Un genio apellidado Murillo (I)

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Con el permiso de muchos otros pintores de gran talento, podría decirse que los dos mejores pinceles que ha dado Sevilla son los de Velázquez y Murillo. Del primero ya hablamos en profundidad hace algún tiempo, (pueden repasar los dos artículos que le dedicamos pulsando aquí y aquí), y ahora ahondaremos en la biografía del segundo. Bartolomé Esteban Murillo –así se llamaba- debió de nacer en las postrimerías de 1617, ya que fue bautizado el 1 de enero de 1618 en la Parroquia de la Magdalena. Su familia, como tantas otras de su tiempo, era muy numerosa, hasta el punto de que él era el menor de catorce hermanos. Su padre alternaba dos profesiones que hoy nos parecen diametralmente opuestas, pero que en su día estaban estrechamente relacionadas: las de cirujano y barbero. Lo mismo cortaba el pelo que practicaba una sangría o sacaba una muela. Por su parte, su madre procedía de una familia de plateros.

A los nueve años, Murillo quedó completamente huérfano y bajo la tutela de su hermana mayor. Se inició en el mundo del arte a través de su tío Juan del Castillo y sus primeras obras tuvieron un marcado acento religioso, ya que solía pintar vírgenes y santos. Este tipo de cuadros eran los más demandados en las Indias, de ahí que decidiera venderlos para poder costearse algunos viajes. Diferentes historiadores apuntan que coincidió en Madrid con su paisano Velázquez, y que visitó Italia para aprender nuevas tendencias, pero ni una cosa ni la otra están documentadas al cien por cien.  

Lo que sí es seguro es que Murillo se casó con Beatriz Cabrera en 1645 y tuvieron nueve hijos, aunque más de la mitad murió antes de superar la adolescencia en una época marcada por las epidemias y la hambruna de las clases bajas. Poco después del casamiento, recibió su primer gran encargo: los once lienzos para el claustro chico del convento de San Francisco. En ellos dejó patente la influencia del naturalismo y el dominio de la técnica del claroscuro. Tras el paréntesis que supuso la llegada de la peste, recibió más pedidos de imágenes marianas, muchas de las cuales pueden contemplarse actualmente en museos repartidos por todo el mundo (Madrid, París, Detroit, Dublín…).  ‘La Colosal’ (Inmaculada Concepción), la ‘Virgen con el Niño’ (Virgen de la Servilleta), la ‘Estigmatización de San Francisco’, la ‘Fundación de Santa María Maggiore de Roma’, y ‘La Inmaculada Concepción de los Venerables’, también llama ‘de Soult’, son algunas de las obras imprescindibles de esta temática. 

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