Según el último barómetro del CIS, el paro sigue siendo la mayor preocupación de los españoles. No debe sorprender, por tanto, que las instituciones públicas y privadas intenten paliar este problema de todas las maneras posibles, aun a sabiendas de que no existe una varita mágica para solucionarlo. En nuestra ciudad, la Universidad de Sevilla puso en marcha el año pasado la Feria de Empleo, una iniciativa que, tras el éxito cosechado en su primera edición, en la que recibió más de 4.500 visitas y unos 3.000 currículum, volverá a celebrarse este año, concretamente, entre el miércoles y el jueves de esta misma semana (21 y 22 de octubre).
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La joya de La Cartuja (III)
En este tercer y último artículo sobre el Monasterio de La Cartuja vamos a hablar sobre su historia más reciente y su estado actual. Podemos afirmar que la fecha clave que marcó su devenir fue 1835, año en el que entró en vigor la Desamortización de Mendizábal, la cual supuso la expulsión definitiva de los monjes y la expropiación del monasterio. Abandonado durante varios años, el comerciante Carlos Pickman vio en el emplazamiento del monasterio un lugar apropiado para poner en marcha una fábrica de loza y porcelana. Así las cosas, primero lo alquiló y fue respetuoso con su estética tradicional, pero cuando la demanda de sus productos se multiplicó decidió comprarlo y realizar reformas integrales para adaptarlo a las necesidades de producción.
El libro más sagrado
La invención de la imprenta supuso un antes y un después en la historia de la humanidad. No en vano, hasta entonces el conocimiento se transmitía únicamente a través de la palabra hablada y, en menor medida, de la manuscrita, que implicaba un esfuerzo nada baladí a la hora de reproducir los libros. Por ello, la posibilidad de mecanizar la producción cambió el mundo para siempre, aumentando exponencialmente la difusión de los textos y el interés por leerlos. Si bien previamente ya se habían probado diferentes artilugios para realizar copias, el avance más significativo lo aportó el alemán Johannes Gutenberg a mediados del siglo XV, ya que su flamante aparato necesitaba la mitad de tiempo que el más rápido de los copistas para imprimir un libro.
La Sevilla verde
En Sevilla hay aproximadamente unos 500.000 árboles. A algunos les parecerá que son muchos, otros tendrán la impresión de que son pocos, y también habrá gente a la que esta cifra no le diga nada. No obstante, recientemente se han dado a conocer más datos que pueden formarnos una opinión más concreta. Por ejemplo, se estima que la capital hispalense cuenta con 1.300 hectáreas de zonas verdes, o lo que es lo mismo, unos 22 metros cuadrados por habitante (el equivalente a un salón de un piso). Dichas cifras le sitúan en la zona media-alta europea, por debajo de las principales ciudades nórdicas y por encima de casi todas las españolas (incluida Madrid).
La estrechez de Mateos Gago
Seguimos desmenuzando el callejero de Sevilla y su trasfondo histórico, deteniéndonos en esta ocasión en Mateos Gago, que puede ser considerada como la puerta principal del barrio de Santa Cruz. Esta vía cogió prestado el nombre de un afamado catedrático de teología que impartía clases en la Universidad de Sevilla a mediados del siglo XIX. Sus ideas sobre la evolución humana chocaban frontalmente con el darwinismo que promulgaba otro profesor sevillano, Antonio Machado y Núñez (no confundir con el poeta), y originaron una intensa rivalidad académica. Al margen de dedicarse a la docencia, Francisco Mateos Gago fundó la Academia Sevillana de Estudios Arqueológicos y ejerció el sacerdocio, llegando a ser canónigo de la Catedral de Sevilla.
Un hogar para las páginas
Hace algunos años se llegó a la conclusión de que las bibliotecas de Sevilla necesitaban un impulso para adaptarse a los nuevos tiempos y ofrecer un servicio de primera calidad, de ahí que las autoridades competentes decidieran tomar cartas en el asunto. La piedra angular del proyecto que se aprobó consistía en la construcción de una nueva biblioteca general el Prado de San Sebastián, con el objetivo final de convertir la antigua Fábrica de Tabacos en un campus de Humanidades. Por problemas administrativos (licencias y oposición vecinal) y financieros (presupuesto elevadísimo), aquella idea inicial no pudo llevarse a cabo pese a los más de nueve millones de euros invertidos.
En cualquier caso, el plan no quedó enterrado. Asumiendo su cuota de responsabilidad, la Universidad de Sevilla se puso manos a la obra para encontrar una ubicación alternativa y levantar una biblioteca menos pretenciosa, pero igualmente relevante. Así, se acordó que fuera emplazada en la avenida Eritaña, en la parte trasera de los pabellones de México y Brasil, en el edificio que iba a ser sede de la Fundación de Investigación (Fius). Se espera que en los primeros meses de 2015 se trasladen los casi 70.000 libros que pertenecen al Fondo Antiguo y Archivo Histórico de la Universidad de Sevilla a las nuevas dependencias, que serán bautizadas con el nombre de ‘Rector Antonio Machado y Núñez’.
Si no hay más imprevistos, la nueva biblioteca general podría estar operativa en el segundo semestre de 2015, toda vez que la mayor parte de las obras de adecuación tendrán lugar en el interior del inmueble. Tras el fracaso de la primera intentona, este proyecto será sensiblemente más barato y buena prueba de ello es que cuenta con un presupuesto ligeramente superior a los seis millones de euros, por los 22 que iba a costar el original. En otros términos, de los 9.000 metros cuadrados previstos se pasará a 5.000, una reducción de espacio que implicará la supresión del auditorio y la sala de exposiciones.
La Buena Muerte de Los Estudiantes
En marzo de 1620, una cofradía de sacerdotes que tenía como sede la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, la actual Iglesia de la Anunciación, realizó un encargo a Juan de Mesa, quien se comprometió a “dar hechas y acabadas dos imágenes de escultura, la una con Cristo Crucificado y la otra una Magdalena abrazada al pie de la Cruz, de madera de cedro, ambas a dos, de la estatura ordinaria humana… por 150 ducados”, rezaba el contrato. Seis meses después, las dos tallas fueron ya instaladas en un nuevo retablo para su veneración. De la imagen mariana poco se sabe, ya que desapareció sin dejar rastro, pero el crucificado sí ha llegado a nuestros días y no es ni más ni menos que el Cristo de la Buena Muerte de Los Estudiantes.
La expulsión de los jesuitas en el siglo XVIII propició que pasara a manos de la Universidad de Sevilla y que, posteriormente, se convirtiera en uno de los titulares de la Hermandad de Los Estudiantes. El Martes Santo de 1926, es decir, dos años después de la fundación de esta corporación, realizó su primera estación penitencia y gracias a ello se impidió su transferencia al Museo Nacional de Escultura de Valladolid, tal y como pretendía el Gobierno de España. No fue el único contratiempo serio al que tuvieron que hacer frente sus fieles, pues, sin ir más lejos, hace 30 años se vieron obligados a recurrir a los servicios de Francisco Arquillo para recolocar la cabeza de la imagen, que se había desprendido accidentalmente durante un traslado.
Para fortuna de todos los que amamos la Semana Santa de Sevilla, la imagen, que originalmente no fue concebida para salir en procesión, resistió a todos los reveses y hoy día es uno de los referentes de nuestra Semana Santa. Como bien indica su nombre, es un Cristo que acaba de perecer, de ahí que sus músculos estén relajados. Su cuerpo, tallado con una precisión que emboba por su naturalismo, pende de los tres clavos que atraviesan sus manos y pies, y su cabeza, ya vencida, ha caído sobre su lado derecho. Su rostro, exhausto y hermoso a partes iguales, nos hace ver que no hay por qué temer a la muerte.