cabello, a la sazón hermano y capellán de la corporación, fue quien sufragó personalmente los 900 reales que costó el encargo, el cual vio la luz en 1819.
El resultado fue realmente asombroso. De hecho, está considerada como una de las Dolorosas más bellas de la Semana Santa de Sevilla y ha servido como espejo para muchas obras posteriores. Si hubiese que reducir las emociones que transmite su rostro a una sola palabra, la que más se aproximaría sería ‘ternura’, pues su llanto, sin ser desgarrador, consigue que empaticemos con Ella de una manera directa y armónica. Curiosamente, el incontrolable sollozo abre sus labios y deja al descubierto una parte de su lengua, un detalle poco común en la imaginería hispalense.
Desde el punto de vista morfológico, debemos reseñar que la imagen (de candelero) mide 1,58 metros, tiene la cabeza suavemente ladeada hacia la derecha y ha sido sometido a varias pequeñas restauraciones, las cuales, gracias al excelente estado de conservación, apenas han modificado los cánones originales. La Virgen de La Esperanza Trinitaria puede contemplarse durante todo el año en la Basílica Menor de Santa María Auxiliadora Coronada y cada Sábado Santo en las calles de Sevilla. Desfila en el tercer paso de la cofradía, que porta reliquias de San Juan Bosco (otro de los Titulares de la Hermandad) y cuyo techo fue bordado en terciopelo verde (color de la Esperanza) en 1945.