La valentía de La Estrella

La historia de la Semana Santa de Sevilla está repleta de episodios fascinantes y hoy vamos a narrar lo sucedido en 1932. Por aquel entonces la II República acababa de echar a andar y el debate de si el Estado debía ser laico o no estaba en la calle. Lo cierto y verdad es que el anticlericalismo se hacía cada vez más latente en determinados sectores de la sociedad y hay quien dice que las autoridades civiles no garantizaron la seguridad de los cortejos aquel año, y que por esta razón, todas las hermandades de la capital decidieron no hacer estación de penitencia por temor a posibles incidentes.

No obstante, existe otra versión de los hechos que apunta directamente a una cuestión política. Según esta teoría, el gobierno republicano intentó por todos los medios que la Semana Santa trascurriese con total normalidad, pero la Iglesia y los partidos conservadores promovieron un plante como respuesta a su programa de secularización. Sea como fuere, el caso es que La Estrella, pese a la oposición y las críticas del resto de hermandades, fue la única que decidió actuar por su cuenta y riesgo y puso sus dos pasos en la calle en la tarde del Jueves Santo. No salió el Domingo de Ramos porque era una corporación muy humilde y dependía de una subvención municipal que se hizo de rogar.

Cuentan las crónicas periodísticas que una riada humana acompañó a la cofradía durante todo su recorrido y transformó la comitiva en un lento paseo triunfal debido a la flexibilidad horaria y a los incesantes vítores. Pero hubo quienes no se tomaron tan bien la salida de La Estrella. Al parecer, sus hermanos recibieron en los días previas cartas anónimas y amenazas para que dieran marcha atrás, pero no lo hicieron. Es más, algunos de ellos salieron aquel día con navajas al cinto para proteger a sus imágenes, pero no pudieron evitar los atentados que se produjeron. El primero de ellos acaeció en la calle Valázquez, donde cayó sobre el palio un objeto pesado que, tras ser examinado posteriormente, resultó ser una perilla de cama que había sido manipulada para funcionar como bomba. Por suerte, no estalló.

El segundo tuvo lugar en la calle Sierpes, donde otro descerebrado lanzó una piedra al paso del Cristo ocasionando desperfectos en uno de los ángeles. El autor fue detenido por la policía justo a tiempo antes de ser linchado por la muchedumbre. Pero lo peor estaba por llegar. Sobre las ocho y media de la tarde, cuando la Virgen se detuvo ante la Puerta de San Miguel, un individuo sacó una pistola y efectuó dos disparos apuntando al paso, aunque afortunadamente no logró alcanzar a la imagen. El pánico se apoderó de los presentes y el agresor trató de huir en medio del caos sin éxito, ya que entre la Benemérita y los propios ciudadanos consiguieron reducirle en la calle San Gregorio. Al parecer, se planeó otro ataque, esta vez colectivo, en el Paseo Colón, pero fue abortado a tiempo gracias al chivatazo de un anciano vendedor de sultanas.

Pese a todos los percances, la cofradía de La Estrella regresó ‘sana y salva’ a Triana en loor de multitudes y comenzó a forjar su leyenda de ‘La Valiente’.

La Valiente

La ValienteMuchos recuerdan la Semana Santa de 1932, fecha desventurada en la que el ambiente envenenado no era nada propicio para la magna manifestación de las procesiones sevillanas. Pasó el Domingo de Ramos, sombrío y helado, bajo la amenaza vociferante de la exaltación atea.Pero llegó el Jueves Santo, y la Hermandad de la Estrella decidió salir a la calle. A su estación de penitencia acudió Sevilla entera, uniéndose en el testimonio viril de la Hermandad de temple y valor a raja tabla.Durante el camino no falta el atentado sacrílego. En las puertas mismas de la catedral un forajido, que no era sevillano, hizo a la sagrada imagen dos disparos de pistola, que, gracias a Dios, ní le rozaron. La fuerza pública hubo de proteger al desdichado.El regreso de la Cofradía hasta el templo trianero de San Jacinto fue una apoteosis de fervor. Miles de sevillanos acompañaron a los hermanos, desagraviando a la Virgen de la Estrella en una pletórica demostración de sentimiento religioso.La proclamación de la Republica en abril de 1931 puso inquietos a muchos. Tanto para los que pensaban que solo era un escalón en su camino a la Revolución, como para los que consideraban que era un salto bastante grande. Los incidentes no tardaron en surgir.Estos sucesos no incidieron en la Semana Santa de 1931., que transcurrió en paz e hicieron estación de penitencia cuarenta y cuatro cofradías. Pero, después del empeoramiento experimentado a lo largo de ese año, dieron motivos a los cofrades para coger miedo y el ambiente se enrareció.Y antes de concluir el año hubo contactos propiciados por las autoridades para garantizar la salida de las cofradías en la Semana Santa del venidero año.

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